MICHEL PORTAL por Francisco Javier Irazoki

Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue miembro del grupo surrealista CLOC. La Universidad del País Vasco editó en 1992 toda la obra poética que Irazoki había escrito hasta el año 1990. El volumen, titulado Cielos segados, comprende los libros Árgoma, Desiertos para Hades y La miniatura infinita. La editorial Hiperión le publicó en 2006 el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado diversos estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc.









                                  MICHEL PORTAL


        Yo llevaba algunos años en Francia y aún no había oído el nombre de Michel Portal cuando un amigo me dijo: «Búscalo, es el mejor músico francés actual». Una frase así de injusta desanima a los fundamentalistas de la curiosidad. Pero el hecho de que los vascos, tan dados a la autocelebración, no recomendasen a su artista me parecía motivo suficiente para seguir al acecho. He sabido que actúa en el Théâtre des Bouffes du Nord de París, y hacia allí me encamino.
        Es la mañana de un domingo, y Michel Portal (Bayona, 1935) no está anunciado como protagonista del concierto, sino que va a acompañar a Bernard Lubat. Luego, a la hora de darnos música, Lubat cumple el papel del rebelde que cubre con una capa de humor el agotamiento de la vanguardia artística, y Portal pone la calidad. En cuanto sale al escenario y coloca los dedos sobre las llaves de su saxo sentimos el placer. Tiene una presencia física comedida, y más frente a las alharacas de su compañero, pero todas las improvisaciones que surgen de los tres instrumentos que toca (saxo, clarinete, bandoneón) son sustanciosas. Nada de ruidos graciosos ni innovaciones de pega. Al fin y al cabo, no olvida que las primeras obras atonales de Arnold Schöenberg se publicaron en 1908 y, en free jazz, han pasado cuarenta años desde que fuese editado el disco Ascension de John Coltrane.
        El periodista Xavier Prévost hinca su ingenio en el centro de la diana: Michel Portal es el Fernando Pessoa de la música de nuestro tiempo. Sin usar heterónimos, compagina mundos estéticos tan variados como los del poeta de Lisboa. Ya en el aprendizaje mezcla las corrientes renovadoras y las melodías populares del País Vasco. Y, aunque gana concursos internacionales o el primer premio de clarinete del Conservatorio de París, no se queda atrapado en la obra de Johannes Brahms. Participa en orquestas de baile y lo contratan para que amenice las picardías de la sala Les Folies Bergères. También compone un sinfín de páginas para películas de todo tipo. Paralelamente, se adentra en el jazz más libre con el trompetista Bernard Vitet y el pianista François Tusques, y en 1969 crea (con Jean-Pierre Drouet, Vinko Globokar y Carlos Rogue Alsina) New Phonic Art, un grupo de amantes de la improvisación. Enseguida funda su Michel Portal Unit, que tiene las puertas abiertas para cualquier aventurero con talento, y forma un dúo con la bailarina californiana Carolyn Carlson. Por último, es meritorio que logre respeto como concertista solitario o de cámara en la finca cerrada de la música clásica, donde trabaja con Maria João Pires, Youri Bashmet, Mikhail Rudy y otras estrellas. Varios de los compositores prestigiosos de la segunda mitad del siglo XX (Karlheinz Stockhausen, Pierre Boulez, Luciano Berio) le piden ayuda, porque la técnica de Portal garantiza una interpretación exacta de sus partituras intrincadas. Ahora, mientras él marca el ritmo con el pie, me pregunto quiénes dominan parcelas musicales de tanta diversidad.
         En los minutos finales exhibe sus dotes de bandoneonista y nos divierte. El pequeño acordeón de escala cromática, que sólo asociamos con el tango argentino y la música tradicional rusa, multiplica sus posibilidades en las manos de Michel.
         Se despide empuñando el saxo. Quita la boquilla del instrumento, sopla un poco y suelta dentro del tubo una frase en perfecto español: «Estoy cansado». 
         Después de la actuación de Michel Portal, escucho un tema de su álbum Burundi. Para añadir intensidad a un pasaje de La parole errante, pieza de teatro de Armand Gatti, el director de escena pone ese disco. Del saxo de Michel Portal salen sonidos inhabituales: un perro carraspea entre percusiones rápidas y emite ladridos cortos. Creo que ni Fernando Pessoa previó una voz tan diferente. 

                                                                                                                                                                                     
FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Del libro “La nota rota”; Hiperión, 2009)

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