Eva María Medina Moreno. Escritora española (Madrid, 1971). Licenciada en Filología inglesa
y diplomada en Profesorado de Educación General Básica, por la Universidad
Complutense de Madrid. Con el título del Ciclo Superior en Inglés de la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid, y The Certificate of Proficiency in English,
por la Universidad de Cambridge. Tras el Período de Docencia del Doctorado en
Filología Inglesa de la
UNED, investiga en el campo de la Literatura Inglesa del siglo XX y Contemporánea.
Trabajo que compagina con la escritura de su primera
novela.
Premiada en el I Certamen Literario Ciudad Galdós
por su relato «Tan frágil como una hormiga seca» (Editorial Iniciativa Bilenio S.L.
2010). Seleccionada en el V Premio Orola, en cuya antología se incluyó su cuento
«Mi bodega» (Ediciones Orola S.L. 2011). También han publicado sus relatos en
revistas literarias digitales e impresas de España, Estados
Unidos, Argentina, Chile, México y Venezuela, como Letralia, Cinosargo, Almiar, Groenlandia, Narrativas, o Solaluna. La revista de creación
literaria La Ira de Morfeo ha hecho un
número especial con algunos de sus cuentos.
LA NÁUSEACuando desperté ya había oscurecido. Me quedé frente al espejo del baño. Examiné mis ojos, bajando, con la presión del índice, el párpado inferior, y, después, subiendo el superior; primero el izquierdo, luego, el derecho. No vi nada para alarmarme. El blanco del ojo, normal, no tendía al amarillo, y las venas, ninguna más roja que otra. Me tranquilizaba hacer esto, como si a través de los ojos hiciera una especie de scanner y comprobase que todos mis órganos funcionaban bien.Preparé una cafetera. Mientras se hacía, pasé a la habitación de mis padres. Hacía tiempo que no entraba. Todo seguía igual; sólo el polvo se había asentado formando una capa fina, homogénea, casi transparente. Pensé en esas motas uniéndose hasta formar esa alfombra, tejida de bichos microscópicos. Miré las fotos. Mis padres parecían pedirme que les sacara de allí. Sentí escalofríos. El silbido de la cafetera me alarmó. Al salir, cerré la puerta.Con la taza de café en la mano, me acerqué a la ventana del salón. Retiré la cortina amarillenta y miré tras el cristal. El gris de las nubes se fundía con esa capa grisácea del humo de fábricas y coches. En el alféizar seguían mis plantas, algo más secas. Las observé. El verde oscuro de hojas alargadas, con forma de lanza. Un verde más claro con franjas amarillas en hojas dentadas. Espinas pequeñas, muy finas, casi transparentes, de cactus carnosos. Agujas más gruesas. Sentí un vacío pesado y una opresión de pecho extraña, como si hubiesen cosido mis pulmones convirtiéndolos en uno, y, a través de ese pulmón encogido, no podía respirar, no sabía cómo hacerlo. Abrí la ventana, asomándome. Me ahogaba. Parecía que mis pulmones se pegaban a la tráquea, replegándose. Me quedé quieta, intentando no pensar, se me pasaría.Me senté. Los olores a fritos, que subían por la ventana, dejaron de oler. El olor a antiguo de la casa se transformó en un olor insípido que desazonaba. Y los perros ladraban tanto.Cuando miré el televisor, el negro de la pantalla me deslumbró. Tenía un brillo crudo, afilado, casi insoportable. Toqué los brazos del sillón, rodeándolos con mis dedos, aferrándome al material; esa superficie pinchaba, como los pelos fuertes y duros de un jabalí disecado. Solté las manos. Las pastillas. ¿Efectos secundarios? No miraría prospectos. Se me pasaría, seguro que se me pasaría.Eva María Medina Moreno
2 Comentarios
Buenísimo Eva !!! con esas frases cortas, intrigantes, que te atrapan y quieres seguir y seguir leyendo para saber el final. Me encantan tus cuentos.
ResponderEliminarBesos Josefina
Gracias Josefina, no sabes lo que me alegra que te haya gustado tanto.
ResponderEliminarBesos,
Eva Medina.