LA CASA DE HULE por Jesús ävila Zapién

Nació en Sahuayo, Michoacán en 1964. Biólogo, poeta y cuentista. Ha colaborado en columnas semanales de los periódicos: Provincia, Tribuna y Vox Pópuli; y en la sección poética de la revista Expresión Tecnológica, del Instituto Tecnológico de Jiquilpan. Poemas suyos aparecen en el libro “Follaje de palabras” (1996). Fue premiado con mención honorífica en el certamen de poesía de los Juegos Florales Villamar, 2004.
Tiene en prensa (para su próxima publicación) el libro de narrativa: “La vida imita al arte: personajes sin tiempo”.

Algunas publicaciones en la red:
El bote de Colón: “Metamorfosis”
RASABADÚ: ¿QUÉ HAY DETRÁS DEL BIOMBO? (Página de Edgar Omar Avilés, Premio Nacional de cuento San Luis Potosí 2008): “Lío Letal”Vox Pupuli: “¡Salvemos al Amigo Lore!”

ALGUNAS PUBLICACIONES SUYAS EN INTERNET:

El bote de Colón: “Metamorfosis”
http://www.elbotedecolon.blogspot.com/

RASABADÚ: ¿QUÉ HAY DETRÁS DEL BIOMBO? (Página de Edgar Omar Avilés, Premio Nacional de cuento San Luis Potosí 2008): “Lío Letal”
http://www.rasabadu.blogspot.com/2007_08_10_rasabadu_archive.html

Vox Pupuli: “¡Salvemos al Amigo Lore!”
http://www.voxpopulis.com.mx/2009/05/personajes-de-sahuayo/







LA CASA DE HULE
    A las primeras de cambio, hubo quien le edificara casa de polietileno. Patrocinadores de sueños y de lonas dieron cabida a una esperanza; sin que los vendavales del temporal menguaran apiadados su letanía de truenos, desaguando en los hules más tristeza.
¡Margarita1 “la de las flores”!...  Punto de mira de pájaros y uno que otro malhumorado fisgón del vecindario  desdibuja su silueta taciturna por el amanecer, sentada y cabizbaja en un cajón de tabla.  La han despertado los continuos paseantes; el grito de “búsquele la etiqueta, seño”, de los vendedores de ropa de segunda, que inauguran el día colgando de los árboles del parque sus prendas “relucientes” por los colorantes. La contemplo al trotar, sudado en camiseta, desde el titubeante paso que consienten mis tenis, repelido por un vaho nauseabundo de soledad y olvido. Puedo escuchar su gorjeo mascullándome al saludo: “Que te vaya bonito”… y, de soslayo, verla agachada, sumida en esa casa inhóspita que emula con sus plásticos verdosos las arrugas del mundo; empotrada cual nido de pájaros, entre la artritis férrica de una banca oxidada.  


    No pasa un rato sin que la vea balancearse, apoyada en su bastón, al ritmo de la alocada música que ensordece la esquina; mientras deglute contra la gravedad en un plato de unicel algo que parecen rodajas de salchicha. Pretendería que el aire de estos días acuosos fuera un buen augurio para un ser terriblemente solo como ella, pero esta hipótesis que desafía al sentido común se desmantela tras la primera sílaba:
      Margarita, ¡Mira nada más como estás llena de moscas! (le digo, conteniendo a ratos la respiración).
¿Sabe qué son?, son las viudas alegres. Así les pusieron mis tíos de aquel cerro (señala hacia la población vecina de Jiquilpan).
¡Ah que Margarita!... se ve que tu estancia no ha sido del todo mal en este parque.
Sí, me gusta por ver lo verde, por lo pacífico. Y luego, ahí tengo el Módulo de policía (alza el dedo, sintiéndose amparada).
Antes de venir a parar aquí, ¿a qué te dedicabas?
Estuve con los Combonianos, los Salesianos, y luego con las Dominicas. Recogía comida que les mandaban, verduras, cebollas…
Pero, ¿quienes les regaban todo eso?
Los que vendían.
¡Ah qué Margarita tan simpática! Oye, ¿cuánto tiempo piensas quedarte aquí?
Ufff, (suspira). Mientras Dios me deje.
Por cierto, ¿qué edad tienes?
No sé. No tengo “Fe de bautismo”.
Pues, ¿de qué año eres?
Nunca me “dijieron”.
¿Podrías dar el nombre de quién te regaló esta “casa”?
Pos´ unos que la pusieron. Yo no la compré… eran dos casas, pero la otra se la robaron.  ¡Dejárselo a Dios todo!... (Pronuncia en reprimenda).
Y para qué te construían dos casas, si con una tienes.
Pa´ que me sintiera a gusto. Me quedaba en una, y si me enfadaba, me cambiaba a la otra.
¿Quién las pagó?
No, ya no han venido (responde, notoriamente incomodada).
Pero, a esta casa no le dejaron puerta. Has de sentir mucho frío. ¿Cómo le haces cuando llueve?
Me hago pa´ allá (señala el lado “cubierto” de la casilla de hule).
¿Los rayos nunca te dan miedo?
¡Me encomiendo a Dios, y a la virgen!, y al alma de esos tíos sacerdotes que tengo.
Por cierto, ¿cómo se llaman ellos?
Uno se llama Rodrigo, y el otro, se me hace que Rigoberto.
Y aquí, ¿no viene algún familiar a visitarte?
Ya van a venir. Me dijo José.
¿Quién es José?
Es hijo de mi tía Rafaela. A veces viene a visitarme, pero no está ahorita en la ciudad.
¿No te gustaría mejor que te llevaran al asilo de ancianos?
Ya fui. ¡Me metí por en medio pa´ desapartarlos! Se andaban “peliando”.
Por eso no te gustó quedarte ahí.
¡Por tanto pleito!… ¿No ha hecho la tía chilaquiles? (clama, esquivando el tema).
No, no ha hecho.
¿Si hace, me regalas?
claro, cuenta con ellos.
¿No los comen muy picosos? Me gusta que no piquen.
¿Dónde te aseas y te bañas? (insisto en el asunto antes evadido).
En el baño de las mujeres.
¡Ah, ya entiendo!, allá en el Módulo, te lo prestan.
Me quieren mucho. Y me ven bien.


1Margarita Torres Cárdenas, tal vez sea su nombre. Para el caso, poco importa. Personaje singular que ha sorteado el embate de la soledad y el tiempo, a la sombra de la magra beneficencia popular y el resguardo foliar del parque San Felipe, en Sahuayo, Michoacán, México. Tras una prolongada estancia, viviendo en la otrora “casa de aire”, frente a la parroquia (Ver LA VIDA IMITA AL ARTE. DUOLOGÍA NARRATIVA. La Náusea, 26 de noviembre del 2010), fue reubicada en una “casa de hule”, al lado sur del cuadro principal del parque, donde yace sola, desplegando una inocente simpatía que aturde la soledad del mundo con su risa. Aferrada a respirar el rancio combustible de un aire corrompido por sus propios hedores, ella persiste ahí, para contraponer el lado que la virtud desdeña tras el flash ilusorio del confort cotidiano: nimiedad portentosa que descorre una realidad más atroz que indiferente.  

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1 Comentarios

  1. Excelente y conmovedor relato Jesús.Me encanta como lo cuentas pues casi puedo ver a esa pobre mujer, su vida entera, además de sus casa.
    Un fuerte abrazo y te felicito por tu sensibilidad.

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