El espacio del Traductor. MÁS DE UN SIGLO DE POESÍA ITALIANA (X), selección y traducción de Carlos Vitale.

Foto de Ana Portnoy

Carlos Vitale nació en Buenos Aires en 1953. Es Licenciado en Filología hispánica y Filología italiana. Entre otros libros, ha publicado Unidadde lugar (Editorial Candaya, Barcelona, 2004), Fuera de casa (Emboscall Editorial, Vic, 2004) y Descortesía del suicida (Editorial Candaya, Barcelona, 2008). Asimismo ha traducido numerosos libros de poetas italianos y catalanes: Dino Campana (Premio de Traducción “Ultimo Novecento”,1986), Eugenio Montale (Premio de Traducción “Ángel Crespo”, 2006), Giuseppe Ungaretti, Gerardo Vacana, Sergio Corazzini (Premio de Traducción del Ministerio Italiano de Relaciones Exteriores, 2003), Amerigo Iannacone, Umberto Saba (Premio de Traducción “Val di Comino”, 2004), Giuseppe Napolitano, Sandro Penna, Emilio Paolo Taormina, Antoni Clapés, Joan Brossa, Josep-Ramon Bach, etc. Ha participado en festivales, lecturas y encuentros de poesía en Argentina, España, Venezuela, Armenia, Italia, Suiza, Rumania, Estonia, Grecia y Francia. Sus textos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, armenio, estonio, griego, rumano, portugués, esperanto,maltés y catalán. Reside en Barcelona desde 1981.



VITTORINO CURCI
   
fotografía extraída del Giornale Ecodiputignano

Vittorino Curci nació en 1952 en Noci (Bari).
Entre otros libros, ha publicado: Il viaggiatore infermo,L'imperfezione y L'uomo che dormiva.


POSTAL DESDE NUEVA YORK
(24 de julio de 1982)

Y hoy te hablaré
de mi angustia...

Yacía en el fondo,
misteriosa, y podía tocarla
bajando.
Pero estaba deshecha y podrida,
irreversiblemente muerta.


CARTOLINA DA NEW YORK
(24 luglio 1982)

E oggi ti parlerò
della mia angoscia…

Giaceva nel fondo,
misteriosa, e potevo toccarla
scendendo.
Ma era sfatta e putrida,
irreversibilmente morta.


 
ROBERTO MUSSAPI

fotografía extraída de narrabilando.blogspot..com

Roberto Mussapi nació en Cúneo (Piamonte) en 1952 y reside en Milán.
Entre otros libros, ha publicado: Gita meridiana, Antartide y La stoffa dell'ombra e delle cose.


EL GORRIÓN DE LESBIA

Mi corazón se apagó en su palma,
leteando entre muñeca y brazalete
y me fui, al limbo
de los no humanos, los pobres mensajeros del cielo.
Sentí que me apagaba como en ellos el cerebro
al atardecer se duerme, sin saber
si habrá otro despertar.
Era pequeño.

Rogó él, que no tenía dioses en los que creer.
Al desmayarme vi los ojos de Catulo
desorbitados y abiertos por el flujo de las lágrimas.
Las tenebrosas divinidades tuvieron pena,
el llanto de los Cupidos y de las Venus
surgió espontáneo como había rogado el poeta.
Sentí que mis pequeñas alas volvían a despertarse y vibraban
y volé, inconsciente, incólume,
atravesé el umbral que conducía al jardín
rocé el estanque de las lampreas y de los múrices,
mientras volaba vi la morena durmiente
luego todo cambió, entré en el tiempo,
la muela que oprime a los sublunares
que tienen almas individuales y meridianas,
y escriben palabras con tinta.
Las alas húmedas por la palma de Lesbia>
aún calientes del último nido
>en mí, o en el aire, las palabras de Catulo,
“animula”, había dicho, “tierna vida”,
la mía, que se desvanecía entre sus dedos
rozando los de la mujer amada.
Pero cayó en el error del poeta
que perdurar en este mundo es un don
como si no fuera un ser vivo sino un pensamiento,
antes página, voz impresa, piedra escrita.
Habría preferido apagarme entre sus dedos
en la última cuna sin canto ni voz,
antes que sobrevivir a amor y fin,
viendo a Lesbia morir, marcharse,
leer la fecha de nacimiento y muerte en una lápida
del gran Catulo, que me dio la vida
Para estar aquí, ahora, en el ultratiempo terrenal>
sólo para cantar a plena voz el fin
de los cuerpos que se abrazan con furia y sudor,
aquí, en la cima de la torre antigua
gorrión solitario, a un tímido amigo
que el tiempo que nos ilusionó en la tierra tendrá fin
y Lesbia, y Catulo, y Leopardi, en un suspiro
y la ciudad de Roma y los fatigados papeles,
me ordenarán que siga cantando.


IL PASSERO DI LESBIA

Il mio cuore si spense nel suo palmo,
le ali frullanti tra polso e bracciale
e fui già via, nel limbo
dei non umani, i poveri messaggeri del cielo.
Sentii me stesso spegnersi come in loro il cervello
di sera si addormenta, senza sapere
se mai ci sarà un altro risveglio.>
Ero piccolo.

Pregò lui, che non aveva dèi in cui credere.
Vidi svenendo gli occhi di Catullo
pieni e ingranditi dal flusso delle lacrime.
Le oscure divinità ebbero pena,
il pianto dei Cupidi e delle Veneri
sorse spontaneo come aveva pregato il poeta.>
Sentii le mie piccole ali ridestarsi e vibrare
e volai via, inconscio, incolume,
passai la soglia che conduceva al giardino,
sfiorai la vasca delle lamprede e dei murici,
vidi volando la murena dormiente,
poi cambiò tutto, entrai nel tempo,
la macina che opprime i sublunari
che hanno anime individuali e meridiane,
e scrivono parole con l'inchiostro.
Le ali umide per il palmo di Lesbia
ancora calde dell'ultimo nido
in me, o nell'aria, le parole di Catullo,
"animula", aveva detto, "tenera vita",
la mia, che gli svaniva tra le dita
sfioranti quelle della donna amata.
Ma cadde nell'errore del poeta,
che fare eterno in questo mondo sia un dono
come se non fossi un vivente ma un pensiero,
già pagina, voce impressa, pietra scritta.
Avrei preferito spegnermi tra le sue dita
nell'ultima culla senza canto e voce,
piuttosto che sopravvivere a amore e fine,
vedendo Lesbia morire, andare via,
leggere data di nascita e di morte su una lapide
del grande Catullo che mi ottenne la vita.
Per essere qui, ora, nell'oltretempo terreno
solo a cantare a piena voce la fine
dei corpi che si abbracciano in furia e sudore,
qui, sulla vetta della torre antica
passero solitario, a un timido amico
che il tempo che ci illuse in terra avrà fine
e Lesbia, e Catullo, e Leopardi, in un respiro
e la città di Roma e le carte sudate
mi ordineranno di cantare ancora.

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