EL RINCÓN DEL RELATO: NADIE (parte III), por Manuel Gris Lorente

Manuel Gris Lorente lleva escribiendo desde que tiene uso de razón, quizá incluso antes, pero como no tiene recuerdos de esa parte de la vida prefiere no arriesgarse a la hora de hacer una afirmación tan tajante. Influenciado por autores como Chuck Palahniuk, Charles Bukowski, Bret Easton Ellis, Janne Teller, Amy Hempel o Craig Clevenger su escritura está caracterizada por un uso de la locura y la anarquía literaria con la que intenta no dar pistas de qué va a pasar a continuación en sus relatos y novelas. De cuál será el siguiente paso. La escritura es una forma de escapar del mundo y lo que hay en él, de todo lo que nos para a la hora de ser nosotros mismos, tan intensa y rica, tan grande, que no sabe expresar ese sentimiento con palabras, así que no lo hace. Solo sigue adelante, sin tenerle miedo a la página en blanco, y con la seguridad de que cada letra que usa solo le da algo más de libertad.



NADIE (Parte III)

 He estado en cuerpos de mujeres de todo tipo, y he notado cómo alguien me penetraba con y sin amor, a la fuerza y con lujuria, y siempre me ha gustado. No importaba y, de algún modo, tampoco me preocupó nunca. Debía aceptar quién era en ese momento y lograr sobrevivir, como he dicho antes. Todo lo demás, no importa lo más mínimo. Pero hoy me estoy topando con algo que me supera en todos los sentidos, y que no es otra cosa como la seguridad de que si me meten un pene por el culo no me va a gustar. Además estoy seguro de que éste va a ser un día muy largo, y que voy a tener que cargar con esta cruz más tiempo del que me gustaría.

Pero, hasta que llegue la hora de la cena, hasta que reciba el premio y beba y me emborrache y, ojala sea pronto, me desmaye, tengo que continuar con este cuerpo, menos mal que hace un segundo que mi amante me ha dado una noticia de las muy muy buenas.

−Bueno, cariño, me voy a trabajar. Nos vemos a las 6, ¿oka?

Le he contestado con un susurro que trataba de ser un sí y, tras besarme apasionadamente y arañarme las mejillas con su bigote, me he quedado solo y fingiendo que estaba escribiendo. Cosa que sigo haciendo pero no por el motivo que mi amante, supongo, habría imaginado.

Mi búsqueda está siendo muy provechosa hoy, porque debido a que vivo en un año muy avanzado, y lleno de nuevas medicinas y conocimientos, he encontrado un par de libros muy interesantes en los que se habla de lo que me está pasando, y aunque sean novelas de ciencia ficción, qué coño, quizá me de alguna buena idea.

He encontrado, hasta ahora, 6 en las que el cambio de cuerpos por parte del protagonista es la columna vertebral de la historia, y además de la falta de imaginación por parte de todos los autores (que si guerras marcianas por aquí, que si amores que superan las barreras del tiempo por allá, bla bla bla), lo que me ha sorprendido ha sido que en todos los casos los agradecimientos y las bibliografías se enfocaban a una misma persona: Juancho Llor, un doctor en física de la universidad de Teruel (al parecer ahora hay una de las más importantes de España) que hace muchos años llevó a cabo experimentos en los que consiguió demostrar que otra alma, otra esencia, había pasado por el cuerpo de algunos primates. Esto lo demostraba con ejercicios prácticos en los que el simio fallaba, tras darle una radiación de rayos A (creados por el propio Dr. Llor y bautizados así por Alma), en todos los casos, sufriendo durante solamente 24 horas un severo caso de amnesia. Pasado el día, todo volvía a la normalidad y los fallos eran cosa del pasado.

Hay un par de biografías del buen doctor, así como los estudios que publicó, aunque estos últimos seguro que no entendería nada si tratase de leerlos, así que decido seguir buscando por la red, con la esperanza de poder encontrar algún video o documental que, de un modo mucho menos práctico pero al menos mucho más ágil, le diera algo de luz a lo que me está pasando.

Y suena el teléfono. Claro, no podía fallar la ley de Murphy en estos casos.

−¿Diga?

−¿Eres tú? –este tipo de pregunta yo lo colocó en el distinguido grupo de “preguntas inútiles hechas por gente aún más inútil”

−Tú eres el que has llamado a mi casa, así que creo que sí. Que soy yo.

−No –dice como si no hablase conmigo, como si hubiera alguien a su lado y juntase su conversación con él con la que está teniendo conmigo. −, no, no me refiero a tú de ahora, sino al tú de siempre. ¿Eres tú?

Vale, definitivamente me ha llamado un demente.

−Oye, voy a acabar colgando, tengo mucho que hacer y no me apetec…

−Dime solo si eres tú, o eres el que habla.

−¿Perd… −iba a preguntar un sonoro ¿Perdonaaaa?, tan gay como pudiera salirme, tratando de que el pirado que me ha llamado se dé por enterado de que no le estoy tomando en serio, pero en el último momento me ha parecido entenderle. Está hablando conmigo, no con él. Conmigo, no con Pau. –Oye, me estás preguntando si yo soy… ¿yo?

−¡Sí! –la alegría del cada vez menos loco atraviesa mis tímpanos y me hace separarme el auricular del oído, donde escapan risotadas maníacas y frases de júbilo. −¡Eres tú!, al fin, después de tanto tiempo te encontré. Los cálculos no han fallado. ¡Eres tú!
–si vuelve a gritarlo una vez más me acabaré quedando sordo.

−¿Y cómo sabes tú que yo… soy yo?

−Soy Gerard Llor, el tataranieto del que te hizo esto −¿¡Perdona!?
 −, ¿te va bien quedar en una hora?

Le contesto que en 30 minutos estaré donde me diga.

(Continuará...)

Parte I
Parte II

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