Diáspora y escritura, un relato de Luis J. García sobre una huida, por José Miguel Navas

José Miguel Navas Valera Venezuela 1992. Ha publicado tres libros de poesía en Venezuela. Ha trabajado como instructor de La Casa Nacional de las Letras Andrés Bello y para Negro Sobre Blanco grupo editorial como asistente editorial.
twitter @alasfatales









Diáspora y escritura, un relato de Luis J. García sobre una huida  
Selección y curaduría: José Miguel Navas

                             Se trata de la Diáspora venezolana única en la historia de este país, una nación que en el pasado siglo 20 recibió a inmigrantes de todas partes del mundo, e incluso fue casa de la comunidad Judía que huía del horroroso Holocausto al igual que españoles víctimas de la Guerra Civil, también de centenares ciudadanos Árabes que eligieron a Venezuela como su casa. Un país que ofrecía todas las oportunidades  para tener calidad de vida y una infraestructura en pleno crecimiento cultural y económico. Pero todo cambió con la llegada de la Revolución Bolivariana comandada por el fallecido Chávez, hoy con 20 años de régimen Chavista, Venezuela padece la mayor crisis económica de su historia, desde el 2013 hasta el 2018 se habla de más de 1 millón de  venezolanos que han huido del país, repartiéndose por todo el mundo. Y es el caso de la literatura Venezolana que se ha transformado a partir de la experiencia de la huida. 
                          Por eso les comparto un relato del escritor venezolano Luis J. García  un joven  que en su escritura narra parte de este horror de huir, actualmente vive en Ecuador, es licenciado en Artes y escribe tanto narrativa y poesía. Su poética está cargada de emocionalidad sobre lo que representa para un país como Venezuela el hecho de sufrir una inmensa ola ciudadanos que decidieron partir de su país, este joven es el vivo retrato de millones de venezolanos.

Hogar

Diría
que un día
me prometieron un
jardín de rosas
pero ni siquiera logré atravesar
este puente sobre aguas
turbulentas.
Martha Kornblith 

    I

    No pensaba quedarme mucho tiempo más en un país tan derruido e inconstante, con amnesia de historia y delirios de grandeza, sabía como un nostradamus moderno que les llegaría el día y yo; no estaría ahí pendiente para ver como se comenzaría a caer a pedazos.   
                                                     Eran las 5:00pm aun había sol en el cielo    
–sabia que una tempestad caería en cualquier momento, había renunciado a mi trabajo y con los ahorros que tenia (muy pocos a decir verdad) me planteaba  largarme de esta ciudad que era un monstruo que solo devoraba lo que se colocaba a su paso.
                                              No seré comida de citadinos, me repetía constantemente.
                            Caminé sin detenerme hasta llegar al conjunto residencial donde vivía,
                      –ya quería irme de ahí–
 no soportaba esas paredes de ladrillos y subir al tercer piso todos los días para batallar con la cerradura de la puerta que estaba tan dura como un cadáver bañado en oxido.
–Me iré–
 no lo pensé más.
    II
       Tenía a duras penas unos miserables 300.000 mil Pesos y las ganas de seguir con mi viaje buscando un nuevo hogar donde sea que  estuviese, lejos o cerca de mí. Llegué a trabajar en tantas cosas y al mismo tiempo era abusado en eso, humillado, ultrajado, rebajado y todo aquello que se refiere a la bajeza social por no tener un documento o algo que acreditara  ante los ojos de la ley que yo podía optar por los bienes de la realeza, en pocas palabras era yo un expatriado.

¡Ya basta!
               Me dije y comencé a empacar mis pertenencias,
avergonzado por nunca poder haber enviado algo de dinero a mi familia que se hundía en el barro del socialismo, el mismo barro donde los gusanos de los cadáveres de Chávez, Castro, Lenin y Marx se revolcaban convulsionando y padeciendo enfermedades por haberse consumido uno a uno a través de la historia.

III
  
  Tenía dos maletas de las cuales a una le arranque los bolsillos y como un costurero novato los adherí a la maleta mas grande, tiré a la basura cosas innecesarias y como si fuera tetris logré que todo encajara a la perfección, al final  cerré la maleta  y pensaba que la vida, mi existencia solo podía pesar máximo 25 kilos.

IV
    Mi pasaporte decía que ya estaba ilegal en el país… me importaba un carajo, hemos sido ilegales todas nuestras vidas fuckthepolicemotherfuckers. Yo iré a donde me dé la gana, perdí todo y ahora no tengo miedo de seguir perdiendo, pues he muerto y nadie puede matar a un cadáver. Mi hogar me espera,
            soy solo un peregrino.
Que busca definirse en un nuevo País.


Sobre el autor
Luis  J. García, 9 de marzo de 1995 Venezolano nacido en Caja Seca estado Zulia, Licenciado en  Artes Plásticas en la ciudad de Maracaibo pr la Universidad Católica Cecilio Acosta. Actor de teatro en formación, e ilustrador, actualmente reside en Quito Ecuador. IG li.go

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