Rolando Revagliatti nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, República Argentina. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos y relatos y quince poemarios, además de otros cuatro poemarios sólo en soporte digital. También en edición electrónica se hallan los Tomos I, II, III y IV de; “Documentales. Entrevistas a escritores argentinos”. Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en http://www.revagliatti.com. Ha sido incluido, entre otras, en las siguientes antologías: “Dramaturgia Latinoamericana: Argentina” (en República Dominicana, 2008); “Minificcionistas de ‘El Cuento’ Revista de Imaginación” (en México, 2014); “Poesía Argentina Año 2000” (selección de Marcela Croce, 1999), “El Verso Toma la Palabra” (México, 2010).
“Con la sangre no discuto, ni aun metafóricamente”
Rafael Felipe Oteriño nació el 13 de mayo de 1945 en La Plata, capital de la provincia
de Buenos Aires,República Argentina, y
reside desde 1971 en otra ciudad
bonaerense: Mar del Plata. Es Abogado por la Universidad Nacional de
La Plata, habiendo, además, realizado estudios de Letras en la
Facultad de Humanidades de dicha universidad. Ha sido profesor
titular de Derecho Civil III y de Derecho Privado en la Universidad
Nacional de Mar del Plata, y Profesor Emérito de Contratos en la
Universidad FASTA. Ejerció la magistratura en los cargos de Juez de
1ª Instancia en lo Civil y Comercial y de Juez de Cámara Civil y
Comercial, en el Departamento Judicial Mar del Plata. Entre otros, en
el género poesía ha recibido los premios del Fondo Nacional de las
Artes (1966), “Pondal Ríos” de la Fundación Odol (1979), Primer
Premio de Poesía de la Secretaría de Cultura de la Nación
(1985-1988), “Konex” de Poesía (1989-1993), “Consagración”
de la legislatura bonaerense (1996), Gran Premio de Honor de la
Sociedad Argentina de Escritores (2019). Es Miembro de número y
Secretario General de la Academia Argentina de Letras y Miembro
correspondiente de la Real Academia Española. Con Carmen Iriondo ha
traducido del inglés una antología de la poesía del poeta polaco
Czeslaw Milosz, que fue publicada en la revista “Hablar de Poesía”.
Codirige la colección Época de ensayos sobre poesía de Ediciones
del Dock, en la que ha publicado “Una conversación infinita”
(2016). La Editorial Vinciguerra publicó su ensayo “Del hablar
en figuras” (2016). Su poesía se encuentra reunida en
“Antología poética” (FNA, 1997), “Cármenes”
(Vinciguerra, 2003), “En la mesa desnuda” (Ediciones al
Margen, 2008), “Eolo y otros poemas” (Editorial Brujas) y
“Poemas escondidos y un epílogo”
(Lágrimas de Circe). Poemarios publicados entre 1966 y 2019:
“Altas lluvias”, “Campo visual”, “Rara
materia”, “El príncipe de la fiesta”, “El
invierno lúcido”, “La colina”, “Lengua madre”,
“El orden de las olas”, “Ágora”, “Todas
las mañanas”, “Viento extranjero”, “Y el mundo
está ahí”.
1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de
qué se trataba?
RFO:
Debo retrotraerme a mis doce o quince años, en La Plata, a un
día violento de otoño en el que las hojas de los plátanos volaban
y se arremolinaban en la vereda con el anuncio de una tormenta
inminente. Ahí me cayeron unas primeras líneas que bosquejaban la
idea de un mundo sustraído de su orden, arrebatado por el torbellino
del viento y seguido en mí de algo interior parecido a un reclamo de
piedad. No hago esfuerzos por recordar esos
versos (más bien, hago el esfuerzo de olvidarlos), ya que dicho
primer intento no era más que una expresión subjetiva y no la pieza
literaria y susceptible de compartir que constituye un poema.
2:
¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo
con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
RFO:
Con la lluvia y las tormentas tengo un sentimiento dual: por un
lado, me encantan, en cuanto a voluptuosidad, energía e ímpetu; por
otro, me sobrecogen porque, mientras duran, me dan la impresión de
que han venido para quedarse. Tal vez se filtra en esto último el
recuerdo de la vieja casa de mi infancia, de techos altísimos y
azoteas embaldosadas, en la que con cada tormenta no faltaba la
gotera insidiosa quebrando, como un intruso, la vida doméstica.
Las
otras propuestas son variadas. Vayamos de a una. Con la sangre no
discuto, ni aun metafóricamente; está ahí, como un río vital y yo
me limito a dejar que siga cumpliendo su tarea. La velocidad no me
seduce si no es como condición para que
las cosas anheladas ocurran más pronto. Y a las contrariedades las
tomo como parte de la vida: una tarea a afrontar.
3: “En este rincón” el romántico concepto de la
“inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo,
William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero
nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?
RFO:
Por su larga tradición literaria, la palabra inspiración tiene
un lugar ganado que no voy a controvertir. Podría sustituirla por
las expresiones “precipitado psíquico”, “tropel de palabras”,
“don”, “dádiva”, “estado de inocencia”, que marcan, de
igual manera, la libertad imaginativa y el afán constructivo que son
antesala del acto creador. Lo que tengo
claro es que sin ese disparador la escritura de poesía demora su
inicio. Pero tampoco apuesto todas mis fichas a su aparición
inconsciente. Creo que la obra de creación es fruto de un don y una
tarea; que el poeta es “tocado” por la poesía y que es,
asimismo, un artesano de la lengua. Lo que se expresa de manera
bastante adecuada diciendo que la obra “nace” y “se hace”. Y
arriesgaría que este último factor es insustituible, pues durante
el “quehacer” el autor calibra la potencia del material recibido
en bruto, examina la originalidad de sus contenidos, se impone una
estrategia y una dirección, basado en su experiencia en cuanto a los
límites del lenguaje y a sus propios
límites.
4: ¿De
qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
RFO:
Me gustan los libros de memorias y los diarios de escritores, en
cuyas páginas podría rastrear “avatares”, pero lo cierto es que
me detengo más en las obras que en el anecdotario sobre sus vidas.
Incluso, te diría que cuando sus aventuras y/o peripecias se
sobreponen a la obra y tienden a reemplazarla, el autor deja de
interesarme en relación directamente proporcional al hecho. Pienso,
por caso, en la vida de H. W. Auden, de quien hay bastante material
sobre sus aconteceres, desplazamientos y amores, pero que no llegan
—en mi caso, al menos—, a desplazar el interés por sus poemas
capitales, a los que vuelvo una y otra vez, ya estén situados en
Oxford, Hamburgo, Cintra (Portugal), Viena o Nueva York.
Admito
dos excepciones a esta regla y ellas son: Rimbaud y su corta vida de
disconforme social tanto antes de escribir sus tres obras capitales
como después de renunciar a la literatura, y Oscar Wilde, con sus
humoradas de dandy, que son toda una celebración de la
inteligencia (aunque, a mi juicio, en la medida que el testimonio
proviene de sus propias páginas, también forma parte de su
literatura).
5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te
hayas escuchado divulgar?
RFO:
Me encantan los refranes por esa cualidad que los hace surgir de
los labios en el momento preciso en que
la ocasión lo requiere. “No hay mal que por bien no venga”
(la aceptación de lo irremediable); “En casa de herrero,
cuchillo de palo” (la condición insustituible de la
experiencia); “No por mucho madrugar se amanece más temprano”
(el valor del azar y lo imponderable); “Al mal tiempo buena
cara” (la voluntad como conducta); “A caballo regalado no
se le miran los dientes” (la gratitud); “Cada loco con su
tema…” (vivir y dejar vivir); “Cuando el río suena,
piedras lleva” (el valor de lo secreto); “Donde hubo fuego
cenizas quedan” (el tesoro de lo vivido); “Genio y figura
hasta la sepultura” (la huella de la estirpe); “Lo cortés
no quita lo valiente” (la sociabilidad ); “Ojos que no ven
corazón que no siente” (la lección de que no todo puede ser
dicho ni es bueno oírlo todo). Y podría seguir.
6: ¿Qué
obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido?
¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de
perplejidad?
RFO:
Debo decir que las obras que más me han estremecido son: “La
Odisea”, los diálogos platónicos, “La Divina Comedia”,
“Don Quijote de la Mancha”, nuestro “Martín Fierro”,
la poesía de Borges y de Czeslaw Milosz. En estado de perplejidad
(si por esto entendemos duda, incertidumbre, confusión), el “Ulises”
de James Joyce; si, en cambio, le damos la acepción de sorpresa,
asombro: el poema “Un coup de dés” de Stéphane Mallarmé
y la música de Gustav Mahler, particularmente el Adagietto de la
Sinfonía nº 5.
7:
¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas
sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?
RFO:
No sé si será por autocompasión o por sabia distribución de
los recuerdos, pero no me viene a la cabeza ninguna situación
irrisoria de la que haya sido protagonista. ¡Aunque sí, ahora me
llega una de mi más remota infancia!: cuando en la plaza de mi
barrio, ante la mirada de la chiquilina que me quitaba el sueño,
patee una pelota y se me fue el zapato con el impulso.
8: ¿Qué
te promueve la noción de “posteridad”?
RFO:
Algo ulterior reservado para los otros, pero de modo muy
críptico. Un espacio que no parece ser muy amplio, ya que no todos
tienen cabida en él. Hay poetas a los que les es dada sólo por un
poema o por una línea (“Música porque sí, música vana…”,
Conrado Nalé Roxlo). A la mayoría les es negada esa misteriosa
suerte.
9: “¿La
rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
RFO:
No necesariamente me aplastan. Por lo normal, me muevo cómodo en
ellas. Me gusta volver a los mismos sitios, releer los mismos poemas
y conversar con las mismas personas. Siempre descubro nuevos
perfiles, otras inflexiones, una renovada riqueza en los
reencuentros.
Las
colas en los bancos y oficinas, en cambio, con su cuota de
expectación y desvelo, esas sí me abruman. Solo las sobrellevo
suscitando animosas (tanto como efímeras) tertulias con los otros
abnegados penitentes que me preceden o con los que me siguen
en la espera.
10:
¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación
perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español
Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un
amaneramiento”.
RFO:
Como cristalización de una modalidad de escribir puede
constituirse en una limitación en la trayectoria del escritor (en un
“amaneramiento”, como dice el escritor y periodista español).
Pero esto ocurre cuando se apaga la inventiva y el escritor persevera
en una retórica que ya no aporta sorpresa ni novedad ni mérito.
Esto produce obras que no son otra cosa que un calco de lo ya hecho.
Desde
otro orden más valioso, el estilo (de stilus, punzón para
escribir y, por derivación, marca, señal) es un código de
identificación y, para el escritor, una conquista: la posibilidad de
ser destacado por su peculiar uso del lenguaje, de entronizar un
horizonte comunicativo propio, de darle oportunidad al lector de
saber a qué atenerse al tiempo de elegir sus lecturas.
11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te
despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan
instantáneamente?
RFO:
Rechazo la mentira, la indiferencia, la mezquindad, el
pensamiento único. Pero me cuido de ser violento, pues allí es
donde se acaban las palabras. Entre las ramas de la filosofía y, por
ende, del comportamiento, que más me interesan está la
hermenéutica. Amo,
pues, los detalles, “los divinos detalles” de los que
hablara Vladimir Nabokov para la literatura.
Y entre
los sucesos que me hartan, pongo a la cabeza las peroratas de
aquellos que, por falta de argumentos, derivan en la gesticulación y
el grito. No tolero a los gritones. Por el contrario, soy proclive a
gustar de la vida a través de un cierto pathos (expresión
tan difícil de definir, pero que, para mi economía, la traduzco
como un cierto dramatismo interior ante el misterio del otro y de lo
otro).
12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia
compartirías con nosotros?
RFO:
No lo dudo: yo, niño de cuatro años, en el campo, con boina
negra y faja de igual color en la cintura, montado en el caballo
alazán que me regaló mi padre (al que bauticé, apenas lo vi, con
el nombre “Rubio”, por mi ignorancia sobre el pelo de los
caballos).
13: ¿En
los universos de qué artistas te agradaría perderte (o
encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías
para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de
algún otro modo?
RFO:
Me hubiera gustado acompañar a Don Segundo y a Fabio Cáceres
durante su arreo de ganado por los pagos del Tuyú, dormir junto a
ellos a cielo abierto, observando las estrellas y oyendo el rumor
sordo de los animales sobre la tierra (“Don Segundo Sombra” de
Ricardo Güiraldes). Luego, más ambicioso, viajar con Odiseo por
todo el Mediterráneo durante el camino de su regreso a casa, pero
sobrevivir, eso sí, como él, a las peripecias de la aventura (“La
Odisea”).
14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las
sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te
resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún
criterio, orientación o sentido?
RFO:
Es lo que, no sin laxitud, denomino “lo indeterminado” (el
ápeiron griego), aludiendo con ello al
material del que se vale la poesía para dar estatura verbal a
lo que de indecible, tácito e inexpresable tiene el mundo en que nos
movemos. Todas esas instancias son estaciones y disparadores de la
poesía, entendida como la operación de esclarecimiento y puesta en
acto de lo que carece de una definición concluyente. Todas ellas
permiten repetir con Rimbaud: “Je est un autre”,
“Aquí no hay nadie y sin embargo hay alguien”.
15: ¿A
qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el
ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
RFO:
Como le escuché decir cierta vez al poeta Alberto Girri, “De
ese lado no duermo”. Por lo que me cuesta destacar un artista o
una obra en la que primen dichas expresiones. Exceptúo de este
rechazo al “ingenio”, que, por el contrario, sí me seduce, y que
tiene la virtud de conducirme, inevitablemente, a un nombre y a una
obra que son su paradigma: Cervantes y El Quijote.
16:
¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones
preferís?...
RFO:
No aprecio la efusividad sentimental, la incontinencia verbal, la
teatralización de los afectos. Estoy formado en una ética austera
que traza una línea entre la vida privada y la pública.
En
cuanto a las imprecisiones preferidas, destaco aquellas que son fruto
de los matices, de las distintas gradaciones del color, de los
claroscuros de la emoción. Me refiero al horizonte de lo aún no
pronunciado.
17:
¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o
valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere?
¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
RFO:
Fui durante más de treinta años funcionario judicial y esto me
adiestró en tratar de ser ecuánime y en poner humildemente en
práctica la levinasiana responsabilidad anterior, preexistente, ante
el otro (Emmanuel Lévinas). Y mi poesía se llevó bien con esa
conducta, ya que me acostumbró, a su vez, a prestar atención a lo
distinto —aún más, a interesarme por lo distinto—,
como provechosa lección para reflexionar y a la cual —como un
deber— adaptarme.
18: ¿El
mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo
afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
RFO:
No el mundo, sino, en todo caso, ciertos episodios, temperamentos
y etapas del mundo. La crisis económica del ‘30 y las casi
inmediatas guerra española y segunda guerra mundial fueron, sin
duda, algo detestable, en las que se vieron las peores caras de la
criatura humana. Pero el mundo tuvo y tiene otras caras más dignas.
Pensemos en la mirada —contemporánea de
aquellos sucesos— de Nikos Kazantzakis, oponiendo a la tragedia la
ternura vital de “Zorba, el griego”. O en esta otra gema
de conciliación y esperanza que afirma: “De vez en cuando la
vida / toma conmigo café…” de Joan Manuel Serrat.
Tengo
una visión más positiva que la propuesta por “Cambalache”. Pero
no voy a refutar a Discépolo. El poema tiene
una unidad semántica, sonora y estilística que hacen de su reproche
social una “verdad” de probado valor artístico. Entiendo, no
obstante, que lo suyo fue una respuesta puntual a hechos y
circunstancias también puntuales, que universalizó a fin de darle
mayor impacto a la emoción.
19: Por
la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de
todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
RFO:
Sócrates, Jesucristo y Leonardo. Tres esferas bien distintas
(introduzco también la dimensión trascendente) en las que
encuentro valores que me asisten y me fascinan: Sócrates por la
fidelidad a sus convicciones, Jesucristo por instaurar la doctrina
del amor y Leonardo da Vinci por apostar su potencia creativa a la
carne y a la geometría con la misma intensidad.
20:
¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?
RFO:
No sé si “a mandíbula batiente”, pero
sí con probado encanto, en mi infancia estuve más inclinado a reír
con Laurel y Hardy que con Chaplin. Ahora la preferencia se ha
invertido y es Chaplin quien me produce mayor contento. Eso sí: con
la atención creciente puesta en el humor cultivado
y acrobático de Buster Keaton.
21:
¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o
advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos
constituya un ideal?
RFO:
Con resignación y alguna cuota de humor, ya que a esta altura de
la vida sé muy bien que los ideales no siempre se alcanzan. Que son
metas, vislumbres, puertos. Que su mayor virtud es la de imponer un
rumbo (como la de esos faros que no evitan los naufragios, pero
ayudan a continuar la navegación).
22: El
amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política…
¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?
RFO:
Con el amor, bien: creo que sé querer y siento que soy querido
(aunque de nada de esto hago una manifestación). Contemplación es
lo que hago a diario (frente a la naturaleza, ante las personas y los
sentimientos, desarrollando la experiencia de las formas simbólicas).
Con el dinero nunca se sabe, pero como soy sobrio no siento
carencias. La religión es el gran horizonte: la palabra misma
encierra en su raíz latina una acción que me reconduce: religare.
Y, por fin, con la política no he mantenido otro vínculo que el de
procurar comportarme como buen ciudadano, atento a mis deberes y
celoso de mis derechos.
23: ¿A
qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films,
esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o
arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
RFO:
En primerísimo lugar: a un programa televisivo conducido por un
gritón que desde hace años festeja falazmente a sus participantes y
con igual énfasis se burla de ellos, antes,
durante y después de sus números de danza.
24:
¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona
transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor
nostalgia o cariño, y por qué?
RFO:
El corto tramo que va desde la calle 7 y 61 de La Plata, en donde
estaba mi casa familiar, atravesando la Plaza Rocha hasta la diagonal
78 entre 5 y 6, donde vivía mi amigo Horacio Castillo. Tanto de ida
como de vuelta, infinidad de veces transitamos ese recorrido para
compartir una lectura, leer un poema recién
escrito o confiarnos algún secreto —normalmente feliz— de
nuestras vidas.
v25:
¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el
sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la
autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos
que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo,
una microficción.
RFO:
Ay, Rolando, me ponés en un brete. No soy proclive a los juegos
de ingenio ni a las adivinanzas. Las palabras son para mí un mundo
dentro del mundo. Hablan de las cosas, pero no son las cosas. Dejo
que sean ellas las que me visiten, para recién luego comenzar
yo mi labor. De don y trabajo, he hablado
antes, con la mira puesta en conferirle forma verbal al impulso que
me lleva a escribir. Me quedo, pues, del lado de Dylan Thomas,
cuando muestra asombro (él le llama “enamoramiento”) frente a
las palabras: “Ahí están ellas, aparentemente inertes, hechas
de blanco y de negro, pero de su propio ser surgen el amor, el
terror, la piedad, el dolor, la admiración, todas esas abstracciones
que hacen peligrosas, grandes y soportables nuestras efímeras vidas”
(“Manifiesto poético”)
26:
“Donde mueren las palabras” es el título
de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por
Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?
RFO:
En las zonas bancarias, al mediodía, cuando lo único que parece
importar son la suma y baja de las cotizaciones
en las pizarras de la Bolsa y los sueños profanos de sus
intérpretes. Pero también mueren en las páginas mal escritas, en
las obras traducidas sin rigor y en la
impotencia de la propia lengua para elaborar la palabra que
falta.
27:
¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas
en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
RFO:
Sí, puedo. Las obras me deslumbran por su capacidad retórica y
por la imaginación que despliegan. Cuando esto se cumple, me rindo
ante su presencia y en mi interior siento crecer un
entusiasmo que se expresa muy bien con la palabra
“admiración”.
28:
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que
corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos
te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—,
y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
RFO:
Siento desilusión y trato de comprenderla. Luego vendrán otros
resortes del espíritu menos nobles que me llevarán a imaginar
intenciones ocultas (que normalmente cierran en algo mucho más
simple: se olvidó). Pero lo cierto es que difícilmente puedo borrar
del todo ese olvido: su mutismo ulterior queda flotando en mí con la
fuerza de una interrogación.
29: No
concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
RFO:
Admiro a los dotados de gran inteligencia, rica sensibilidad,
probada maestría, vasta cultura, sano liderazgo. Y entonces aparecen
en desordenado tumulto: Georges Steiner, Simone Weil, René Favaloro,
Jorge Luis Borges, José de San Martín.
30:
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y
entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
RFO:
Pienso que ambas cosas: me pertenecen y soy movido por ellas.
Aunque debo decirte que me veo menos sujeto a las pasiones (en cuanto
fiebres o fanatismos) que a los entusiasmos (más próximos al buen
ánimo y la alegría), seguramente por la contención que opera en mí
en cuanto a los excesos. Las pasiones son más fuertes y duraderas
que los entusiasmos, aunque las dos confieren una vitalidad que
me impulsa a ir más lejos.
31:
¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
RFO:
Me viene uno a la mente: el artista plástico británico Damien
Hirst, que expuso un tiburón dentro de una caja de vidrio con
formol. Comprendo que la novedad y la sorpresa son componentes del
fenómeno artístico, pero creo advertir que algunas modalidades del
arte conceptual y de las instalaciones abusan de la idea como arte,
descuidando el valor atinente a la realización en sí de la obra. De
todos modos, la exaltación de la obra de arte nunca es perniciosa,
pues el tiempo se ocupa de poner las cosas en su lugar.
32:
¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El
amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el
poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?
RFO:
No creo que el amor sea “por naturaleza” asimétrico. Dicha
condición ha de ser, a lo sumo, uno de los tantos episodios del
amor. Extremar el punto de vista es uno de los recursos de la
construcción poética y de todo el arte en general, con el objetivo
de ensanchar el escenario de expectación. Seguramente, eso es lo que
hizo Luisa Futoransky.
33: ¿El
amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el
crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?
RFO:
El amanecer, soy diurno. Mis horas preferidas son las de mayor
luz natural, cuando todo parece comenzar o recomenzar. Flaubert
escribía durante la mañana, dormía una corta siesta y luego
corregía lo escrito durante la tarde y hasta muy entrada la noche.
Yo veo con simpatía esa modalidad, solo que siesta no duermo y que
pongo término al día antes de la medianoche. La caída del sol me
estimula para la conversación.
34:
¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por
artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?
RFO:
Recuerdo con felicidad de oyente la reunión cumbre entre Astor
Piazzolla y el saxofonista Gerry Mulligan, allá por los años ‘70,
y la más reciente entre los tres tenores Luciano Pavarotti, Plácido
Domingo y José Carreras. Me gustaría asistir a otras que idealizo:
la de Sócrates y Platón, la de Keats y Shelley, la de Michel de
Montaigne y Étienne de La Boétie. Y aquella también eminente
(epistolar en su última etapa) entre Walter Benjamin y Theodor W.
Adorno.
35:
Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?
RFO:
No soy ajedrecista; observo el juego
desde afuera, pero siempre me ha seducido ese modo pacífico de
concluir la partida que es “hacer tablas”. Lo tomo como una
invitación a reiniciar la partida.
Traslado
esa figura a la vida y me consuela con su imagen de no vencer y no
ser derrotado. Hacer tablas, empezar de nuevo, mover otra vez los
peones. El misterio se mantiene intacto.
Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Mar del Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 415 kilómetros, Rafael Felipe Oteriño y Rolando Revagliatti.
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