"Comiendo Pelos como Herejía Poética" V aniversario.

Cinco años han pasado desde que el malogrado José María Pinilla aceptara publicar el poemario "Comiendo Pelos como Herejía Poética". Un poema especial de cuarenta páginas escrito a dos manos. 
Hoy os presentamos un compendio de textos que fueron publicados a tenor de su edición en 2008. Con ello pretendemos por una parte homenajear al editor y amigo José María Pinilla, a la par que conmemoramos la efemérides de este proyecto singular.













Némesis

Hacia principios de 2007, decidimos Marian Raméntol y yo en una extraña noche alucinatoria, que debíamos emprender un proyecto literario juntos. Un proyecto que debía estar alejado de lo que se denomina poesía o prosa formalmente.
Quizá deba buscar los antecedentes cuando Marian me comentó que no se sentía demasiado cómoda con la prosa que escribía, y que sin embargo tenía muchas ganas de escribir algún relato o cuento. Nos encontrábamos en una tasca de vinos en Barcelona, allí por el casco antiguo y entre queso, jamón y vino, empezamos un experimento por pura diversión que consistía en convertir unos versos de Marian, en un relato corto. Nos reímos, bebimos, comimos, bebimos, creamos, bebimos ... y no recuerdo mucho más.
Tiempo después, recobramos ese mismo experimento y empezamos a escribir unos cuantos versos a cuatro manos. Sin darnos cuenta, emprendimos un viaje inconsciente en el que después de cenar, recitábamos poemas de autores que nos gustaban o algunos propios, veíamos películas, escuchábamos música y sobre todo escribíamos. De todo ese material disperso y bastante caótico, empezó a nacer el caldo de cultivo del particular mundo que terminaría por llamarse  “Comiendo Pelos como Herejía poética”.
A mí particularmente, siempre me ha gustado trabajar con el material sacado del inconsciente, accediendo a él mediante sueños, meditación o “sustancias” que favorezcan el llamémosle “contacto”, y más tarde trabajar todo esto mediante “cut up”, escritura automática etc ...
Gentileza de Blanca del Rey
Marian en cambio, ataca su trabajo de una forma mucho más racional, con su libreta en ristre, apunta absolutamente cualquier frase que le parece ingeniosa, para después desgranarla y digerirla en su particular taller literario. El resultado de nuestras sesiones fue un compendio de ambos métodos. Podríamos decir que sistematizamos el caos.
A mediados de 2007 el proyecto ya tenía nombre, y un tono oscuro y existencial muy marcado. En ese punto, empezamos a pensar qué haríamos con esos versos, cómo lo publicaríamos o cómo íbamos a parir aquel engendro. Pensamos en sacarlo a la luz mediante las nuevas tecnologías, pero también en publicar un libro de forma más tradicional si encontrábamos a alguien suficientemente perturbado como para acceder a ello. Nuestro hombre era José María Pinilla, poeta y editor que lleva años metiendo caña con una poesía arquitectónica increíblemente bien articulada, cuya amistad con Marian se remontaba años atrás con la fundación del grupo de poetas “Laie”.
Nuestros temores se fundaban en si José María accedería a publicar a nuestro monstruo y en si encontraría apropiado aquel experimento poético para su editorial. Todo hay que decirlo, José María cuida al milímetro sus ediciones, las mima como si se tratara de sus propios textos. Así que temíamos que si no le apetecía el proyecto, no lo aceptaría.
Para nuestra sorpresa José María se mostró encantado, nos profesó en todo momento un delicado afecto, podríamos decir que nos mimó como a los mismos libros que publica en su editorial Atenas.
La dedicación del libro fue tarea facil. Roberto Cantele es un poeta chileno con una voz oscura y desesperada que sin embargo suda sensibilidad por todos sus versos. El mismo día en que Marian me leyó sus poemas, me enamoré perdidamente de su trabajo (poco sabía yo que algún tiempo después lo terminaría considerando un amigo). Marian llevaba tiempo manteniendo con él una relación poética a distancia, pero no por eso menos intensa. Pensamos, por nuestra afinidad con sus textos y con su persona (dotada con un corazón más grande que todo Chile) que si alguien conectaría completamente con los entresijos oscuros del texto, éste sería Roberto. 
Gentileza de Blanca del Rey
Con el libro casi empaquetado, pensamos en un prólogo, o mejor dicho en un prologuista. Y ahí apareció Andreu Navarra, con el que me une una profunda amistad de hace años, borracheras filosóficas y un grupo de música, entre otras miles de cosas. Andreu es un tipo brillante, un escritor honrado, y en estos tiempos en que la “popularidad” parece ser el único caramelo deseable, esto se torna una virtud inestimable. Participa en innumerables publicaciones en la red y en papel, esparciendo su sapiencia de filólogo, y ha publicado poemários y cuentos en diversos formatos y editoriales. Estos últimos, deliciosamente perversos, de los que no te dejan indiferente vamos. Como decía, nos une también un grupo de música, Entropia. En él, toca la batería y yo la guitarra.
Le propuse hacer el prólogo una tarde en el ensayo, lo primero fue partirse el culo claro, pero luego frunció las cejas y se puso a calcular. Todos vamos faltos de tiempo, así que hay que calcular, siempre calcular. Aceptó sonriendo y le pasamos el libro.  El resultado fue ese delicioso prólogo que abre "Comiendo Pelos como Herejía Poética" y por el que le estaremos siempre agradecidos.

Cesc Fortuny i Fabré, Barcelona, 2009


Cuando la detonación ha terminado


    Debo presentar sumariamente al lector este producto de dos personas que conozco demasiado, así que de antemano confieso que, pese a que pocas cosas podrían haberme ilusionado más que prologar este libro, soy el peor de los prologuistas que los autores podrían haber elegido para la ocasión. Para empezar conozco mucho mejor a Cesc que a Marian, y esto constituye una injusticia de base que consigno antes de empezar para tratar de paliarla. Me hubiera gustado empezar estas notas con la siguiente frase: “Qué decir de estos dos pájaros que me ha tocado presentar”, para a continuación tratar de realizar un esbozo esencialmente autobiográfico cuyo objetivo habría sido indicar al lector la importancia real de los dos personajes aquí autores firmantes de este libro, en un tono o prejuicio festivo que no podrá ser por razones que aduciré a continuación.

    Tengo pendiente escribir una novela o nivola o biagrufía sobre Francesc Fortuny, una persona que, cuando yo era poco menos que un rorro vital, me enseñó, por ejemplo, lo que era la Amistad, así, con mayúsculas. Lo que este hombre que transpira creatividad por todos sus poros es en realidad (se trata de uno de los músicos más interesantes que viven hoy en Barcelona) no puede explicarse en un mero prólogo o presentación de libro, donde no toca o, mejor dicho, no cabría él.
Un día me llamó Marian por teléfono y me comentó que habían pensado en mí para prologar un texto de naturaleza poética en el que habían estado trabajando. También me dijo que este texto era “pura dinamita”. Sí, creo que fue exactamente así: “El texto es pura dinamita, hemos pensado que, si no tienes mucho trabajo, podrías prologarlo”. Cuando conocí a Marian (fui invitado a su casa para pasar un Fin de Año y me encontré, sobre la cama que se me había asignado, un pijama limpio, calcetines de mi talla, un juego completo de aseo personal que incluía cepillo de dientes nuevo y utensilios de afeitado) me pareció una persona maternal y metódica en todos los sentidos desmentidos por su poesía más bien frenética.

 Cesc me lo pidió personalmente una tarde y desde entonces he esperado a que me enviaran la dinamita con unas expectativas que se han visto totalmente alteradas por la lectura de Comiendo pelos, lo cual ya es un tanto a favor suyo. Así que, como estaba tan absolutamente enterrado en trabajo burocrático (hasta tal punto que lo mejor era agravar la situación emprendiendo la redacción del presente prólogo) empecé con un tono muy distinto al que tenía pensado.
Pero, en fin, vamos a intentar levantar el desastre.
Había pensado empezar explicando cómo conocí a estos dos amigos para luego celebrar lo que creí que sería una fiesta burlesca de lenguaje, pero desde la cita inicial de Mateo y los primeros versos fui dándome cuenta de que de dinamita, poca, y de que las cosas eran más serias de lo que me había imaginado. Una profunda desolación reina en el poema, y viene a ser su significación primera y esencial, si es que tiene alguna, cosa que no podría afirmar sin cierto riesgo.

Más que ante un libro de poemas, creo que nos encontramos ante una bitácora de pequeños fragmentos de meditación que a su vez son partículas de una pesadilla filosófica.  Los elementos o imágenes o fragmentos gramatológicos que más efecto producen son precisamente los menos efectistas, creo, los que proceden de la reflexión al borde del abismo y no de una intención de construir un verso con las armas involuntarias o no de todo constructor de versos. Algunos de los versos, tomados sin contexto, constituyen auténticos aforismos, como por ejemplo: “la humanidad se está suicidando / en defensa propia”.

No veo ritmo, interés por fraguar metáforas estilísticamente perdurables (es decir, nos hallamos ante una lengua en plan Breton), y sí dislocación en bruto, un léxico pensado para desaforar las asociaciones tópicas del discurso poético. Pero en ningún caso la voluntad de estridencia a que me tenían acostumbrados tanto Cesc Fortuny como Marian Raméntol. Sé que desde hace años Cesc se dedica a estudiar en profundidad todas y cada una de las tradiciones religiosas que considera mínimamente honradas (chamanismo, iluminismo, quietismo, satanismo, hermetismo, Jung y el Tarot). Yo confieso que estos temas, como materia de estudio, me causan cierto repelús, aunque como material poético se revelan de gran legitimidad. En el caso de Cesc, combinar estos elementos con la perversidad de las cancioncillas que va colgando aquí y allá en Internet, o con la fuerza vomitiva de su podresía, resulta un acierto indudable.
Marian escribía como si le estuviera explotando la cabeza. Este libro lo ha escrito, según creo, desde una honradez existencial que sólo puede proceder de quien visita la casa quemada y reconoce sus cosas del pasado, pero calcinadas.

Creo que trabajar juntos les ha enseñado a restar para sumar, a pulir para expresar con más matices.
Es más, con su permiso, me atreveré a decir que lo mejor de su libro a cuatro manos procede de la inspiración con que expresan desconsuelo metafísico, y no tanto de pasajes en que la voluntad de deslumbrar a través de un virtuosismo imaginista irracional que resta valor al conjunto, por innecesario. Saltar al vacío es tan arriesgado como necesario, pero a veces comporta que un texto literario contenga fases de máxima inspiración o intensidad con momentos algo menos logrados.
Hubiera preferido un lenguaje más ceñido al tono, más sintético, un trabajo más consciente de los elementos llamémosles cotidianos con que se expresa desazón existencial, al fin y al cabo, la motivación temática de Comiendo pelos.
Quizás detrás de estas palabras broncas se oculte un dolor que no ha podido ser expresado más que de la forma acumulativa en que lo ha hecho. Mezclar la reflexión sobre Dios con las imágenes del alterne nocturno y la drogadicción, así como con imágenes procedentes del tedio doméstico más brutal

(El sol se muere un poco cuando me mira,
mientras espero en la lavandería
a que mis miserias acaben el programa de prelavado.)

me parece el recurso más logrado de la particular jerga empleada por los autores.
Conociendo la poesía anterior de ambos, deben de haberse esforzado por depurar al máximo su estilo, si es que alguna vez quisieron forjar alguno. Antes, la eficacia de los versículos de Marian Raméntol procedían de una lengua torrencial que encadenaba no ya símbolos sino autenticas baterías antiaéreas de metaforrea ilimitada. Ese lanzamiento libre de dinamita, pese a la afirmación telefónica de la propia Marian, yo no he sabido encontrarlo en el presente libro. Y esto es un elogio, que conste.
Esto no significa que Comiendo pelos no se relacione con los explosivos. Me atrevo a pensar que, de algún modo, al fraguar un idiolecto religioso y paramístico, los autores inauguran un nuevo modo de proceder para el que los restos de su anterior estilo son interferencias. 
En realidad, este poema podría haber sido prosa privada y haber formado parte del epistolario de dos discípulos de Pascal totalmente borrachos y trasladados a nuestro pobre siglo, en el que parece que las gentes ya no pueden pasarse sin los fármacos enumerados en el texto, casi todos relacionados con la depresión, la angustia y el dolor. Esta bastardía de género, esta parentela con la prosa de pensamiento, le sienta bien al texto y explica el absoluto desdén por el rigor formal de los versos.
    Por lo demás, que le den al rigor si un libro nos permite explorar zonas desconocidas de nuestro dolor humano.

Andreu Navarra, Enero de 2008


Las comparaciones no son odiosas

  Comiendo Pelos como Herejía Poética, se nos presenta con toda la carga sentimental que se le exige a la poesía, como una enmienda a la totalidad, donde cada estrofa del poema constituye poema por sí mismo, cuando no, un verdadero aforismo, al estilo oriental de los maestros zen. Debemos recordar el pensamiento de la sabiduría sufí  —tan anterior a estos tiempos de consumos y globalizaciones— lo esencial lo hemos relegado por lo inmediato. Lo que realmente importa queda arrinconado entre las cosas que nos quedan por hacer y que nunca haremos. Y cuando el alma se ahoga y grita, desgarrada y enferma, busca la luz, se aleja del vacío y camina hacia la poesía única cura y única puerta hacia un tiempo de bendiciones y amaneceres.
Los textos del presente volumen trascienden la re-escritura incorporándola sin negaciones, ni rechazos, e invitándonos a traspasar el esqueleto que refleja el espejo de la ilusión, para ingresar en una galaxia de universos nuevos e inexplorados.

No, las comparaciones no son odiosas. Recordemos algunos parajes del libro, por ejemplo: «No existen las ciudades en ruinas, sólo son cementerios donde los rascacielos disponen de panteones pret-à-porter» O: «La humanidad se está suicidando en defensa propia.» O: «Esperamos tanto, que perdemos la esperanza». O bien: «Todo tiene su tiempo, odiar tiene su tiempo, matar también». O bien: «Necesitarás una coraza para pasear tu inmunidad por este mundo». O tal vez: «El pecado es todo aquello que no es necesario». O tal vez: «Somos un laberinto abocado a la incomodidad». O en otro orden: «La naturaleza es una hoja de cálculo… ¿y si el lenguaje de Dios no fuesen las matemáticas?» O mejor añadamos una última: «La memoria puede ser compartida en una matriz universal».

La deshumanización del arte, supuso, desde tiempos, un destierro, asumido tanto por la vía del impresionismo como por la estirpe racionalista del cubismo. Ambos nacieron de la desilusión en que los ojos quedaron cuando se les arrebató el mundo de lo sensible. Ahí se encuadra la desazón existencial, que según Andreu Navarra genera la motivación temática de Comiendo Pelos.

El arte siempre intenta hacerse humano. No se trata de partir del objeto, sino de reconocer sus raíces en nuestra mirada. He ahí el método: partir de la raíz que genera en mí el objeto, para llegar a él. Por eso el arte no puede contentarse con la abstracción de la metáfora, hay que exigirle que traduzca a la perfección racionalista el caos de un mundo que tiene sordas penumbras y desorden. Y ahí nacen las derivaciones entre una poesía ingenua y una poesía sentimental, entre una poesía en contacto directo con la vida y una poesía elaborada. La primera, es anterior a la aparición de la palabra en el proceso de creación, la elaborada, aspira a suplir con su presencia la presencia del mundo, y logra la precisión de su ajuste figurativo, por medio de la eficacia.

En nuestro devenir poético, decía Luis Rosales, en un artículo de 1987, «creo, que debemos a Guillén la precisión del lenguaje, a Lorca la pasión anímica y a Rafael Alberti la libertad poética. Cántico, Poeta en Nueva Cork y Sobre los ángeles creo que son los libros donde se expresan las virtudes correspondientes a cada uno de estos poetas de manera ejemplar».

Sucederse, insistir, es caminar hacia el poema. La Arquitectura de la palabra, el lenguaje poético, gracias a un proceso de conexión simbólica entre el mundo y su representación, hace emerger el ámbito vivo del alma, desde el poema y ante el poema. Por eso, porque Somos un laberinto abocado a la incomodidad, este libro es, en palabras de los autores, coraza suficiente para pasear tu inmunidad por este mundo.

Les recomiendo su lectura. Luego serán ustedes quienes lo recomienden a otros. Al fin y al cabo, será una manera de salvarse de la globalización en la escritura.

José María Pinilla, Editor, Barcelona 2009

Nubes y tormentas

Llegó a mis manos, procedente desde España, un libro rodeado de nubes y tormentas llamado Comiendo Pelos como Herejía Poética. Aquí, en Santiago de Chile el invierno recién ha comenzado y el clima frío y con pesadillas de escarcha no hace más que hacerle justicia a este conjuro de poemas escrito bajo la alucinación de anocheceres con gusto a descalabro. Cuando abrí el paquete en el que venía este libro me pude dar cuenta que el cartero ya no era más un cartero, era un heraldo maldito que había sido elegido para llevar a cabo una misión perturbadora, un kamikaze vestido de azul que me vino a poner en las manos una bomba demasiado mortal.

Cualquier persona que se enfrenta a un libro de poesía parte desde ya con la premisa que los poemas son –o podrían llegar a ser- suaves manzanas para ser digeridas livianamente bajo su manzano de la dulzura. Ocurre que en este caso las manzanas están divinamente podridas y el manzano se transforma en una cápsula endemoniada que te da una sombra que te abraza hasta ahogarte. Aun así, amas esa sombra y amas a esa fruta envenenada.

Comiendo Pelos como Herejía Poética puede llegar a transformarse en ese libro que siempre recordarás por el puro y santo hecho que el hombre está predestinado a recordar por siempre las cuchillas que hieren la sanidad mental, recordar las aguas pantanosas en que te revuelcas y desde donde luchas por salir jurando que nunca más saldrás de noche por el bosque.

Fotograma de Stalker de Andrey Tarkovsky

Es un libro a dos manos, en donde los poetas pareciera se encerraron en sus peores pesadillas para dar a luz a este hijo maldito –sin ser bastardo- y del que estamos todos orgullosos. Un libro que tiene la voz ronca, trasnochada, herida y por todas estas cosas sólo hay que amarlo hasta perder el conocimiento.
No se saca nada con leerlo con detenimiento, pues el vértigo de sus versos te apura de una manera infame y terminas cada poema cansado, agotado, como que has pasado por una experiencia desoladora y de la cual desde ya te quieres sobreponer. Creo sería una tarea inútil el ponerme a citar versos y analizarlos, pues sería tan injusto como ir a una casa y ensalzar las virtudes de un hijo y no de los restantes, pero me voy a permitir citar un solo verso que para mí resume el total del libro:  Tenemos nuestro propio sótano en la cabeza. Desde ese sótano los poetas se pusieron a cantar, desde ese sótano Cesc y Marian, los terribles y benditos autores, alzaron su voz (no debo decir voces) y arremetieron, no contra alguien, sino que arremetieron al viento y a la noche y me parece verlos volar dentro de ese sótano infecto de aromas bendecidos por la real magia de un sabor poético que sabe poner el acento en la más puta fragilidad del ser humano. He ahí la virtud del poeta: inmolarse sin mayores pirotecnias. Pues se agradece el no presenciar esas rutilantes pirotecnias tan habituales en los libros de poesía. Aquí, en este sótano, no las hay, han muerto víctima de la sinceridad u honestidad de la más graciosa de las penurias: La Santa Depresión.  

No alcanzo a ser tan ilustrado como para advertir las influencias literarias de los autores. Lo único que sé es que ambos entran y salen de la oscuridad con la rapidez que lo hace uno mismo al despertar de una pesadilla. Si en la tapa del libro y en la contratapa no se explicitara que es un libro a dos manos jamás nos daríamos cuenta de aquello. Entonces escuchamos calmos (no leas, escucha…) los poemas y escuchamos una sola voz, o dos voces fusionadas en una única voz agria y seductora y subversiva. Y esa voz te dice, lo mismo que dice El Bosco en sus pinturas, que los brazos que no saben abrazar, repelen. Y los brazos del Comiendo Pelos Como Herejía Poética te abrazan de una manera tan ortodoxa como subliminal. Te atrapa, te ahoga, pero pareciera decirte que si quieres escapar sólo tienes que hacerlo, que sus padres lo escribieron sólo para mostrarte que en tu cabeza hay un oscuro Sótano al que deberías conocer y respetar. Por eso insisto en la inmolación de los poetas, en el nado suicida de Cesc y Marian por las aguas heladas de la realidad emocional. Y se advierte –he ahí la magia- que ninguno de ellos sufre de depresión o angustia invalidantes. Por el contrario, pareciera que los autores dejan aquel Sótano entre página y página y se van a la roca más alta de la playa de la conciencia para desde allí alzar los brazos al cielo agradeciendo a los dioses el placer de estar vivos.

Roberto Cantele Cabré, Santiago de Chile, 2009


Una provocación sobre el no comprender


¿Cómo voy a escribir sobre algo que no comprendo?

Eso fue lo que me fui preguntando una y otra vez, mientras decidía si aceptaba o no la propuesta de escribir acerca del libro de Marian Ramentol y Cesc Fortuny.  Y volví a revisar Comiendo Pelos como Herejía Poética como si fuera la primera vez que viera la obra pictórica de él en la portada o reconociera la voz de ella en los primeros versos.

El anarquismo a la hora de poder leer es una de las cualidades de la poesía, que la diferencian de la novela. Ese placer es una máxima en Comiendo Pelos, ya que la elección al azar de cualquier línea te conduce a una pequeña historia urbana, muy contemporánea y de gran intensidad. 





“No existen las ciudades en ruinas,
sólo son cementerios donde los rascacielos
disponen de panteones pret-à-porter.”

La obra está repleta de  imágenes que se pueden asociar  tanto al propio dolor psíquico y físico como al sufrimiento humano en general.  Y como nexo de unión: la muerte y la soledad individual y colectiva con dosis de poesía visual. 

“En el interior de los ojos cerrados
vuelvo a cerrar los ojos
creo que quieren ser salvajes
pero sólo son espontáneos
dentro de su
g
r
a
v
e
d
a
d”.


Otros versos simplemente te sumergen en un inicio de una reflexión o lo que podría ser un final de una conclusión sobre temas filosóficos diversos: arte, política, religión, medicina, el estado de la ciencia, etc.


“Solo un apunte;
alguien está cargando el océano de electricidad
y sin carné de instalador”

“La única religión posible
habita en la esquizofrenia
de una garganta en blanco y negro…”


En resumen, la obra es una provocación política, filosófica y psicológica aún en su estructura tanática sobre los temas que aborda.  Sin embargo, aún en ese sufrimiento profundo que se interpreta en cada línea, creo observar también una revolución interior con ideas colectivas.  Los autores desconocen el significado de callar la verdad y lo muestran abiertamente.

Creo que sigo sin comprender la totalidad de Comiendo Pelos, pero merece la pena vivir esos pequeños versos que te hacen imaginar una gran historia detrás de cada mínima historia.

Beatriz Pérez Sánchez, Barcelona, octubre de 2008


Entrevista publicada en la Revista Letras y en diario on-line El Libre pensador acerca del libro Comiendo Pelos como Herejía Poética. Noviembre 2008

Últimamente he hecho varias entrevistas, sobre todo a Poetas; Poetas que viven, que sufren y que sienten de un modo peculiar el mundo y en él la Poesía, quizá como un medio, pero estoy seguro de que es más como un fin (al que sin duda se llega desde un principio), que en este caso podríamos definir como el desenlace del libro, quiero decir el libro hecho realidad, publicado por una editorial (Ediciones Atenas de Barcelona) y en los tiempos de la era digital en formato tradicional. De este modo ve la luz Comiendo Pelos como Herejía Poética en el que dos Poetas como Marian Raméntol y Cesc Fortuny han vertido, además de sus versos, alguna sangre de sus corazones.



Para introducir el libro qué mejor que leer un fragmento del mismo para que vayan tomando idea de lo que se avecina, si a uno, como es mi caso, le ponen el libro en las manos; yo, el martes mientras me dirigía a hacer una entrevista a la pintora malagueña Carmen Soto, me leí Comiendo Pelos como Herejía Poética de una sentada, el tiempo que tarde el tren en ir de Fuengirola a Málaga, y es que no podía parar, a pesar de que el paisaje mostraba un atardecer casi onírico, me pudieron los versos, la visceralidad de estos Poetas que me ofrecieron su particular visión del caos, del hombre, del espíritu, de la barbarie humana, de esa descripción de los cadáveres que según Marian y Cesc somos todos los seres, cadáveres pretéritos.

La verdadera mística reside en los ojos
de cristal de los muñecos,
cuerpos inquebrantables
carentes de espíritu
debatiéndose al borde del colapso,
ahora somos suficientemente buenos
para poder asesinar a nuestra gente.


1ª: Marian y Cesc, buenas y bienvenidos; para empezar la pregunta típica: ¿por qué ese título?
M y C: Ante todo, muchas gracias por tu amabilidad y entrañable trato. Respondiendo a tu pregunta, el título de un libro, o de un poema, es como su tarjeta de visita, el código de su ADN. En este caso, como el resto del libro, el título corre en varias direcciones, por una parte, la imagen de alguien “comiendo pelos” es en sí misma una herejía al buen gusto, una provocación al “estatus quo”, sea éste poético, social o de estilo, un poco a la usanza del viejo dadaismo. Por otro lado, devorar partes del propio cuerpo contiene un significado simbólico, en alquimia, autodevorarse simboliza al Ouróborus, el infinito, el espacio-tiempo, en definitiva, lo trascendente.

Existen diversas claves para interpretar tanto el título como el cuerpo del poema, símbolos relativos a la Alquimia, a la Cábala y a otras tradiciones místicas, que combinadas con técnicas como el “cut-up”, la gematría, la hipertextualidad o la meditación y buenas dosis alucinatorias, conforman un código con diferentes lecturas. En definitiva hay muchas maneras de interpretar “Comiendo pelos como herejía poética” tal como reza la cita inicial de Mateo.

2ª: Marian por lo que puedo comprobar en tu currículo tres libros publicados y la participación en dos Antologías Poéticas, además de los premios recibidos y obras valoradas en otros tantos concursos en apenas dos años: ¿Has caído de pie en la Poesía?

M: Ah!, ¿pero se puede caer de pie en la poesía? yo creo que en ella se debe caer caminando hacia atrás, pintando flores que crezcan hacia abajo, mujeres de aceite que nos amamanten con sus manos blandas o balcones que se prostituyan cuando la palabra descubra las trincheras, por supuesto es bueno y necesario conocer los pasillos de la gramática poética, su normativa, las ordenanzas, lo establecido, con todas sus baldosas brillantes y clonadas, porque eso nos dará las herramientas necesarias para mirarlo todo, el reto está, en hacerlo bajo un prisma no carcelario.

El resto es trabajo. Trabajo y compromiso para con uno mismo, aprender a caer y volver a levantarse, a mirar la trastienda de las calles y todas sus esquinas, sus perros, sus fantasmas, hacer visitas a los sótanos que todos tenemos en la cabeza, llamar a todas las puertas y, aún a riesgo de que nos acaben sangrando las rodillas, llegar al fin a esa explanada donde lo irreal es lo intangible, donde la palabra se adelgaza hasta convertirse en un mero perfil, un eco, una silueta de su verdadera naturaleza.

También juega su papel la suerte, yo he sido muy afortunada y a lo largo de mi aventura poética, se han instalado, como magníficos compañeros de viaje, Grandes (poetas y personas) que me han mimado, enseñado, corregido, apuntalado y me han ayudado a descubrir que más que caer de pie, lo que hay que hacer es lanzarse a esquiar hacia arriba.

3ª: Cesc, Músico, Pintor, Poeta y estudioso de diversas religiones, polifacético: ¿debe ser un artista multidisciplinar en estos tiempos para intentar entender y explicar el mundo?

C: En mi caso nada es premeditado, más bien me siento empujado a expresarme por todos los medios a mi alcance. Siento que el sustantivo “artista” me viene bastante grande. No creo hacer nada que otro ser humano no pueda hacer. Creo en la horizontalidad del arte y utilizo todas estas herramientas para hablar con mis iguales.

4ª: Ambos sois integrantes de la Revista La Nausea, Marian directora y Cesc fundador de la misma: ¿cómo surgió la idea de crear la revista?

M y C: La idea inicial surgió de la voluntad de crear una plataforma de difusión transgresora con tiznes sociales, políticos, filosóficos y artísticos. Desde sus inicios hemos publicado trabajos de diversa índole relacionados con la política de actuación de la revista. Con el tiempo, su ámbito se ha ido expandiendo, ya que se nutre principalmente de las colaboraciones voluntarias de poetas, escritores, filósofos, críticos de cine, y un largo etc, llegando incluso a abordar temas como esoterismo y religión.

5ª: ¿Tenéis las navajas muy afiladas y como cirujanos hacéis incisos en la piel de los sentidos con vuestros bisturís disfrazados de versos?

M y C: En el caso de Marian, los versos no son herramientas para embellecer lo que nos rodea, que es la mayoría de las veces “in-embellecible”, son una manera de exorcizar los demonios, de gritar el enfado con el mundo, y de provocar al mismo tiempo un K.O. técnico en el cerebro del lector.

En el caso de Cesc, la poesía representa una manera de expresar cómo siente el mundo y a través de su taller poético, conectar con el inconsciente.

Lo que nos une es la desesperación ante lo irreversible, el desgarro latente en nuestra percepción de la existencia.

6ª: ¿Creéis que hay esperanza para la humanidad?

M y C: Sin llegar a considerarnos misántropos, ya que no repudiamos a la humanidad, tenemos poca fe en lo que se conoce como hombre occidental moderno. Cuando ese hombre se mira en el espejo acaba aterrado de sí mismo. Su banalidad, su idiotez, nos exaspera, puesto que a pesar de su empeño en ordenar el caos, el hombre está inevitablemente abocado a la existencia. La única esperanza reside en reconocerse y aceptarse.

7ª: ¿La Poesía para generar cambio a través del inconsciente?

M y C: Por supuesto! a nuestro modo de ver, ese es justamente su campo de acción, la poesía debe situarse en la “otras escena”, su idioma es sugerir, invitar al lector a dejar que sus fibras se zarandeen sin intentar identificar cual de ellas lo hace o por qué, provocar que una pupila se dilate, que haya un cortocircuito en los poros de la piel, que el ritmo cardíaco “sienta” de manera primaria, no consciente. La poesía bien podría ser el lenguaje de una psiquis que está más allá de la razón, el lenguaje de los sueños o de las visiones místicas, no en vano los sufies la utilizaban para transmitir su conocimiento. .

8ª: Barcelona parece ser un hervidero de Poetas: ¿existen los bohemios, o son tan sólo un recuerdo?

M y C: Si nos estamos refiriendo a los bohemios de finales del XIX, efectivamente no existen, porque la bohemia ha cambiado como han cambiado los tiempos, creemos que hoy hay que buscarla en otros ámbitos, como las casas okupadas, aunque los manicomios siguen siendo un buen vivero.

9ª: ¿Qué opináis de las redes Poéticas?

M y C: Son fundamentales para todo aquel que quiera difundir su obra, y en algunas ocasiones hasta sirven como taller de aprendizaje e intercambio.

10ª: ¿Es primordial estar en los círculos de Madrileños o Barceloneses para ser publicado?

M y C: Si no tienes un buen padrino, ¡ni en París!

Si no escribes y no hablas de lo que esos círculos exigen, sudas tinta para que alguien apueste por ti.

11ª: ¿Existe rivalidad entre el los Poetas que escriben en Catalán y los que lo hacen en castellano?

M y C: Realmente no, eso sería como plantearse si existe rivalidad entre los poetas que escriben en francés o los que escriben en italiano, no se trata del idioma, lamentablemente la poesía no se lee, en general.

12ª: Volvamos a Comiendo Pelos como Herejía Poética: ¿sois poetas herejes?

M y C: Entendemos nuestra herejía, tal como la definió Andreu Navarra en el prólogo de “Domicilio de Nadie, muestra de una nueva poesía barcelonesa”, como una forma de dar rienda suelta a visiones devastadas y alucinatorias y explorar la cotidianidad de una forma oblicua y dislocada a través de una acumulación de indudable estirpe irracional.

13ª: Llegado a este número de la entrevista siento algo de nostalgia, pero la verdad es que no sé muy bien por qué, quizá porque a estas alturas mi corto ingenio de entrevistador se ha extinguido, o la poca luz inspirativa que iluminaba las anteriores preguntas se ha apagado como el candil de Diógenes. No queda más remedio aunque sea exprimiendo lo poco que queda de mi intelecto que hacer la pregunta trece. Así que ahí va: ¿Sois unos desencantados, unos nihilistas afrontando el maremágnum de esta absurda humanidad?

M y C: Más bien es la humanidad la que es nihilista y está definitivamente desencantada. Si entendemos que la existencia humana, no posee de manera objetiva ningún significado, propósito, verdad comprensible o valor esencial superior, y por lo tanto no nos debemos a éstos, sí, somos nihilistas.

Muchas gracias Marian y Cesc por haber contestado a mis preguntas y por acceder a que os hiciera la entrevista. Vuestro libro es como un regurgitador que sirve al buen sentido del vómito para limpiar los excrementos internos, tanto por el tercer ojo como por el que descuartiza sensaciones escupiendo versos, los versos que habéis escrito en este Comiendo Pelos… el único veneno para soportar el descalabro.

Invito a la lectura de este Poemario, aunque quizá definirlo como tal sea, incluso, algo irrespetuoso con su contenido, porque sin duda, es mi opinión, Comiendo Pelos… está más allá de la limitada definición que no hace justicia a la genialidad con la que está escrito el libro: verdades que bucean, que a duras penas se abren camino entre la basura mezquina y mediocre en el mundo que los Poemas de Marian y Cesc retratan, ese mar de basura y putrefacción en el que ellos han colocado nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, nuestros equívocos y aciertos, al fin y al cabo en el lugar que nos corresponde.

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1 Comentarios

  1. Recuerdo el día, como si fuese hoy, cuando llegó a mis manos el Comiendo Pelos. También recuerdo la entrevista radial, la escuché en directo y entonces supe que los amaba demasiado.

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