EL VEREDICTO por Eva María Medina Moreno.


Eva María Medina Moreno. Escritora española (Madrid, 1971). Licenciada en Filología inglesa y diplomada en Profesorado de Educación General Básica, por la Universidad Complutense de Madrid. Con el título del Ciclo Superior en Inglés de la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid, y The Certificate of Proficiency in English, por la Universidad de Cambridge. Tras el Período de Docencia del Doctorado en Filología Inglesa de la UNED, investiga en el campo de la Literatura Inglesa del siglo XX y Contemporánea. Trabajo que compagina con la escritura de su primera novela.
Premiada en el I Certamen Literario Ciudad Galdós por su relato «Tan frágil como una hormiga seca» (Editorial Iniciativa Bilenio S.L. 2010). Seleccionada en el V Premio Orola, en cuya antología se incluyó su cuento «Mi bodega» (Ediciones Orola S.L. 2011). También han publicado sus relatos en revistas literarias de España, Hispanoamérica, Estados Unidos y Canadá, como Letralia, Cinosargo, Otro Lunes, Almiar, Groenlandia, Narrativas, Solaluna o Proyecto Sherezade. La revista de creación literaria La Ira de Morfeo ha hecho un número especial con algunos de sus cuentos.
Su narrativa mira a través de las grietas de la realidad, se adentra en el sufrimiento de los verdugos, juega entre los límites de lo posible e imposible, saca a Sartre de su «náusea» e intenta hacerla suya, y a Kafka lo vemos levantar la cabeza mientras escribe un cuento, ¿una erre?
Locura, alcoholismo, afectividad mal concebida, frustración, anhelos, inmovilidad, muerte, recorren sus relatos, quedando siempre un espacio para que el lector reinvente lo escrito. La autora nos espera en medio del puente entre existir y no-existir, en un simple parpadeo. La multiplicidad del yo es vista a través de un imaginario de sombras. Lo cotidiano crece en dos migas de pan. Hay una bodega donde se guardan retazos de vida. La escritora intenta gritar como lo hace esa gota.
«Dejad que el silencio os atrape y escuchad los ruidos nocturnos», nos dice. «Esperad a que el reloj marque las cuatro. Ved más allá de un cuadro; de esas olas rompiendo en un acantilado». Y las cosas, ¿son lo que son o aparentan ser lo que creemos que son? Una capa de irrealidad cubre los objetos, que mudan, dándonos otra cara. Una redada, los opresores se sienten oprimidos y matan. La muerte, como si espiase a través de unas cortinas ficticias tan reales.
Te espera, sí, pero al otro lado.
EL VEREDICTO

−¡Póngase en pie el acusado!
Scrooge se levanta con torpeza.
−Ebenezer Scrooge, la ciudad de Londres le acusa de los siguientes delitos: avaricia en primer grado y falta de caridad, también en primer grado. Se declara usted culpable o inocente.
−Inocente, señoría.
−Se inicia la vista. Proceda señor fiscal.
−Con la venia señoría, que suba al estrado el espíritu de la Navidad Presente.
El testigo alza una antorcha brillante derramando luz sobre la sala. Lleva un manto verde y sobre la cabeza una corona de acebo.
El alguacil sostiene la Biblia.
−Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
−Sí, lo juro.
El fiscal empieza las preguntas.
−Espíritu de la Navidad Presente, ¿qué relación tuvo con el acusado?
−Le mostré cómo celebraban el día de Navidad distintas familias.
−Ahora me gustaría que prestase atención a los datos que tengo sobre la Navidad en la casa de Mr. Cratchit.
El espíritu asiente.
−Empezaré con la señora Cratchit. Su vestido, una bata con remiendos, con cintas de colores que no valdrían más de seis peniques. El traje del señor Cratchit muy zurcido, aunque limpio. Martha llegó tarde porque era aprendiz de modista y tenía que trabajar muchas horas seguidas. Tiny Tim llevaba una muleta pequeña y los miembros sostenidos por un aparato metálico. Los hermanos pequeños le ayudaron a sentarse. Todos colaboraron en algo. Peter preparó las patatas hervidas, Belinda puso la mesa, y los dos pequeños, con ayuda de Peter, fueron a por el pavo. Se lo comieron hasta dejar los huesos. El pavo les abrió el apetito; era demasiado pequeño para tantas personas con hambre atrasada. La madre fue a la cocina, a por el pudding. La familia estaba expectante. Aunque no era muy grande, lo ensalzaron. Después se reunieron alrededor de la lumbre. Brindaron con el ponche que el padre había hecho, deseándose Felices Pascuas. Estuvieron hablando. El padre comentó a Peter que tenía en perspectiva un trabajo para él, cinco chelines y seis peniques semanales. Espíritu de la Navidad Presente, ¿vio el acusado lo que he descrito?
−Sí.
−¿Se mencionó en algún momento al acusado?
−Mr. Cratchit alzó su vaso para brindar por él porque les había procurado la cena. La señora Cratchit no quiso beber a la salud de un hombre, según ella dijo, tan odioso, tan avaro, duro e insensible, como Mr. Scrooge, pero su esposo la convenció y todos brindaron por él.
El espectro va envejeciendo, sus cabellos son grises. El fiscal advierte el cambio pero no dice nada y sigue con sus preguntas.
−¿Por qué la señora Cratchit no quiso en un principio beber a la salud del jefe de su marido?
−Le hacía culpable de su pobreza, el sueldo de Mr. Cratchit era muy bajo.
Murmullos acallados por el golpe seco del mazo y por las palabras «silencio en la sala» del señor juez.
−No tengo más preguntas, señoría.
Toma la palabra el abogado defensor.
−Espíritu de la Navidad Presente, en ese viaje también visitaron la casa del sobrino del señor Scrooge. ¿Es verdad que el sobrino dijo que su tío era un individuo cómico, desagradable, y que ellos se beneficiarían de su riqueza?
−Sí.
−Sin embargo, el señor Scrooge no se enfadó al oír aquello, ¿no es así?
−Así es.
−¿Puede relatarnos cómo continuó la fiesta?
−Empezaron otro juego, el sobrino de Mr. Scrooge pensaba una cosa y los demás tenían que adivinarlo, haciendo preguntas que solo se pudieran contestar con un «sí» o un «no». El sobrino pensó en un animal desagradable, salvaje, que unas veces rugía y gruñía, y otras veces hablaba.
−¿Qué animal?
−El señor Scrooge.
−No tengo más preguntas, señoría.
−Se suspende la sesión durante dos horas −dice el juez−, se reanudará a las cinco.

Cinco de la tarde. El fiscal llama a su segundo testigo, el señor Cratchit.
−Señor Cratchit, ¿qué relación tenía con Mr. Scrooge?
−Era su empleado.
−¿Puede decirnos lo que hizo el señor Scrooge el mismo día del entierro de su socio el señor Marley?
−Unos señores fueron a verle y pasaron la tarde discutiendo.
−Señores del jurado −indica el fiscal−, ¿qué clase de persona está en condiciones de hacer negocios el día del entierro de un amigo?
−Protesto señoría −dice el abogado defensor−, al hacer ese comentario el fiscal presupone que el acusado estuvo negociando, cuando no está demostrado que fuera así.
−Se acepta −dice el juez−, que el comentario no conste en acta.
−¿Es verdad que el pasado 24 de diciembre entraron dos hombres recaudando fondos para los pobres y el acusado no contribuyó a la causa?
−Sí.
−Cuando uno de los recaudadores comentó a Mr. Scrooge que los pobres dijeron que preferían morirse a entrar en los centros de acogida estatales, al acusado le pareció que morirse era lo mejor que podían hacer porque de esa manera disminuiría el exceso de población. ¿No es cierto, señor Cratchit?
−Sí.
El fiscal se acerca a su mesa y coge un papel que muestra al juez. El juez lo aprueba.
−Mr. Cratchit, escuche con atención lo siguiente: «A todos los idiotas que van con el “¡Felices Pascuas!” en los labios los cocería en su propia sustancia y los enterraría con una vara de acebo atravesándoles el corazón. ¡Eso es!». ¿Me puede decir, señor Cratchit, quién dijo esas palabras?
−Mr. Srooge.
−No tengo más preguntas, señoría.
Una figura oscura se aproxima al estrado con paso lento, grave. Un manto negro le oculta cabeza, cara y cuerpo, dejando visible una de sus manos extendidas. Es el espíritu de la Navidad Futura, testigo de la defensa.
−Espíritu de la Navidad Futura −dice el abogado defensor−, ¿le pidió Mr. Scrooge que le guiara porque quería ser un hombre diferente y cambiar de vida?
Movimiento de la túnica negra. El espectro inclina la cabeza asintiendo.
−¿Reconoció Mr. Scroogre que su avaricia y dureza de corazón no le hicieron ningún bien, que honraría la Navidad durante todo el año, y que nunca iba a olvidar las lecciones de los tres espíritus?
Contracción del manto negro. El espectro asiente.
−No tengo más preguntas, señoría.

Último día del juicio. El fiscal se dirige al jurado. Comienza su alegato.
−Señores del jurado, hoy es un día importante porque al juzgar al señor Scrooge no sólo se juzga a una persona inmisericorde y avara, sino que al mismo tiempo se está juzgando a personas como él. El acusado ha demostrado ser culpable de todos los cargos que se le imputan. Desde las primeras hojas del cuento empieza a delinquir. El mismo día del entierro de su único amigo, el señor Marley, sí, el mismo día del entierro, en vez de estar apenado por su muerte, hace un buen negocio. Mr. Scrooge, un hombre avaro, cruel; un ser miserable, codicioso, sin sentimientos. Un hombre que no se conmovió por nada ni por nadie; ni por su empleado el señor Cratchit, ni por su sobrino, ni por los niños pobres que pedían en la calle. Tanta pobreza a su alrededor y él, preocupado por tener más y más. En sus manos está, señores del jurado, encerrarle para siempre o dejar libre a un hombre tan dañino y peligroso en una sociedad como la nuestra. Sé que tomarán la decisión adecuada.
El abogado defensor se acerca al jurado.
−Señores del jurado, qué bien hablamos de piedad, comprensión, tolerancia, pero que poco piadosos, comprensivos y tolerantes somos con los demás. Al juzgar al señor Scrooge debemos ser indulgentes, ahondar en su pasado, en las causas que le llevaron a ser lo que fue. Si no era generoso con él mismo, cómo lo iba a ser con los demás. Él era el que más sufría; no fue capaz de querer a nadie porque no se tenía el mínimo aprecio. No podemos sentir odio hacia él sino pena. Su sobrino pensó que los defectos de su tío llevaban su propio castigo. Sin embargo, ¿fue Mr. Scrooge el único culpable de su coraza? ¿Intentó alguien acercarse a él, atisbar ese abismo que se agrandaba y le consumía, impidiéndole ser libre? Porque si alguno de ustedes piensa que lo era, se equivocan; sus pensamientos, sus ideas, estaban encadenados con grilletes a una enseñanza austera, rígida, cruel. ¿Tuvo el señor Scrooge la culpa de que no le hubieran mostrado cariño ni amor en su entorno familiar? No, creo que no, y ahora es el momento en que se puede hacer justicia. Él ya nos demostró que había cambiado al final del cuento. Sé que aquí se le juzga por su vida anterior, pero agradecería que considerasen su arrepentimiento y rectificación de conducta. Sé que ustedes serán justos.

Han pasado cinco horas. Entran en la sala el señor Scrooge, su abogado y el fiscal. Luego, los miembros del jurado.
−En pie −dice el alguacil.
Todos se ponen de pie. Entra el juez.
−¡Siéntense! ¿Tienen ya el veredicto?
−Sí, señoría.
−¡Póngase en pie el acusado!
Scrooge se levanta despacio. Sus piernas tiemblan. Se agarra con fuerza a la mesa retorciendo unas manos ya viejas.
−Señores del jurado, consideran a Ebenezer Scrooge:
¿Inocente o Culpable?

Eva María Medina Moreno

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