Por José María Pinilla
Barcelona - España
Situación de la poesía actual en España: Corrientes y modos.
La poesía demanda, interroga y exige la confirmación sobre la existencia del mundo, de ese mundo que se percibe a través de la premonición que es al mismo tiempo, descubrimiento, experiencia y energía.
La poética en España se ha sometido en los últimos años a una operación de limpieza y sajación que los lectores agradecen. Los poetas culturistas de los años 70 han tenido que emigrar, en busca de un idioma que los sitúe a un lado u otro de la orilla, las llamadas “poesía de la experiencia y poesía de la diferencia”, “poesía lógica y órfica”. Ha habido numerosas figuras para demostrar su calidad por encima de los ojos románticos de la ilustración: Blas de Otero, José Hierro, Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez, Carlos Barral o Francisco Brines, han estado presentes para demostrar que el desierto poético era un campo fértil, lleno de matices y sugerencias.
Autores, José Ángel Valente, adscrito en un primer momento al llamado Grupo poético de los 50, desde 1966 su poesía evoluciona hacia una metapoesía que define su lírica dentro de la corriente denominada Poesía del silencio, muy influida por la mística, la escritura de José Ángel Valente es una de las más ambiciosas y profundas de la literatura española contemporánea. Se muestra heredero de la tradición mística española y se obsesiona con el problema de la indecibilidad, del vacío y de la nada.
Antecedentes:
Desde el Romanticismo de 1780, en Inglaterra, inspirado en los poetas “lakistas” que proclaman el imperio de la naturaleza y el sentimiento, contra el artificio escenográfico y la razón seudo clásica, se proclama el amor a la libertad y a la naturaleza, y la exaltación del “yo”, orientada hacia dos actitudes distintas: una, más objetiva, de intención socializante (el caso de nuestro Echeverría), y otra subjetiva e intimista, (Adolfo Bécquer).
Pasamos al Parnasismo francés, una escuela poética que recibe el nombre de Parnaso. Es, en realidad una reacción contra el subjetivismo romántico y se caracteriza por la estilización de la forma, la doctrina del “arte por el arte”. Leconte de Lisle, da nuevo aliento al gusto por lo exótico, exaltando las mitologías paganas, el budismo, el brahmanismo. Junto a él integran el grupo parnasiano: Catule Méndez, Prudhomme y el cubano José Maria Heredia que, aunque su brote fue más tardío, fue el más típico representante.
El Simbolismo, nace como reacción contra el realismo, Charles Baudelarie inicia este movimiento que revolucionaria la actitud poética. Es indudable, que aunque Edgar Allan Poe haya sido su precursor, el movimiento francés irradia a otros países. Es una especie de Neorromanticismo que se opone al verso helado del Parnaso. La poesía simbolista es hermética y misteriosa. Dos corrientes literarias más o menos simultáneas que se oponen, configuran literariamente las postrimerías del siglo XIX: el Modernismo y la Generación del 98.
El Modernismo, responde al liderazgo de Rubén Darío. Es un fenómeno exclusivamente poético influido por parnasianos y simbolistas. El Parnaso dará la perfección de la forma y la creación de nuevas metáforas y ritmos (“el arte por el arte”). Y el Simbolismo la incorporación de estados subjetivos, e imprecisos en un refinamiento temático. Surge así la poesía musical y plástica que agilitaría metros tradicionales, como el Alejandrino.
Generación del 98. El desastre militar, la inestabilidad política y la inseguridad económica habían llevado a España a un estado de depresión y al aislamiento con respecto al resto de Europa cuyos movimientos post-romántico, parnasiano y simbolista no logran trasponer las fronteras de la península. Un grupo de jóvenes con afán profundo de “europeizarla” se lanza hacia todos los caminos de Europa en una búsqueda desesperada de información, e importa las ideas filosóficas y la orientación literaria capaces de encaminar la vida política, social e intelectual del siglo XX. El héroe de esta generación es Miguel de Unamuno.
Generación del 27. Diez años antes, en España, queriendo biselar su literatura con la de la vanguardia francesa que avanzaba en la exaltación de la metáfora, se afirma el movimiento ultraísta. En 1927 (con motivo del tercer centenario de Góngora) se produce la presentación de un grupo de poetas en las lecturas y conferencias de Sevilla. Ese acto reúne y admite como guías de lirismo a Juan Ramón Jiménez y a Antonio Machado. Sin “manifiestos” estridentes, ratifican el triunfo de la poesía sincera y esencial que no podía morir. Pedro Salinas, Miguel Hernández y Jorge Guillén con los antes nombrados, se unen a esta generación dueña de una poesía tersa y pulida y de técnicas surrealistas por sus recursos formales en esa “expresión de lo inexpresable” que es la poesía.
La poesía simbolista en Europa
1. Entre el orden y el caos
Los poetas simbolistas marcan una ruptura en la historia literaria europea pues sus textos buscan ser ante todo pensamiento.
En un poema de Mallarmé, por ejemplo, una flor ya no es la copia de una flor real, sino que es la recreación que el lector hace de la flor en su propia mente. Para Mallarmé, un poema anecdótico sería inútil. En la obra de Arthur Rimbaud sucede algo similar, ya que el poeta logra construir un mundo nuevo suprimiendo las categorías tradicionales de la lógica. Los textos de ambos no deben leerse linealmente sino paralelamente, buscando las relaciones que se establecen entre el sueño y el lenguaje. Podríamos relacionar esta manera de escribir con el Haikú: hay una total economía del lenguaje pues cada palabra está pensada con precisión y encierra una fuerza enorme.
2. El encuentro con lo desconocido
La búsqueda poética de los simbolistas es también la del encuentro con lo desconocido y lo insólito, de ahí su interés por crear mundos nuevos. Dice Kant que toda belleza es una suspensión momentánea de las fuerzas de la vida, es decir que la creación artística está del lado de lo oculto y lo desconocido, y proviene de la parte desconocida del alma humana. Rimbaud también siente fascinación por lo extraordinario. En su mundo poético el lector se siente como inmerso en un delirio, donde los referentes como el norte, el sur, la derecha o la izquierda desaparecen y crean una constante sensación de extrañamiento. Es imposible comprender los poemas de Rimbaud situándose en un espacio lógico.
3. Lo bello y lo siniestro
Aunque nunca se conocieron, Poe y Baudelaire fueron hermanos. Sus obras y sus vidas están íntimamente ligadas por la inquietante presencia de lo maldito, por la fascinación por lo condenado. De hecho, en sus obras es latente una estética muy similar a la que durante muchos años se ha estudiado como una apología de lo feo. Sin embargo, esta idea puede resultar un tanto contradictoria. En Poe, se busca crear un efecto sobre el lector, y son los elementos extraordinarios fuera de un contexto “normal” (los dientes de Berenice, un cuervo) los que crean este efecto. Baudelaire, como dice Walter Benjamin, es el poeta del “shock”: los elementos deformes son los que hacen que el lector se estremezca ante la obra de arte.
4. Las puertas de la percepción
En carta de 1871 a su antiguo profesor Georges Izambard, Rimbaud nos da, tal vez, una clave para descifrar su poesía y la de los simbolistas. Se trata de la búsqueda constante de lo desconocido a través del desarreglo de los sentidos, de que el poeta se sepa capaz de encontrar una manera para expandir su percepción del mundo y plasmarla en palabras. Con esta idea coinciden muchos otros poetas, como por ejemplo William Blake, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, pero quizá los simbolistas, y en particular Rimbaud, son quienes logran realmente crear textos que afecten los sentidos a través de una poesía perceptiva. No se está hablando de nada en concreto, se está creando un ambiente, una sensación de voluptuosidad. Una búsqueda de la exaltación de los sentidos.
5. El exceso como forma de conocimiento
Otro elemento que resulta fundamental en el estudio de la obra de los poetas simbolistas es el de la carne. Es importante resaltar que cuando nos referimos a la carne, nos referimos a lo humano, a los sentimientos, y a lo puramente físico. La carne es otro elemento que motiva la creación poética. Si bien este tópico ya tenía un antecedente en los poetas románticos, los poetas que estudiamos llevan la poesía a otro nivel: la creación no sólo se da mediante la exaltación, sino mediante la vivencia intensa de lo humano. Es importante resaltar cómo en la poesía simbolista de Baudelaire y Verlaine, la experiencia de la carne es la que reemplaza a la experiencia religiosa.
Epílogo: ¿Poesía o silencio?
“Aquel cuya alma ha hablado, debe partir.”
Friedrich Hölderlin
Ya había enunciado Verlaine, que los poetas malditos son los que buscan la materialización de lo absoluto. Estos autores quieren sintetizar bajo la forma del lenguaje los dos elementos fundamentales de la experiencia humana: el sentimiento y el pensamiento.
Baudelaire descubre, con igual asombro, que la mayor experiencia estética se encuentra en la nada. La poesía no debe ser ni siquiera insinuación, simplemente silencio.
Mallarmé, quien buscaba la representación del pensamiento en la poesía comprendió que éste tampoco podía ser plasmado en una página.
Finalmente, está Rimbaud que abandona la poesía a los veinte años. Si después de Iluminaciones Rimbaud ya no escribió más, podemos dar dos conclusiones: o bien su proyecto había concluido satisfactoriamente, o que en realidad era imposible hacer poesía perceptiva y sin lenguaje.
Cuando Rimbaud deja de escribir las puertas de la percepción se cierran y queda, con nosotros, el peso eterno del silencio.
El concepto universal del poema: Poesía Lógica y Órfica
La Poesía no se hace con ideas, sino con palabras, como ya escribiera Hierro a Degas, con la anuencia de Mallarmé. La eterna quimera de la idea o cómo entender el mensaje del poema que nos deja un sabor a lágrimas sin respuesta.
No es que no exista la idea. La idea toma otro sentido, otra forma... He aquí que forma y contenido, significante y significado nos conducen hasta el verso de la noche: el verso de los dioses, que repitiera Valèry desde el simbolismo, cuando todo duerme y la palabra se hace instrumento del poema y para el poema.
Ya, antes de que captemos el sentido, la palabra cautiva, enamora, penetra... se hace dueña del castillo, te rompe por dentro y te destroza; te seduce, te hace ambiguo e incluso, te deshonra.
Poesía es nombrar las cosas de manera diferente: cambiar el árbol por el monte y la gaviota por la arena. Cantar lo irrepetible, e imposible o más bien inalcanzable. Por eso siempre sentimos la necesidad de descifrar el poema, rebuscando en ella la presencia de un contenido objetivo, y he aquí el error, la lectura poética debe ser subjetiva: antes que las palabras, nos pueblan sentimientos, y esos, son todos alma y camino incierto. Lo contrario sería una lectura científica, estructural, prosaica.
El poema es una creación, nunca una reproducción fotográfica y como tal no se atiene a más reglas que a sí mismo. El verdadero poema no es fiel a otra realidad lingüística que la rotura del lenguaje por la metáfora, hasta la cadencia... llegando, incluso, a la destrucción del propio lenguaje y a la negación gramatical de las frases que intervienen.
El verdadero poema puede carecer de sentido, y nada sería, sin ese riesgo. Como un golpe de dados o un corte de baraja que, a mitad de trayecto, pronuncia una palabra nunca escrita.
La tendencia hacia los nuevos modos o formas en la poesía contemporánea
El disfrute de Antonio Machado, Aleixandre, o Rimbaud, Cernuda o García Lorca sólo requiere un ánimo templado y abierto, para el que la explicación suele ser tan superflua como la comparación o la historia.
Tal vez quede un camino para los críticos y comentaristas de poesía: comunicar, de la manera más lúcida posible, su propio entusiasmo y su exaltación ante una obra poética prescindiendo de una supuesta objetividad.
En los albores del año 2003, nace en Barcelona el Grupo Laie, 16 poetas de diversos estilos que no acercan a la vanguardia poética actual, pasando desde la poesía órfica a la lógica del razonamiento. Poesía de la experiencia y poesía de la diferencia, se encuentran aquí enclavadas.
El grupo lleva dedicado desde su fundación, al estudio e investigación de la poesía. Han sido memorables los monográficos que se han dedicado a poetas reconocidos como Jorge Meretta, Gabriel Ferrater, Gloria Fuertes, Juan Manuel Roca o José Agustín Goytisolo, entre otros.
Más allá de un grupo, con el afán de destruir para después construir, nos encontramos con una federación de poetas, donde las ideas y el acoplamiento, han sido características pioneras y de Vanguardia.
El grupo ha actuado como un equipo, con exacta conciencia de que la acción conjunta les otorgaba otra fuerza y hasta otra inmunidad. Lo bueno de este vanguardismo barcelonés, es que virtualmente ninguno de sus cultores se ha quedado en la etapa experimental, en la travesura poética. Todos ellos han usado el experimento y el humor como impulso, como provocación, aunque rápidamente comprendieron que no podían quedarse vitaliciamente en ese ramal de ingenuidad.
En este ámbito se ha editado la primera antología del grupo llamado “versos diversos”.
Existen una poesía órfica y otra lógica, albergada ésta última en la línea de la experiencia, que siguen defendiendo una lectura ilustrada del Romanticismo. Los textos incluidos van, pues, más allá del efectivismo y de las atrayentes y pasajeras novedades generacionales. Sensaciones sobre la vida, la muerte, el tiempo, el amor, el desengaño, la historia, el pasado, la soledad, la interpolación entre realidad y locura. El asalto a la razón, el desdoblamiento, el puente mágico que separa lo lógico de lo órfico, encuentra en este grupo el itinerario preciso. La razón y la sinrazón, hechas poesía.
A modo de Colofón
Maridaje entre poesía y prosa poética o poesía en prosa y verso.
Son las nuevas tendencias prosódicos, una claudicación a la angostura del verso clásico que se vuelve demasiado estrecho. Como muestra dejamos este poema:
Quiero que me entierren con Jon Gorrochategui.
(De Ignacio Bellido – componente del grupo poético Laie)
Para Jon A. y su sabiduría
Tengo un amigo que es filósofo de solideo.
Se llama Jon Gorrochategui
y es un experto en Spinoza.
Ahora está jubilado, y cada mañana
va a comprar el pan candeal
y hace una parada ontológica para tomar café conmigo.
Trata de pasarme su sabiduría
con una sonrisa protésica,
y me explica todas las etimologías y haberes
con un balanceo comprensivo de cabeza
ante mi natural ignorancia.
Es vasco, ya se comprende por su nombre,
y junto con sus redondeos entre el ser y la nada,
no desaprovecha para hablarme de las sardinas,
“desde Santurce a Bilbao...” a la plancha,
es muy culinario también, y experto en especias
y en merluza fresca:
—”Por sus agallas las conoceréis”.
Pero su insistencia radica ahora,
en hacerme comprender el principio de incertidumbre de Heisenberg,
y por muchos azucarillos que me ponga al tema,
no hay forma de endulzarlo.
Me defiendo con aquello de “sólo sé que no sé nada”
buen escudo contra academicismos
y contra mi tendencia al rebuzno.
A veces le digo también que escribo poesía,
y le recito algunos poemas.
—”No es el camino.—me dice.—Los poetas sois seres degradados,
espantados de realidad, irreductibles en la lógica, narcisos sin lago,
crustáceos de arroyo que ignoráis la profundidad del mar”.
¡Que sofocos me hace pasar con estos epítetos!
Y no tengo replica, no la tengo,
y aquí palpo los enormes abismos de mi pretensión
y mis llantos de ignorancia.
Día a Día, con las variantes meteorológicas pertinentes,
se repite la misma historia,
y en mi se repite una cadena acomplejada que se anuda a mi cuello de forma alarmante.
Buscando remedios,
pensé en cambiar de café,
hacerme la cirugía estética,
o disfrazarme de madonna.
Pero eran concesiones innecesarias que matizaban mi debilidad.
Hasta que dándole vueltas al caletre, encontré la fórmula.
Uno de los días en que trataba de epatarme con Wittgenstein
le espeté:
—Jon he hecho testamento.
Me miró en su amistosa burla del siempre y me dijo:
—”Todos los poetas hacen testamento. Queréis inmortalizar con esto lo que no podéis con lo poético”.
—Jon.—le repliqué.—He dejado una cláusula especial de riguroso cumplimiento.
Aquí le apercibí por vez primera, una desazón en su silencio y continué:
—Es mi voluntad que me entierren contigo. No soportaría tu ausencia en las ultratumbas. Necesito iluminación ante el Supremo.
Su espanto se manifestó en un braceo continuo y en una mueca desgarrada. Dijo al fin:
—” Estas loco. Todos los poetas lo estáis. Hasta otro día”
y sin más palabras marchó colocándose la corbata de forma desentonada.
No volvió jamás.
Ahora mi notario está consultando a constitucionales, para ver si es posible cumplir mi deseo. En el mientras, he podido seguir escribiendo poesía en mis prados de ignorancia, y entre la cálida mirada de una libélula.
No obstante tengo intención de cumplir mis voluntades
En el caso de morir yo primero.
1 Comentarios
Un recorrido apasionante el que has presentado. Para admirar y disfrutar. Saludos.
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