CICLO DE CINE ARREBATADO: BEGOTTEN
Al principio fue la imagen. Y de ella surgió el cine. Y a partir del cine, la imagen, en lugar de acercarse a la realidad, comenzó a deformarla, a disolverse y aparecieron los monstruos que siempre habíamos tenido guardados en los más lúgubres rincones de nuestra mente. Platón tenía razón en parte. Hasta ahora no habíamos estado sino en una caverna, encadenados, mirando fijamente las sombras que pasaban delante nuestro. Lo que sucedió después es que, a la hora de liberarnos, no nos encontramos en un mundo luminoso de formas perfectas, sino al contrario, lo que vimos fue la creación monstruosa de nuestra propia especie.
Begotten es una de las experiencias cinematográficas más perturbadoras que puedan vivirse. Desde su propia concepción como obra herética, alejada de cualquier forma o convención, reinventa a partir de las religiones tradicionales una nueva forma de expresión cinematográfica. En Begotten no hay grises, todas las figuras son blancas o negras y la puesta en escena así como la estética de la película de E. Elias Merhige parece como una revisitación arqueológica de los mitos espirituales de las comunidades humanas. Acercarse a ella es como mirar las pinturas paleocristianas de las catacumbas romanas o descifrar los bajorrelieves erosionados por el tiempo de la época sumeria. Los conceptos aparecen difuminados, barridos por el tiempo y lo que pensamos que es la esencia de la religión (sin que sepamos con exactitud qué es lo que la religión) es lo que parece traslucirse en el contenido de una película destinada a sacudir al espectador de su butaca. ¿Una película sobre religión? O tal vez no.
Dudo que Begotten sea tanto una película religiosa como una película sobre la barbarie humana. La religión impone un punto de vista sobre la creación, la ciencia, la vida cotidiana y la conducta humana y, sobre todo, es la encargada de dar respuestas a todas las cuestiones existenciales que se plantea el ser humano. La religión, en definitiva, es el camino más sencillo y directo para obtener cualquier respuesta a cualquier pregunta. Sin embargo, ¿qué queda de una religión cuando el mismo Dios, único y todopoderoso, muere desangrado al dar a luz a la Madre Tierra? El poder de intervención divina quedaría minimizado en nuestra especie, pero al mismo tiempo, imbuidos por su legado, nos dedicaríamos a vivir del saqueo y la tortura. Tal vez la parte más bárbara de nuestra conciencia se la debamos a él, que nos creó con odio y furia.
Resultaría fascinante pensar que Dios desapareció, destruido por su propia creación, después del Big Bang y que su legado son miles de millones de estrellas, nebulosas, agujeros negros, planetas en formación, púlsares, inmensas nubes de gas y, arrinconado en una estrella vulgar de una galaxia vulgar, encontraríamos un pequeño planeta en el cual los ejemplares de su especie más inteligente se dedican a destruirse los unos a los otros. Lamentablemente, Dios no intervino en la creación del universo, ni en la de nuestro planeta ni mucho menos en nuestra propia creación ya que, como decía el protagonista de La naranja mecánica, "descendemos de monos erectos y no de ángeles caídos". Mientras tanto, la religión continuará siendo un cuento, una parte más de nuestro patrimonio literario, y así debemos contemplarla. Por esa razón, Begotten sacude tanto las conciencias, porque arrincona a la religión y se fija en lo humano. Y por eso es tan explosivamente impactante.
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