Rolando Revagliatti nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos, relatos y microficciones y quince poemarios, además de otros cuatro poemarios sólo en soporte digital. En esta condición se hallan los seis tomos de su libro “Documentales. Entrevistas a escritores argentinos”, conformados por 159 entrevistas por él realizadas. Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en http://www.revagliatti.com
Fotografía autoría de Mirtrza Dans
“El poeta no es más que un instrumento de la poesía”
César Cantoni nació el 23 de febrero de 1951 en la ciudad de La Plata, donde reside, provincia de Buenos Aires, la Argentina. Allí han sido publicados sus diez poemarios: “Confluencias”, 1978; “Los días habitados”, 1982; “Linaje humano”, 1984; “La experiencia concreta”, 1990; “Continuidad de la noche”, 1993; “Cuaderno de fin de siglo”, 1996; “Triunfo de lo real”, 2001; “La salud de los condenados”, 2004;“Diario de paso”, 2008; “El fin ya tuvo lugar”, 2012. Ha sido incluido en más de quince antologías (“Poesía entre dos épocas (Argentina 1976-1983 / Inglaterra 1930-1939)”, 70 poetas argentinos, 1970-1994”, “Entre la utopía y el compromiso. 16 poetas argentinos”, Poesía hacia el nuevo milenio. Antología de poeta argentinos. Tomo I”, “Naranjos de fascinante música. Poesía contemporánea de amor en La Plata” ...). Ha sido traducido al inglés, francés, italiano, portugués y catalán. En tres ocasiones le fue concedida la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires, así como en 1996 por la sede central de la Sociedad Argentina de Escritores. Integró dos grupos literarios: “Latencia” entre 1977 y 1979 y “Tuerto Rey” durante 2006 y 2007. Formó parte en 2005 y 2006 de la redacción de la revista de poesía “El Espiniyo” y de Jurados en certámenes organizados por instituciones públicas y privadas.
1
— En una entrevista concedida a Carina Velo hiciste referencia a tu
timidez durante la pubertad, al menos en lo que concierne a compartir
con alguna persona los poemas que comenzabas a intentar, imitando a
los que reproducían los libros de lectura escolar. ¿A qué tipo de
poemas “arroja” la timidez? Con el amor y la desesperación
desplegados por el joven Pablo Neruda, sobreentendí que afirmabas en
aquella entrevista, te identificabas. ¿Y ahora?
CC
—
Cuando era chico, escondía todo lo que escribía en la parte
inferior de un diván. Nadie conocía mi secreto, ni familiares ni
amigos. Mi timidez tenía que ver, entonces, con el pudor de mostrar
los sentimientos (siempre he sido poco expresivo en este sentido).
Pero también me atemorizaba la reacción que pudieran experimentar
los otros al conocer mi afición por un arte tan singular y
misterioso como la poesía. Aunque parezca absurdo, aquel temor no
era en extremo descabellado: actualmente, cuando confieso que soy
poeta, muchos me miran como si fuera tonto o estuviera loco. La
timidez, por otra parte, no me “arrojó” a ningún tipo de poemas
en especial. A la hora de escribir, carezco de prejuicios e
inhibiciones y sólo procuro ser fiel conmigo mismo. La poesía
constituye, en mi caso, una forma de sinceramiento que está por
encima de todo. En cuanto a Neruda, su libro “Veinte poemas
de amor y una canción desesperada”,
que leí entre los dieciocho y los diecinueve años, me produjo un
deslumbramiento tan grande que llegué a escribir un poemario
completo (“Las estaciones del amor”) imitando su estilo. Como ya
dije en otras entrevistas, Neruda era, a fines de los años 60, un
poeta emblemático en muchos aspectos. La sintonía amorosa y el
compromiso político de su poesía tenían, en aquella época de
fervor revolucionario, un fuerte atractivo para quienes empezábamos
a deletrear versos y sueños. Si bien sigo admirando a Neruda, su
influencia, como es natural, ya no gravita en mi creación. La
realidad y el lenguaje cambian continuamente y el desafío del poeta
consiste en acompañar esos cambios para no repetir ad
infinitum
a sus queridos maestros.
2
— Manifestabas también que no te considerabas escritor, claramente
cuando escribís, corregís, trabajás un poema. Convengamos que
cuando incursionás en la crónica, en la semblanza —en la prosa-—,
te posicionás como escritor (acabo de leer tu “Latencia: poesía y
dictadura”, artículo ya difundido en Internet). ¿Diferencias
entre el “hablado
por la poesía”
(según el poeta argentino Ricardo Zelarayán: “No
existe el poeta, sino el hablado por la poesía”)
y el ensayista, el hacedor de artículos y críticas literarias?
CC
—
En la entrevista que mencionás, digo también que nunca escribí un
poema con el propósito de hacer literatura, y en esto radica, a mi
juicio, la diferencia entre el poeta y el escritor. Para mí la
poesía es mucho más que un género literario; es un acto de vida,
algo imponderable que me sucede cuando escribo, una experiencia que
trasciende la mera retórica de la escritura. Es cierto que, además
de poemas, escribo prólogos, contratapas, artículos, críticas,
reseñas de libros, etc., pero este quehacer literario no deja de ser
circunstancial; podría desentenderme del mismo sin angustiarme
demasiado. En cambio, la creación poética forma parte de mi
respiración, es mi modo de ser y estar en el mundo, la única cosa
capaz de ofrecerme algún argumento existencial. Desde otra
perspectiva, coincido con Zelarayán en que el poeta no es más que
un instrumento de la poesía, el “hablado” por ella. Borges solía
decir al respecto que su función se limitaba a escribir lo que
“alguien” le dictaba.
3
— Sé que tus primeros poemarios los destruiste sin llegar a
publicarlos. ¿Recordarías para nosotros los títulos?
CC
—
En una etapa de aprendizaje, uno cree que los últimos poemas que
escribe son siempre los mejores. Por eso, cuando publiqué
“Confluencias”,
mi primer libro, en 1978, destruí todo lo que había escrito
anteriormente. Vi en ese acto una especie de depuración. Al fuego
purificador fueron a dar seis poemarios, la mayoría de los cuales
habían recibido el primer premio en diversos certámenes de poesía
inédita. Más adelante, descubrí un aforismo de Antonio Porchia que
dice: “Te
depuras, te depuras... ¡Cuidado! Podría no quedar nada”.
Pero ya era demasiado tarde. Todavía recuerdo los títulos de esos
libros incinerados: “Las estaciones del amor”, “Poemas en
blanco y negro”, “Habitante solo”, “Eco de poemas” (este
título nunca me gustó, pero no encontré otro mejor en su momento),
“Invasión de los días” y “Tentativas y deslices”. De ellos,
sólo se salvaron unos pocos poemas, que habían sido publicados en
diarios y revistas.
4
— Quienes pinchen en www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar
se encontrarán con testimonios fotográficos, muestras poéticas,
informaciones de la Capital de la Provincia más densamente poblada
de nuestro país: la ciudad de las diagonales, la que entre 1952 y
1955 se llamara Eva Perón, la ciudad de los tilos, la primera de
Sudamérica en tener el servicio de tranvía eléctrico. Expresado
todo esto, César, ¿qué añadirías sobre La Plata, la así llamada
por el Río de la Plata?
CC
—
Siempre viví en La Plata, ciudad cuyo nombre, como bien decís, fue
tomado del río homónimo y aprobado en la legislatura bonaerense a
instancias de José Hernández, que lo propuso cuando era senador.
Desde su origen hasta su diseño urbano (un cuadrado perfecto, que
incluye simetrías y malabares aritméticos), La Plata es una ciudad
con características singulares. Fue concebida políticamente para
ser Capital de la Provincia de Buenos Aires y fundada por Dardo Rocha
en 1882 en medio del desierto. Se trata, pues, de una ciudad joven,
nacida de una idea y, por lo tanto, más pensada que soñada. Su
fundación significó, de alguna manera, la coronación del
pensamiento liberal de la generación del 80 (algo que muchos no le
perdonan). El propio Sarmiento sostuvo por entonces: “La
Plata es el pensamiento argentino, tal como viene formándose e
ilustrándose hace tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ello”.
Sin embargo, hay que decir también que esta ciudad sufrió con
singular ensañamiento la represión castrense de la última
dictadura y que en ella se gestaron no pocos movimientos políticos y
sociales que reivindicaban y reivindican los derechos humanos (son
mujeres platenses las que hoy presiden organismos como Madres de
Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo). Lo cierto es que La Plata
creció en sus comienzos más que cualquier ciudad del mundo, hasta
que la crisis económica que afectó a la Argentina a fines de la
primera década del siglo XX detuvo su pujanza inicial. A propósito
de ese crecimiento, un viajero francés, P. M. de Corvetto, escribió
un artículo titulado “La Plata o el poder creador de la
Argentina”, publicado en 1885, en el que expresa: “en
ningún lugar del mundo el presente se transforma tan rápido en
pasado; ayer el desierto, hoy un plano y jalones, mañana una
ciudad”.
Paradójicamente, La Plata era, al mismo tiempo, una ciudad
silenciosa y apacible. Sus plazas y paseos, sus anchas avenidas
arboladas, el bosque con su lago, invitaban a la ensoñación y a la
melancolía. Esa mansedumbre provinciana está muy bien reflejada en
la poesía de Francisco López Merino y dio origen a la llamada
“Escuela de La Plata”. Pero el progreso irracional y
descontrolado no iba a eludir su realidad. Ya a principios de la
década del 50, advertía el poeta y editor Marcos Fingerit: “La
nerviosidad de la vida contemporánea ha llegado hasta ella
trastornándola, mejor dicho, trastocándola. El silencio, la
soledad, la quietud que la individualizaran, por lo menos para los
viajeros, casi han desaparecido por completo, hasta de sus zonas en
donde lo campestre ceñía lo ciudadano”.
Hoy, por lo demás, no se diferencia mucho de otras ciudades del
país. A los rótulos con que suele señalársela y que vos mencionás
en tu pregunta, cabe añadir “Ciudad Universitaria” y “Ciudad
de los Poetas”, este último discutido por algunos, aunque es bien
conocida su fuerte tradición poética.
5
—Tu madre, fallecida en 2005, según informabas en un reportaje que
te hicieran en “El Día”, ese periódico más que centenario de
tu ciudad, llegó a leer tus primeros nueve libros. ¿Qué te
trasmitía a propósito de ellos? Y, por extensión, otros familiares
no vinculados con la escritura poética: ¿han leído poemarios
tuyos? ¿Qué opinaron (los que opinaron)? ¿Y qué te parece que les
pasó (o no les pasó)?
CC
—
La poesía no es un arte demasiado convencional. Tampoco es común
que en las familias haya un poeta, de modo que cualquier reacción
que el asunto suscite en el ámbito hogareño resulta entendible.
Como dije al comienzo, yo escribía poemas que escondía en la parte
inferior de un diván, hasta que un día mi madre, haciendo la
limpieza de la casa, encontró el cuaderno que los contenía. No sé
si fue el hecho de escribir poemas o el de esconderlos lo que más le
llamó la atención, pero me consta que vivió preocupada durante un
tiempo, temerosa, quizá, de que yo sufriera algún trastorno
psicológico. Mi padre, por su parte, no supo que yo escribía hasta
que obtuve la Faja de Honor de la SEP (Sociedad de Escritores de la
Provincia de Buenos Aires) y mi nombre apareció en el diario “El
Día”. Tanto mi madre como mi padre confiaban en mis facultades
líricas, pero no tenían parámetros para emitir un juicio
equitativo. El resto de mis familiares me ponderaban y guardaban con
cariño los ejemplares que yo les regalaba. Sin embargo, como siempre
he sido bastante descreído y despreocupado, no me inquietó saber
qué les pasaba o dejaba de pasarles con la lectura de mis libros.
Por lo demás, he comprobado que aun el lenguaje poético más
sencillo es de difícil comprensión para los no iniciados en poesía.
6
— Fui enterándome de tu admiración por Ezra Pound, Edgar Lee
Masters, T. S. Eliot, Fernando Pessoa, William Carlos Williams,
Constantino Cavafis, Wallace Stevens, Yorgos Seferis, Eugenio
Montale, Yannis Ritsos, Salvatore Quasimodo. Lo que me ha promovido
interesarme por saber cómo te llegan, por ejemplo, las poéticas de
Nicanor Parra, Enrique Blanchard, Charles Bukowski, Juan Carlos
Bustriazo Ortiz, Antonin Artaud, Manrique Fernández Moreno, Pablo de
Rokha, Néstor Perlongher, Monique Wittig, Emeterio Cerro, Francois
Villon.
CC
—
Siempre sentí admiración por las vanguardias de comienzos del siglo
XX, que produjeron una transformación profunda en la poesía y
fijaron un punto de no regresión. Obviamente, algunas me importan y
me atraen más que otras. Fuera de ellas, de mi entusiasmo inicial
por Neruda y de leer con enorme placer a los poetas griegos e
italianos, mis preferencias líricas apuntaron, durante mucho tiempo,
a la poesía anglosajona, sobre todo, a la norteamericana. En
general, me seducen las poéticas conceptuales y realistas; o sea,
aquellas capaces de expresar una intuición o una idea que puedan
hacer reflexionar, sin perder de vista la circunstancia y el clima de
la época. Con respecto a tu curiosidad acerca de los autores que
enumerás al final de la pregunta, debo decirte que estimo, en
particular, a Villon,
Artaud y de Rokha. A Bukowski, asimismo, le dediqué un poema
(“Bukowski o le mal de vivre”) que, por ser breve, aprovecho para
transcribirlo: No
escribía al dictado del corazón,/ sino del hígado cirroso./ No
escribía para los hombres satisfechos,/ sino para aquellos que
sufren/ la quemadura de la vida./ No escribía porque la poesía/
fuera capaz de redimir al mundo,/ sino porque estaba seguro/ de que
no existe salvación”.
Por último, quiero agregar que, en cuanto a la concepción del arte
en todas sus formas, comparto la visión de Ingmar Bergman cuando
afirma: “Sólo
con luz se puede iluminar la oscuridad, no con más oscuridad”
7
— Desde luego, es satisfacción la que produce hallarse incluido en
una buena o muy buena antología. ¿Qué nos podrías comentar sobre
esto?, inquiero mientras releo el par de poemas de tu “Cuaderno
de fin de siglo”
incorporados en el volumen “El
cine y la poesía argentina”
(Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2011, con selección y ensayo de
Héctor Freire). En efecto, el cine, ese mundo, y algunas películas
te han inspirado poemas. ¿Qué trayectorias de realizadores te
resultan impecables? ¿Qué personajes te fascinan?
CC
—
Ciertamente, resulta satisfactorio hallarse incluido en una buena
selección poética porque evidencia algún reconocimiento. Sé que
dos poemas míos integran la antología de Freire, pero no tengo el
libro. Conozco, además, la lista de los autores seleccionados y
puedo decir que todos cuentan con una trayectoria aquilatada. El cine
me apasiona desde chico, si bien mis conocimientos acerca del mismo
no son académicos y, por lo tanto, sólo me cabe hablar como
aficionado. Vi muchas películas en las décadas del 80 y del 90,
cuando apareció el video y el llamado séptimo arte era una de las
expresiones que, a mi juicio, mejor reflejaba la realidad. Es
asombroso comprobar cómo en dos horas, aproximadamente, puede
resumirse una novela de 500 páginas o, más aún, una vida completa
sin que se adviertan saltos o fisuras. Claro, esa idea de totalidad
no siempre está lograda. Sería demasiado largo enumerar las
películas que más me gustaron. Otro tanto ocurre con los actores y
las actrices que me parecen más convincentes. A título ilustrativo,
sólo voy a mencionar algunos directores por los que siento singular
estima: Serguei Eisenstein, Charles Chaplin, Alfred Hitchcock, Orson
Wells, Vittorio De Sica, Federico Fellini, Ettore Scola, Claude
Chabrol, Wim Wenders, Werner Herzog, Martin Scorsese, Francis Ford
Coppola, Woody Allen, Clint Eastwood... Los personajes que más me
fascinan son los antihéroes, los perdedores... Los héroes
hollywoodenses y los “happy end” se me antojan bastante huecos.
8 — ¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... ¿Qué cuestiones no son tus predilectas?... ¿Qué asuntos no son tus favoritos?... ¿Qué apreciaciones no apreciás?... ¿Qué imprecisiones preferís?... ¿Qué preferís no preferir?... Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan otras cosas?...
CC — Para que la exposición sea más clara voy a responder estas preguntas escalonadamente, una por una.
—¿Qué lujos no podés, no podrías darte?: Me gustaría poder leer y escribir sin premura, sin presiones, sin sobresaltos, pero no estoy seguro de que la vida me permita alguna vez este lujo.
—¿Qué cuestiones no son tus predilectas?: En principio, las que tienen una finalidad exclusivamente material.
—¿Qué asuntos no son tus favoritos?: Los ajenos a la cultura, las artes y el periodismo.
—¿Qué apreciaciones no apreciás?: Las de los políticos en época de elecciones, las de los economistas que fueron funcionarios y fundieron el país, las de los comerciantes cualquiera sea el producto que quieran venderme...
—¿Qué imprecisiones preferís?: Las del simbolismo en literatura y las del impresionismo en pintura.
—¿Qué preferís no preferir?: Prefiero no tener que preferir entre el olvido y el perdón.
—Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan otras cosas?: Otras me pegan en la entrepierna, pero hago flexiones y sigo...
César Cantoni selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
TRAICIONÉ A MIS PADRES
ni recorrí el camino trazado por su índice.
Defraudé a la ciudad: no tuve oficio ni empleo
y mi voto sólo llevó inquietud a los burgueses.
Menosprecié a los dioses: no veneré sus máscaras
ni me hinqué ante sus nuncios terrenales.
Desoí a la razón: cuando hube de callar, solté la lengua;
cuando hube de ser cauto, puse el dedo en la llaga.
A una edad en que ya debería preparar mi alma,
alivianarla para su despegue,
no puedo hablar siquiera de arrepentimiento.
Condenado por todos los discursos,
sigo escuchando la impenitente voz de la poesía,
su incitación a la desobediencia.
(de “El fin ya tuvo lugar”)
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD?
Y mi madre me dijo que no sabía.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al filósofo.
Y el filósofo adujo que sólo cobijaba dudas.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al científico.
Y el científico apenas esbozó una hipótesis.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al artista.
Y el artista puso el acento en la belleza.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al político.
Y el político tuvo palabras engañosas.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al gendarme.
Y el gendarme empezó a disparar su arma.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al obispo.
Y el obispo me amenazó con el infierno.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté a los dioses.
Y los dioses permanecieron mudos.
(de “El fin ya tuvo lugar”)
ES ASÍ COMO MUEREN
Alejandra Pizarnik
Sá Carneiro se envenena tomando estricnina,
Esenin se corta las venas en un hotel ruinoso,
Maiakovski se mete una bala en la sien con un revólver,
Crane se tira al mar por la borda de un buque,
József espera el paso del tren sobre los rieles,
Lugones bebe alcohol con cianuro en un recreo del Tigre,
Tsvetáieva se ahorca colgándose de un árbol,
Pavese ingiere una sobredosis de narcóticos,
Thomas se emborracha hasta entrar en coma etílico,
Plath inhala el gas que sale de su cocina,
Celan se arroja a las aguas del Sena en una crisis,
Ferrater se asfixia con una bolsa en la cabeza,
Pizarnik echa mano a 50 grageas de barbitúricos,
Sexton aspira las emanaciones del motor de su auto,
Goytisolo se lanza al vacío desde un edificio de departamentos,
en la calle Mariano Cubí, en Barcelona, una mañana más negra que la noche...
Es así como mueren estos poetas:
yendo hasta el fondo de su desventura.
(de “El fin ya tuvo lugar”)
1976
y las municiones:
el viejo revólver de papá,
y las dos escopetas de papá,
y la escopeta rota del abuelo,
y mi rifle de caza,
y las balas de plomo
y los cartuchos.
Todo lo enterramos
prolijamente en un baldío
para que la dictadura de turno
no se sintiera amenazada.
(Inédito)
LA EDAD DE LA INOCENCIA
acaba de romper las lilas
que planté esta mañana
y mueve la cola con euforia
cuando compruebo lo que hizo.
También yo, siendo pequeño,
rompía alegremente los juguetes
ante la desazón de mis progenitores.
A veces, me pregunto si Dios
no será un niño inocente todavía,
que, haciendo alarde de sus travesuras,
se pone a jugar con las estrellas.
(Inédito)
UN ARTE INVISIBLE
desnudo por la calle,
pero la gente no lo ve.
El poeta va al cine,
sale de putas,
viaja en colectivo,
siempre desnudo,
pero la gente
mira para otro lado.
El poeta no tiene modo
de llamar la atención,
porque la poesía
es un arte invisible.
La poesía se escribe
sin palabras.
(Inédito)
* Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de La Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 60 kilómetros, César Cantoni y Rolando Revagliatti.
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