Rolando Revagliatti nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos, relatos y microficciones y quince poemarios, además de otros cuatro poemarios sólo en soporte digital. En esta condición se hallan los seis tomos de su libro “Documentales. Entrevistas a escritores argentinos”, conformados por 159 entrevistas por él realizadas. Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en http://www.revagliatti.com
Fotografía autoría de Mirtrza Dans
“Recordando al escritor Wenceslao Maldonado (1940-2016). Sus respuestas y poemas”
WM — Espero que aparezcan tres libros que tengo ya diseñados desde hace tiempo: “Nocturno siciliano”, poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los cuales fueron editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina, Provincia di Enna. La serie “strade di Troina” (calles de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con quien pensaba editar un libro de narrativa, escrito conjuntamente en italiano y español, que se iba a llamar “L’incontro” (“El encuentro”), proyecto pospuesto, pero no depuesto… Y tengo además dos libros de narrativa listos, la novela mitológica “Hipócalo. Pasión de hombre y caballo”, sobre el Sagitario, y una colección de cinco nouvelles sobre mis ancestros imaginarios: “Bienes de familia”.
En cuanto a poesía inédita, están en lista de espera, desde la década del ‘90, unos veinte libros. Te doy los títulos, si es que no soy demasiado pesado. Lo que sucede es que escribo en forma permanente, y en diversos encuentros de poesía o performances que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero leer poemas inéditos. Y va la lista, libros cerrados todos entre 1993, después de mi regreso a Buenos Aires, y el 2013: (1) “El amante de las horas dispersas”; (2) “Torsos desnudos en un mismo espejo”; (3) “Esquina sin sosiego”; (4) “Sobre la vejez”; (5) “Anecdotario incierto de este sueño”; (6) “El mar y la hoguera”; (7) “Todo lo que puede ser el gran payaso”; (8) “Recorridos breves de un largo itinerario” (recopilación de recopilaciones, poesía 2006 – 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de una vida para después / Cicatrices / Desolación y canto); (9) “Mi reino será el mar”; (10) “Hay voces en las paredes”; (11) “Memorias de otoño”; (12) “Los días terribles”; (13) “Escenas desconcertantes de la guerra futbolera – Copa América 2011”; (14) “Volver a La Coronilla”; (15) “Veinte proposiciones para el misterio y la aventura de la vejez”; (16) “Sorpresa de un lunes apasionado”; (17) “Fragmentos de obstinación nocturna”; (18) “En el comienzo del fin – poemas convalecientes”; (19) “Invocación al mensajero ausente”; (20) “Pueblo en silencio”.
Lista larga ¿no? Repasarla me da un poco de frustración… Pero, en fin, no creo que estos libros mencionados tengan tanto valor como para tener derecho a la publicidad. Algunos de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un futuro más o menos inmediato. Me gustaría que eso sucediera con “Sobre la vejez”, una especie de meditación poética sobre mi entrada a la vejez y viendo a mi madre, con la que viví en sus últimos cinco años de vida. También quisiera tener en las manos “El mar y la hoguera”, libro que me había prometido ilustrar una amiga artista plástica, inspirado en la relación de vida, amor y muerte entre Aquiles y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro libro que me encantaría tener publicado cuanto antes es “Mi reino será el mar”, anclado también en temas de la antigüedad clásica, con tres partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al Minotauro y el laberinto de la discriminación, y finalmente al Hades, reino invisible de los muertos. Hay un cuarto libro todavía que quisiera ya verlo impreso, y es “Hay voces en las paredes”, porque tiene que ver con los recuerdos en la localidad de Martínez y aquella vieja casona en Muñiz al 400 en la que vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una carta de sinceramiento con mi padre, con el que no me entendí demasiado bien mientras vivió. Seguramente, lo más ambicioso de publicar de estas veinte obras inéditas es “Recorridos breves de un largo itinerario” porque, como anoto en la lista de libros inéditos, reúne cuatro libros escritos durante los cinco años que viví con mamá y tienen que ver con actitudes mías de una nueva etapa.
La pregunta que me hiciste se completa con dramaturgia no estrenada. Y sí, escribo teatro de tanto en tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero algunos quedaron a medio andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia de la Odisea. Y ahí quedó, porque el director me dijo que eso se podía dar sólo en el Teatro San Martín de otros tiempos… Con “Islaín el solitario”, me sucedió que un director de coros se entusiasmó y me prometió componer música para los coros que alternan con los protagonistas; pero todo quedó en las buenas intenciones. Como también quedó en buenas intenciones, pero con posibilidades de resurrección, la versión de “Si cortarle la cabeza a la Gorgona”, nada menos que para una ópera, como me había sugerido el querido y recordado Eduardo Gudiño Kieffer, quien presentara la primera edición de esta obra; otro amigo músico, miembro de una importante orquesta, me hizo la propuesta, por lo que hice la adaptación con el título “Perseo y la Gorgona”; y como Donny Smith me había hecho la versión en inglés, ya hace unos años, para la revista “Metamorphoses” de la Smith College de la Universidad de Massachusetts (Fall 2005, vol. 13, Issue 2, pág. 68 ss.), preparé también el texto en inglés, “Perseus and Gorgon”, porque mi amigo me decía que para una ópera iba a ser más fácil… Bueno, allí estamos todavía, a la espera. Lo más frustrante fue darle, por meses, a los ensayos de “Abismo de la equilibrista inoportuna”, mi versión teatral de “Fuegos” de Marguerite Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por Karina Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo mismo, los payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron también, pero sólo en los papeles, nuestros proyectos sobre obras de Oscar Wilde: “Salomé” y “Confieso”. Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los problemas que no sé resolver. Y si me sigo incorporando al teatro, en estos últimos años, es sólo como traductor. El año pasado se estrenó “Creando un país para Alicia” del escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del autor; y estamos por presentar “Los fantasmas de Joyce”, del mismo dramaturgo, con la Compañía teatral Quinto Piso, bajo la dirección de Daniel Godoy.
2 — ¿Qué nos trasmitirías sobre tu quehacer de traductor?
Muy distinta es mi actitud con respecto a la traducción de autores italianos. Hablo de los contemporáneos. Porque para Dante, por ejemplo, sobre el que hago con frecuencia cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor Ángel Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un ensayo, como es el caso de “El encanto de la oscuridad / y otras divagaciones sobre La Divina Comedia”. En este momento, o en estos últimos años, he traducido varias obras del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de él textos de narrativa, poesía y teatro. Lo más problemático ha sido su novela “James Joyce, Roma y otras historias”, sobre todo por la parte de la abundante información sobre Roma. Me exigió redactar una gran cantidad de “notas de traductor”, para clarificarle al lector de habla hispana las múltiples referencias sobre historia romana, sobre su riqueza arqueológica y artística, incluida abundante documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje que el que imaginaba, y agradecí haber vivido tantos años allí, como para ubicarme y entender los desplazamientos de Joyce por los complejos itinerarios de la Urbe, según pinta la novela.
Todavía seguí dirigiendo cada tanto alguna obra de teatro hasta 1996; última, escrita por mí para las fiestas de mayo en el Colegio Mekhitarista, fue “Cinco días de mayo”, un verdadero fracaso. Sin embargo, esa escuela aceptó mi guión cinematográfico, que hizo filmar el equipo del empresario Eurnekian y que se estrenó en el cine Metro el 21 de mayo de 1996, en los 40 años de la escuela, con copia de regalo para los espectadores invitados.
Fue entonces, en ese mismo año 1996, que decidí asociarme a Marcelo Gamarra, a quien había conocido en 1993, y me llevó al taller teatral de Adrián Porcel de Peralta. Formamos así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus Teatro – grupo de coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras performances de poesía y luego con lo que sería nuestro éxito durante tres años: “La musa de los muchachos”, sobre epigramas de Estratón de Sardes y otros poetas alejandrinos, obra con la que, desde Lugar Gay de Buenos Aires, logramos llegarnos hasta Nexo, el teatro Ift y el espacio teatral de la Galería Ghandi.
Nunca más volví a subir a un escenario para hacer teatro. Sí para realizar performances poéticas con Marcelo, siendo las que más recordamos, en la SEA con una noche erótica en 2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del Tango —de La Plata— en 2012. Con Gito Minore de La Imaginería, un centro cultural, me prendo para sacar la poesía a la calle. Este año hemos leído en abril en el Obelisco, y en septiembre en la avenida Boedo, parando en todas las esquinas emblemáticas que, desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los escritores de Boedo, como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o César Tiempo.
Con todo yo he seguido en el programa radial “Doble Ancho”, entre 2008 y 2012, con mi columna de comentarios culturales sobre libros literarios, cine y teatro, pasando por AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se quiere, de lo realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el Diario “Clarín”, como ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el Suplemento “Jornada Cultural” de “Diario de Trelew” y en la Revista “NEXO”.
4 — ¿Algo sobre “Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, esa antología anotada? ¿Y sobre “La proctomaquia o El cantar de los culos”?
Mis charlas sobre literatura erótica de Roma no han tenido la misma suerte de encontrarse con el libro bien armado. Pero es posible que alguna vez suceda porque tengo todo el material sobre esos cursos. Más allá de mi interés por Catulo, Virgilio, Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del Satiricón de Petronio, hasta el punto que imaginé un final a esa obra que nos ha llegado fragmentadamente y que se convirtió en mi novela “Las vigilias de Príapo”, socializada por Ediciones Las Miradas de Eros / los libros del Simposio, editorial erótica que me pertenece y que está, por el momento bastante estancada, después de una batalla legal por el título primitivo que era Editorial Simposio, en homenaje al “Simposio”, mal llamado “Banquete”, de Platón.
Sobre “La proctomaquia o El cantar de los culos” aclaro sólo que se trata de un “falso poema” de un poeta alejandrino inexistente, Aristón de Mitilene. Más allá de lo llamativo que pueda ser el título, quiero explicitar que el libro es una burla a la belleza que pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora las diosas habían apostado a ver quién era la más bella, y gana Afrodita con trampa, aquí son tres dioses los que concursarán para ver quién tiene el mejor culo, Ares, Apolo y Dioniso, convocados por Hermes a instancias de Afrodita misma. Y no cuento cómo termina la historia… Es posible acceder a ella a través de internet.
Lo interesante es que todavía hoy me encuentro con mis ex alumnos de los ‘60 y los ‘70. Y los de los últimos años del 2000, grupos que organizan eventos multimediáticos, porque hay excelentes artistas plásticos, actores y actrices, fotógrafos y músicos, me llaman para que me integre a sus encuentros para… ¡hacerme leer poesía!
Fui teniendo cargos de cierta importancia en la Institución Salesiana: primero como director y rector de un colegio, luego como vicario inspectorial de una zona, para terminar, siendo inspector provincial de las obras salesianas de la Capital Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en la Ciudad de Buenos Aires, zona Almagro, en donde residí desde 1982 hasta 1989. Por motivo de mi trabajo, en esos años viajé mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí por largos períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de documentos, como la “Ratio studiorum” de los salesianos, es decir, la planificación de los estudios en la formación de los nuevos religiosos.
En marzo de 1982, la federación de todas las órdenes y congregaciones de hombres (díganse, dominicos, franciscanos, redentoristas, salesianos, jesuitas, maristas, lassallanos, hermanos de San Juan de Dios, agustinos, etc.), me eligieron presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia Argentina de Religiosos), cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo de 1988, y que me obligó a viajar, además, por todo el continente americano. Eran habituales las reuniones en los países limítrofes; pero debí asistir a reuniones incluso en Panamá, Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el periplo de encuentros y reuniones.
Realicé viajes y tareas que me llevaron por muy distintas naciones de Europa, como Eslovenia, Croacia y Serbia, Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué incluso a Israel y Egipto; recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque como llevaba correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me tuvieron detenido en el aeropuerto, con la sospecha de ser un agente de alguna entidad internacional, lo que quedaba casi demostrado por los sellos de tantos países en mi pasaporte. Pero lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a Angola, para ver a los primeros salesianos que se habían establecido allí hacía apenas un año, porque era una zona africana que patrocinábamos desde Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. El país estaba en plena guerra civil entre las fuerzas del Presidente José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese motivo no pude llegarme hasta Luena desde la capital Luanda, en donde paraba. Sin embargo, al uruguayo Pepe Uría se le ocurrió que debía llegarme hasta su parroquia de Calulo, pasando el río Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de que la embajada del Brasil había dado la alerta de que las tropas rebeldes andaban por esa zona. De hecho, cuando llegamos al gran río que divide en dos el territorio nacional, nos pararon soldados de las tropas cubanas, allí apostados, y nos sugirieron muy amablemente que diéramos la media vuelta. Pero como Pepe insistió en que no podía dejar abandonada a la gente de su parroquia, hacia allí nos fuimos. Todo fue una fiesta; el centro parroquial extraordinario, la gente de una calidez total. Saqué fotos a diestra y siniestra. Al final de mi visita de tres días, pude regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino a Dondo, un 2 de septiembre. Al día siguiente, corrió como un reguero de pólvora la noticia de que las tropas revolucionarias habían entrado en Calulo, y secuestrando a varias personas, el primero a Pepe Uría, el párroco. Y se llevaron a los cautivos a través de la selva caminando casi durante cuatro meses, soltándolos recién en la Navidad de ese año 1983. Mis fotos pasaron inadvertidas por la aduana cuando salí del país; y a pesar de que viajé en un avión militar con heridos de guerra rumbo a Belgrado, esas imágenes se transformaron en el testimonio de un trabajo riesgoso y de una vida precaria en plena guerra civil. Pero umbundos y kimbundos, en ambas márgenes del Kuanza, nunca perdieron su alegría. Todavía me parece verles una sonrisa maravillosa. Llegué a Roma sano y salvo y todavía con algo de voz para contar…
A fines del año 1989 sucedió un cambio y una toma de decisión fundamental en mi vida: el alejamiento de la vida sacerdotal y de la iglesia. Los motivos de viraje tan violento quedaron enumerados en una carta a mis superiores que se hizo pública. El asunto da como para un libro. Conseguí entonces ubicarme en el departamento en donde vivo actualmente, en el Abasto, gracias a la ayuda de amigos y de la misma institución salesiana. Por ese entonces yo no sabía que había nacido a cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que ésta iba a ser mi casa en la que viviría por más tiempo, alrededor de veinte años. Había conseguido unas pocas horas de clase en Castelar, y me moría de hambre.
Pero no podría haber adivinado nunca que en junio de 1993 fallecería mi padre repentinamente. Ya mi hermana Marta, tres años más joven que yo, había fallecido en 1982. Y mi hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en Buenos Aires, porque él mismo no estaba bien; de hecho, falleció tres años después. Ante este panorama, al volver, decidí quedarme en la Argentina y ya nunca pude regresar a Europa. Como conseguí un trabajo de delegado inspector de una jueza de menores en los Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme cargo de un menor en riesgo, de Quilmes, que se transformó de inmediato en mi hijo del corazón, Alejandro David.
Por ese entonces, me pareció encontrar mi lugar en el mundo en La Coronilla, última población sobre la ruta 9, antes del Chuy, frontera con Brasil, en la República Oriental del Uruguay, punto de referencia de una mínima actividad comercial y playa de mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis años, voy y vengo en forma casi permanente. Allí descanso, allí escribo; y de allí salieron obras como “La proctomaquia…”, “El mar y la hoguera”, “Mi reino será el mar”, “Volver a La Coronilla” y otros últimos textos.
7 — No sólo pertenecés a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, sino que, fuiste secretario de esa entidad durante un año.
Por ese entonces los integrantes de APOA, la Asociación de Poetas de la Argentina, se reunía asiduamente en el Bar Bukowski, siendo su presidente Cayetano Zemborain. Adherí también a este movimiento, sobre todo porque trata de llevar la poesía a las escuelas y centros de salud. En el seno de esta organización nació la iniciativa de reunir a jóvenes poetas, menores de treinta años; el nombre de estos encuentros anuales se denomina “Juntada” y abarca a jóvenes de todo el país, con una visión realmente federal. Celebro esta actividad, que acompaño, observando motivaciones, estilos, eventos y grupos de los jóvenes en distintos puntos, como en la Juntada, en la F.L.I.A. (la Feria del Libro Independiente, Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo que la A pueda querer decir), en Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido escribiendo en estos años, a manera de ensayos de observación, me hacen sentir en continuidad con el trabajo de mis épocas de docente, mientras que, al mismo tiempo, la creatividad artística juvenil me produce una enorme felicidad.
Wenceslao Maldonado selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
desbordada
mi locura levanta
su barrilete de fantasía
por cielos de libertad en las esferas
más azules de la altura
y despliega
(creo que sin vergüenza)
todo su deseo de un baile despreocupado
(ante el quiebre de las censuras)
todo el gesto de sus brazos y sus piernas
(ante la burla del conformismo ciudadano)
toda la algarabía de su vestido en giros
(ante el malhumor que no respeta)
y mira lo que es
en el espejo interior del sentimiento
(en la carta de identidad de su existencia)
y baila baila baila
a viento suelto a cielo abierto
y ríe ríe ríe
la risa cuanto se quiera
mientras el cuerpo define
en el aire enloquecido de la altura
la elección del movimiento
*
no me fue fácil
hacer las paces
con el que fui
pero ahora
puedo despedirme de él
como si hubiéramos sido siempre
buenos amigos
*
es esta ausencia hijito…
obligado a dejarte que te fueras
aunque te tenía de la mano
destruyendo el adiós
vaciando los abrazos
dejando mudas las palabras
y hoy tan lejos...
yo que intenté ser padre y madre
de tu orfandad en ronda por la calle
cuento todavía
los días terribles del silencio
los años dolorosos de la pérdida
que se ahonda más y más por este hueco
y me empuja a rondar por tantas calles
de tu soledad
*
la noche en la palabra
escarba
los sentidos posibles
que la garganta no expresa
descubre riquezas que se esconden
en la sutil fragilidad de lo profundo
muy adentro de uno
o tal vez encuentra
socavones del miedo y de la duda
desconocidos
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Wenceslao Maldonado y Rolando Revagliatti, diciembre 2013.
http://www.revagliatti.com/040712_maldonado2.html
http://www.revagliatti.com/040712.html
*Wenceslao Maldonado falleció el 10 de marzo de 2016.
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