LA MUERTE DE DIOS I

Hegel no pensó en un Dios creador y mucho menos lo identificó con una idea práctica que conviene al hombre según sus fines o los fines de la comunidad. Para Hegel Dios es también el todo, la totalidad de lo que Es y es Universo: en ese sentido Dios es la Sustancia que se agota en la totalidad de todas las cosas; es a lo que llamamos Universo. Pero ese Dios no se conoce a sí mismo. Es un Ser en sí -dice Hegel- porque es la totalidad que se desconoce y carece por lo mismo de un saber de su sustancialidad. En esos términos, la Sustancia divina aparece como un en sí que demanda autoconocimiento. Debe conocerse a sí misma en un proceso que conduzca del en sí al para sí: de lo que es ahí y en sí, como Cosa-Universo, a lo que es para sí mismo como Universo que se conoce a sí mismo. Entonces imagina Hegel que la Sustancia se hace historia, mediación, tiempo y conciencia; se vuelve humana y a través de los períodos pasa por Grecia, Roma, la Edad Media, el Renacimiento y la Ilustración hasta llegar al propio Hegel que habla de Dios. Así, la Sustancia se hace historia y transita por todos sus períodos para llegar a Hegel (Alemania 1806) donde Hegel habla de la Sustancia que se ha movido para llegar al propio Hegel: al hablar éste de Dios es Dios quien habla de sí mismo a través de Hegel; por tanto, Hegel es conciencia de Dios. Cada pueblo ha configurado su espíritu subjetivo (su arte y su psicología), su espíritu objetivo (su derecho y su política; su ética y su religión) hasta devenir espíritu absoluto (Hegel) donde la totalidad se totaliza, la Sustancia se conoce, o, si se prefiere, donde Dios habla de sí mismo. La Idea de Dios se origina en la necesidad que tiene un Dios mismo de conocerse por medio del hombre; y no en la necesidad del hombre por conocer a Dios. Estamos ya muy lejos de lo judeo cristiano. Dios padre se vuelca en la historia (su Hijo) para conocerse en Hegel (Espíritu Santo). (continuará ...)

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