LA MUERTE DE DIOS II

Como heredero de ese pensamiento hegeliano, pero centrado en la Voluntad, Schopenhauer propuso en pleno siglo XIX, que Dios no es sino una mala Idea del espíritu negador de la Vida. Sólo hay Vida y ésta es la Voluntad que se oculta tras los fenómenos aparentes del mundo que, como un velo de Maya, esconde o emboza a la Vida misma. Tras la semilla que hace brotar un tallo y una flor; tras el feto que estalla en bebé, en adulto, en viejo y en muerto; tras los movimientos astrales, la pluma del escritor o el pincel del pintor, tras todo lo que peregrina como individuación, lógica y orden cósmico, se expresa un impulso vital que es la Voluntad. Pero la Voluntad no se expresa sino como deseo, el deseo que transparece en todas las cosas por llegar a ser algo a lo que apuntan. Es el deseo de la semilla por ser flor, del feto por ser adulto y luego viejo, o del pincel por ser cuadro. Es dice Schopenhauer- una pulsión que empuja cada fenómeno a desear una modalidad superior a la que apunta sólo para apuntar de nuevo a otra modalidad, sin reposo. Y por tanto, la trama de la Vida aparece como Deseo renovado que nunca se colma; como penosa y fatigante búsqueda de unidad en la persecución insatisfecha. Así, nuestra vida será también dolor y miseria, cansancio y melancolía porque no podemos expresar a la Voluntad Deseante como individuos que pulsionan aspirando al goce sin hallarlo, renovando sus proyectos, repitiendo el esquema de la afanosa demanda de satisfacción amando, comprando, jugando, viajando, haciendo amigos; pero -dice el autorsiempre en un trajín donde celos, enfermedad, muerte, traición y lucha por el Poder, cansancio o aburrimiento y sin sentido permean todos los asuntos de nuestra vida. La explicación de ese frustranio tren de vida se encuentra en la Voluntad deseante que nos constituye; y se encuentra, por supuesto, dentro de ese pulsionar de la voluntad deseando modos de ser donde la plenitud desaparece. La idea de Dios comienza a morir. (continuará ...)

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