“La Nota Rota” de Francisco Javier Irazoki: THELONIOUS MONK

Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue miembro del grupo surrealista CLOC. La Universidad del País Vasco editó en 1992 toda la obra poética que Irazoki había escrito hasta el año 1990. El volumen, titulado Cielos segados, comprende los libros Árgoma, Desiertos para Hades y La miniatura infinita. La editorial Hiperión le publicó en 2006 el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado diversos estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc.











THELONIOUS MONK


Para extraño, él.
De inteligencia rápida, Thelonious Sphere Monk (Rocky Mount, 1917 – Weehawken, 1982) se instruye musicalmente con unos cuantos paseos por la iglesia baptista y las enseñanzas captadas al vuelo durante las lecciones de solfeo que recibe su hermana. El autodidacto se niega a perder el tiempo cuando se le asigna un profesor; ya descifra los pasajes más intrincados de cualquier partitura, intenta melodías propias en el piano, prueba variaciones.
A la edad de siete años llega a Nueva York, en cuyas casillas radiales le toca la suerte de tener como vecino al único maestro que reconoce: James Price Johnson, pianista de formación clásica y rey del stride (estilo derivado del ragtime). Aún inexperto, Monk gana un concurso y emprende la primera gira antes de adentrarse en los locales neoyorquinos donde se celebran las sesiones de improvisación musical. El Minton´s Playhouse es la base de operaciones nocturnas. Desde el principio, Thelonious Monk contribuye con su ración inesperada de disonancias y virtuosismos, a los que a menudo añade el ingrediente de un fallo deliberado. El error, un condimento para sazonar la belleza de su música.
En los años cuarenta, trabaja en las bandas de los trompetistas Cootie Williams y Dizzy Gillespie. En 1947 graba ya discos en solitario y, en 1951, cuando todo está bien encarrilado, una de tantas historias de consumo ilegal de drogas lo lleva a la prisión, en compañía del pianista Bud Powell. Y surge la persona que va a protegerlo hasta el final, la baronesa Nica de Koenigswarter, con la que forma una pareja que parece una combinación de personalidades tan contradictorias como los ingredientes de su música. La aristócrata y el artista algo embarrado van a complementarse con fidelidad. Pasado el tiempo, ¿qué jazzman disputa a Thelonious Monk las señales de lo aristocrático?
Adiós a la cárcel. También se despide de los clubes, porque la policía le prohíbe la entrada en ellos durante seis años. Y al quitarle el permiso de trabajo espolean su capacidad productiva: compone, da vueltas por París y se detiene en los estudios de grabación, rinde homenaje a Duke Ellington, colabora con Sonny Rollins y Miles Davis. Hay una anécdota inflada sobre los conflictos con Davis, quien lo acusa de no saber acompañar a un trompetista. Es verdad que Monk preserva su individualismo, y solamente el alma gemela de John Coltrane se acopla sin renuncias al pianista egocéntrico.



Sufrirá otras sanciones policiales, pero el talento seguirá libre en una discografía amplia: The composer, Brillant corner, Blue Monk, The way you look tonigtht, The London collection… Una obra tan personal que no admite discípulos. A lo sumo, sacrificios, de los que es ejemplo el saxofonista tenor Charlie Rouse, que permanece al lado de Monk desde 1959 hasta 1970, y por fin se aleja para esfumarse en el arte dramático.
Los últimos diez años de vida los pasa recluido y en silencio, siempre bajo la custodia de su baronesa. El mutismo contemplativo, una nueva nota fallada voluntariamente, realza el enigma del personaje.
Bastantes críticos dicen que debemos colocar a Thelonious Monk entre los compositores principales del siglo XX. Pero lo afirman con miedo, casi de tapadillo, no vayan a molestarse los magistrados sacerdotales que presiden la nobleza musical.



FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Del libro “La nota rota”; Hiperión, 2009)

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