“La Nota Rota” de Francisco Javier Irazoki: MI GUITARRISTA


Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue miembro del grupo surrealista CLOC. La Universidad del País Vasco editó en 1992 toda la obra poética que Irazoki había escrito hasta el año 1990. El volumen, titulado Cielos segados, comprende los libros Árgoma, Desiertos para Hades y La miniatura infinita. La editorial Hiperión le publicó en 2006 el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado diversos estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc.












MI GUITARRISTA



Desconozco su nombre; tampoco sé en qué lugar ni fecha nació. Le calculo unos treinta años debajo de su belleza rajada.
Junto al revoltijo de bolsas de plástico, pequeñas valijas melladas, periódicos y restos de comida, la guitarra viaja en el carro de la compra. En los costados del vehículo, un conjunto de láminas y lienzos pintados sin gracia artística. La mujer acarrea todo su mundo sobre cuatro ruedas que chirrían.
Vive en el mismo barrio que yo. ¿Quién puede imaginar en qué escondrijos pasa las noches? Si salgo temprano de casa, ella ya ocupa el puesto en cualesquiera de las calles que más frecuento. Me mira con la displicencia que impone a quienes no dejan monedas en su escudilla de alcohólica.
Ha logrado una resistencia de atleta enloquecida en el rasgueo de su instrumento y puede pasarse media hora sin variar de acorde. Minimalismo infernal. Sentada en el suelo, con la espalda pegada a una cabina telefónica o a una pared del metro, mueve la cabeza en perfecta coordinación con el brazo y la mano incansables. En pocas ocasiones la he visto fuera de ese ensimismamiento. Un día gritó a los viandantes, pero creo que aquellas increpaciones apuntaban a algún invisible demonio personal.
No pertenece a la minoría selecta de músicos que, desechando tradiciones rítmicas y armónicas, extendieron su libertad en el desorden. No me la imagino explicando que la palabra caos significa abertura. Repite las escasas posibilidades musicales que conoce y, a la manera del monje que da vueltas al molinillo de oraciones, espera el sopor narcótico. Su nota rota es pura necesidad aliviadora.
Como los antiguos bluesmen, a veces su mano izquierda desliza el cuello de una botella sobre las cuerdas de la guitarra. Así consigue los sonidos trémulos.
Está siempre sola. Supongo que hubo hombres atraídos por las bellas facciones de un rostro ahora estragado por el alcohol. El saco de dormir únicamente envuelve rotuladores y ceras.
Para darle algo de calor, la rodeo de fantasmas: Charley Patton, Blind Willie McTell, Leadbelly, T. Bone Walker, Muddy Waters, Charlie Christian y otros hermanos de vidas escarpadas que metieron soledades, pobrezas, prisiones, cegueras y licores amargos en el agujero circular de las guitarras.
Pronto le compraré uno de sus cuadros de infancia y maldición.


FRANCISCO JAVIER IRAZOKI

(Del libro “La nota rota”; Hiperión, 2009)

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1 Comentarios

  1. El libro entero me gusta mucho, pero es sin duda esta nota mi preferida.
    Bellísimo.
    Saludos

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