JOSQUIN DESPREZ por Francisco Javier Irazoki

Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue miembro del grupo surrealista CLOC. La Universidad del País Vasco editó en 1992 toda la obra poética que Irazoki había escrito hasta el año 1990. El volumen, titulado Cielos segados, comprende los libros Árgoma, Desiertos para Hades y La miniatura infinita. La editorial Hiperión le publicó en 2006 el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado diversos estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc.









 JOAQUÍN DESPREZ

    Muchos opinan que es la cumbre musical del Renacimiento, pero nadie sabe dónde nació ni cuándo. Me parece un alivio, ahora que se exalta la pertenencia a un territorio bien vallado mentalmente desde los orígenes. Sus biógrafos sugieren una imprecisa fecha de nacimiento («hacia 1440») y dicen que es «compositor franco-flamenco»; hay quien se aventura a declararlo originario de Beaurevoir, población picarda. Las divertidas incertidumbres afectan incluso a la grafía del apellido: la facción partidaria de llamarlo Des Prés no renuncia a su capricho, aunque se impongan los que hacen la guerra bajo el estandarte Desprez. Teníamos al menos la certeza de que fue discípulo de Ockeghem, pero últimamente han surgido investigadores irascibles que agitan pergaminos y añaden dudas. Queda una salida: que escuchen Déploration sur la mort de Johannes Ockeghem (nymphes des bois), la muy bella canción de Josquin interpretada por Dominique Visse y su Ensemble Clément Janequin, y callarán emocionados.
    Hay papeles que alivian la angustia de los devotos del encasillamiento. Esos documentos prueban que Josquin Desprez es, durante trece años de juventud, sochantre del Duomo de Milán; que a partir de 1472, y hasta aproximadamente 1490, sirve a Galeazzo Maria Sforza, duque de Milán; que, cuando su mecenas muere asesinado, el músico se traslada a Roma, se pone a las órdenes del cardenal Ascanio Sforza y va en su séquito cada vez que el purpurado hace turismo religioso por Florencia y Módena; que pasa algún tiempo en Ferrara, en la corte de Ecorle d’Este; que entre 1486 y 1494 dirige el coro de la capilla pontificia de Roma; que luego se halla al frente del coro de la catedral de Cambrai (1495-1499); que de 1501 a 1515 es compositor cortesano del rey francés Luis XII, con esporádicas visitas a Ecorle d’Este, a quien dedica la misa Hércules; que a partir de 1515 desempeña el cargo de prior de la comunidad de eclesiásticos capitulares de Condé-sur-l’Escaut, donde muere en 1521.
    En resumen, Desprez pasa unos cuarenta años en Italia. Recibe la influencia cultural del país que lo acoge, pero quizá sean más valiosas sus aportaciones a los italianos: una técnica que supera las habilidades de Guillaume Dufay, la maestría en el tratamiento de las voces, el contrapunto de la escuela flamenca, la elegante armonización de la música instrumental. De los italianos aprende su lirismo melódico y el gusto por la claridad. Con la unión de estos elementos, se convierte en uno de los mejores representantes de la polifonía vocal.
    Volvemos a tropezar con el misterio: tampoco podemos asegurar quiénes son los discípulos directos de Josquin Desprez. Pierre de Ronsard escribe los nombres de Clément Janequin y Claudin de Sermisy, pero el compositor ya ha fallecido antes que nazca el poeta, y éste no cita las fuentes de su afirmación.
    En cuanto a las huellas de Desprez en los músicos posteriores, el humanista suizo Henricus Glareanus, amigo de Erasmo y teórico del Renacimiento, exagera cuando dice que Josquin es perfecto y que después de sus creaciones sólo nos espera la decadencia. Sin embargo, su estilo a capella, el uso refinado de las alteraciones y su forma de fundir las canciones populares en una estética culta se transmiten en la escuela de Viena fundada por Adriaan Willaert, e impresionan especialmente a Heinrich Schütz, introductor de la ópera en Alemania. El propio Lutero cuenta que tiene el hábito de cantar los motetes de Desprez.
    Las obras completas de Josquin Desprez comprenden diecinueve misas para cuatro voces (destacan Messe de l’homme armé, Messe Pange lingua, De Beata Vergine y D’ung aultre amer), ciento veintinueve motetes, más de ochenta canciones en italiano, francés y latín, breves piezas instrumentales.


FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Del libro “La nota rota”; Hiperión, 2009)

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