LESTER YOUNG por Francisco Javier Irazoki

Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue miembro del grupo surrealista CLOC. La Universidad del País Vasco editó en 1992 toda la obra poética que Irazoki había escrito hasta el año 1990. El volumen, titulado Cielos segados, comprende los libros Árgoma, Desiertos para Hades y La miniatura infinita. La editorial Hiperión le publicó en 2006 el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes; en 2009 La nota rota, semblanzas de cincuenta músicos; y, en 2013, Retrato de un hilo, libro de poemas en verso. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado diversos estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc.






LESTER YOUNG


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          No es el tímido que se aísla en la última fila, tampoco el que se disfraza de matasiete. Lester Willis Young inventa juegos para no dejarse abatir por su propia sensibilidad.
         Artista famoso, fantasea sobre su infancia ante los periodistas crédulos. Es verdad que nace en Woodville, Mississipi, en 1909, pero el resto de los datos él lo envuelve en chanzas y leyendas. Sabemos de su pereza escolar y de una adolescencia itinerante, con toda la familia a las órdenes del padre que dirige la banda Minstrels Show. Lester golpea la batería. Entre viaje y concierto, toca el violín, la trompeta, el saxo. Y, pese al éxito, ya está marcado por el desprecio racista que le comunican los  públicos de Minneapolis y otras ciudades del sur de su país.
         Tan pronto como se independiza de la orquesta familiar, en 1928, recibe ofertas de Art Bronson y el grupo Bostonians. Bronson le regala un saxo, y Lester desecha los demás instrumentos. Enseguida se une al contrabajista Walter Page y en 1934 atrae a Fletcher Henderson, el químico y matemático que orienta desde su big band las carreras de Bessie Smith y Louis Armstrong.
         El encantamiento musical que me produce Lester Young está asociado al carácter esquivo del jazzman. En una época en que los saxofonistas deben esponjarse con solos fulgurantes, Lester elige una contención delicada. Saca provecho de la timidez. No en vano su modelo se llama Frankie Tram Trumbauer, un aviador que en los años veinte y treinta extrae del saxo los sonidos más puros y abandona de manera definitiva los escenarios.  
         1934 es también la fecha en que Count Basie le hace un hueco en su conjunto Barons of Rhythm. Young, errátil, desaparece pero regresa en 1936, y más de cien temas registrados prueban la calidad de la fusión. Basie cuenta con un segundo saxofonista, el fogoso Herschel Evans. La muerte de Evans, de 30 años, acentúa la tendencia autodestructiva de Lester. 
         Se separa de su primera mujer cuando conoce a Billie Holiday. La madre de Lady Day alquila un cuchitril al saxofonista, y Billie apenas sale del cuartucho donde los dos jóvenes trabajan y se consuelan. La chica pone un sobrenombre al amigo: Prez, apócope de President. “Lester canta con el saxo”, afirma. Así empieza un diálogo de cinco años entre dos heridas complementarias, y las angustias encajan en decenas de canciones que el productor John Hammond va grabando; así Young y Holiday entran juntos en la historia del jazz. Los imagino, como Noël Balen, “unidos en el mismo soplo desesperado”.
         El hermano Lee le aconseja, en 1941, crear una banda. Admite la sugerencia y publica muchos discos que figuran entre los clásicos del género: The President plays, Blue Lester, The master´s touch, The quintessence, Prez and Teddy…
         Agentes del FBI lo detienen y torturan en 1944, por negarse a combatir en la II Guerra Mundial, y Lester va a dar con sus huesos en una prisión del ejército. Nada le mitiga los efectos de esa experiencia. Ni el armisticio, ni las giras con Jazz At the Philharmonic, ni las actuaciones con Dizzy Gillespie, Coleman Hawkins u Oscar Peterson, ni la cercanía de su alumno Charlie Parker.
         A veces dice frases extrañas -sus juguetes de hombre tímido- y después se apaga en largos silencios. El baterista Kenny Clarke lo convence para que participe en las sesiones del Blue Note de París, pero a Lester Young, agotado, le cuesta resistir hasta el final de las sesiones. En marzo de 1959, sin haber cumplido los cincuenta años, sufre una hemorragia interna. Solitario, baja del avión y muere en un hotel neoyorquino.

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Del libro “La nota rota”; Hiperión, 2009)

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