CICLO DE CINE ARREBATADO: ARREBATO
La pausa y el exceso son los dos polos en torno a los cuales gravita el largometraje más reconocido, de hecho el único filmado únicamente por él, de la tumultuosa filmografía de Iván Zulueta (1943 - 2009). Director de vida desbordante, adorado por la marginalidad y envuelto siempre en una gran cantidad de fantasmas personales, Zulueta extrajo lo mejor de sí mismo en una película que explora un universo particular en el que se mezclan las adicciones y los excesos junto con los mecanismos para frenarlos. No habría exceso si no hubiera pausa: no se podría disfrutar de las drogas si no hubiera un bajón, no habría cine si los planos fueran infinitos, no habría exceso sin la conciencia de un límite y, por supuesto, no habría pasión sin el placer de atravesar ese mismo límite.
El film desgrana las relaciones obsesivas entre tres personajes, dos de ellos (José Sirgado y Pedro P.) están profundamente vampirizados por el cine. Pedro P. y José Sirgado en el fondo son la misma persona. No sólo un alter ego de Iván Zulueta, que como ya hemos dicho presta la voz en off a Pedro P., sino que se refieren a un mismo ser humano en dos estados de madurez. Pedro P. representa a la infancia: sus imágenes buscan el primitivismo, la pureza de la imagen no contaminada por las representaciones convencionales. es un anacronismo, su comportamiento no se corresponde con su edad ni ha nacido una idea de la responsabilidad o la madurez, de hecho comienza a morir cuando se hace mayor.
José Sirgado en cambio representa a la madurez de ese mismo personaje, con unos años más, aparentemente tiene asentada su vida ya que se dedica al cine, pero en el fondo se siente completamente frustrado: su primera película no la ha terminado de montar y la segunda no es de su agrado. Le gustaría ser otro, alguien que estuviera satisfecho y orgulloso de su trabajo y en cambio se ve a sí mismo como un director fracasado e incapaz de transmitir su idea del cine en sus películas.
Como un solo personaje con varias edades, José Sirgado/ Pedro P. es un engendro, alguien sin cuerpo ni rostro definido. Ambos por separado son cómplices, juntos desarrollan su fascinación, su sexualidad de forma abierta (sin las restricciones de la heterosexualidad convencional) y sobre todo tienen un mismo deseo, un anhelo que es el de no estar sometidos a ningún imperio más que el de su deseo, estar permanentemente arrebatados. Siguiendo a Bajtín, lo grotesco de estos personajes (y no en un sentido peyorativo) es que son caricaturas llevadas hasta los límites de lo fantástico, puesto que la trama como analizamos al principio, sigue algunos códigos del cine de terror y fantástico, como el hecho de que una cámara (una cámara–arma, una cámara–pene) pueda absorberlos hasta causarles la muerte.
Ninguna película en el cine español ha demostrado tal nivel de arrebatamiento, de pasión, ni ha mirado de manera tan certera el abismo autodestructivo de las adicciones. Arrebato da nombre a esta ciclo de análisis cinematográficos que ahora concluimos con su representante más ilustre.
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