PÉROTIN por Francisco Javier Irazoki.

Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue miembro del grupo surrealista CLOC. La Universidad del País Vasco editó en 1992 toda la obra poética que Irazoki había escrito hasta el año 1990. El volumen, titulado Cielos segados, comprende los libros Árgoma, Desiertos para Hades y La miniatura infinita. La editorial Hiperión le publicó en 2006 el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes; en 2009 La nota rota, semblanzas de cincuenta músicos; y, en 2013, Retrato de un hilo, libro de poemas en verso. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado diversos estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc.











PÉROTIN    


         Debo placeres musicales a un artista que no ha dejado huellas biográficas.
         En el país natal de Pérotin, los empleados de las tiendas donde es posible adquirir música antigua me acercan las orejas atenazadas entre sus dedos pulgar e índice y piden que repita el nombre del compositor. Después arrojan la pereza al agujero negro de internet y acaban la despedida con su llanto mercantil de costumbre: “désolé”.
         Sin embargo, Pérotin -probable diminutivo de Pierre que con frecuencia lleva añadido un contradictorio “le Grand”- existió y sabemos que fue uno de los principales autores de la escuela parisiense de Notre-Dame. Sólo dos cronistas del siglo XIV, el poeta inglés Johannes de Garlandia y el universitario Anonymous IV, se refieren al mejor representante del Ars Antiqua. En algunos papeles españoles se le denomina Perotino. 

        A falta de documentos, yo imagino la celda de una abadía. En ella Pérotin se dedica a la tarea de revisar las partituras de Léonin, su preceptor. Al tiempo que el alumno corrige y termina los responsorios, graduales y aleluyas del maestro, oye los ruidos de unos albañiles y carpinteros que se afanan en otra reconstrucción: la de una iglesia de París llamada Bienheureuse Vierge Marie. El muchacho es especialista en el discanto, una variante polifónica que se extingue en el siglo XIV pero de cuya agonía nace el contrapunto. Empecinado en experimentos, Pérotin quizá inventa el motete. Afuera, los artesanos dan a Notre-Dame una forma parecida a la actual. 
         En la ciudad donde se crearon esas dos obras artísticas, David Lampel me hizo conocer la composición medieval Viderunt omnes. Mientras sonaba la música, puso sobre mi mesa de estudiante la fotocopia de varios compases escritos para festejar las navidades de 1198. A duras penas logré concentrarme en el trabajo escolar, porque la belleza de los melismas me paralizaba.
         Los jóvenes investigadores no se rinden. Como cachorros perdigueros, con hocico agudo olfatean y siguen las pistas del músico. Han levantado una pieza, Petrus succentor, clérigo que trabajó hasta 1238 bajo las órdenes del obispo de Odón. Los cazadores aseguran que es el compositor oculto entre pergaminos durante ocho siglos. Pero no tienen nuevos datos de su vida, y la música de Pérotin continúa desnuda de anécdotas.
         A menudo pienso que Pérotin sirve de modelo a quienes aspiran a una profundidad sin adornos.


FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Del libro “La nota rota”; Hiperión, 2009)

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1 Comentarios

  1. Lástima desconocer hasta ahora a Javier Irazoki
    No así la música de Pérotin, a cuyas auras flotantes hemos acostumbrado oídos felices y entonado con mayor o menor éxito más de un responso y aleluya.

    Delicia para los sentidos!

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