DUETOS DE CRITICA LITERARIA: “RETAZOS DEL NATRAL” & "APREHENDERSE" + "DOS ALMAS POR PALABRA", por Valentín Martín

Valentín Martín estudió Magisterio y Humanidades en Salamanca y Periodismo en Madrid. Ejerció la enseñanza dos años y el resto vivió de escribir. Ha escrito 25 libros. El número 26  es un poemario  llamado Santa Inés para volver (Versos de la memoria), que recoge la historia de sensibilidades de su pueblo. Periodista, escritor y poeta, ha publicado en la última década libros de  relatos  como La vida recobrada o Avispas y cromosomas; el ensayo Los motivos de Ultraversal y los poemarios Para olvidar los olvidos, Poemario inútil, Los desvanes favoritos, Memoria del hermano amor, Estoy robando aire al viento, Suicidios para Andrea y Mixtura de Andrea. A caballo entre los años 60 y 70, escribió dos poemarios y dos ensayos: Veinte poetas palestinos y El periodismo de Azorín durante la Segunda República, inicio de un largo trabajo dedicado a la literatura. Su último libro de crónicas y relatos (diciembre de 2017, Ed. Lastura) lleva por título  "Vermut y leche de teta".

“RETAZOS DEL NATRAL”, un libro de  Charo Alonso
Donde la poligamia literaria aparece de verdad es en el espléndido “Retazo del natural”, un libro reciente de Charo Alonso.
Charo Alonso entra en el libro con un poema que es un atisbo de lujuria y aviso para navegantes en una lección de lengua. Y enseguida aparece la costurera que zurce crónicas a medida para contar lo que pasa. El horror, las niñas, las hijas, los cubanos de cualquier parte que no viven sólo por vivir.
“Retazos del natural” no es solamente un libro de relatos. Es un lugar donde el  mundo no se acuesta nunca. ¿Quién puede dormir con la barbarie? Charo Alonso tira mucho de ironía para que nadie se acostumbre a este costumbrismo, aunque a veces parezca que tiene el color de la infancia.
Yo creo que ella ha escrito el libro -con una sintaxis muy olorosa- para que ninguno de nosotros concluyamos en la nada después de saber lo que sabemos y que ella nos cuenta o nos recuerda, en ocasiones con la jovialidad del espanto.
“Retazos del natural” tiene médula y tiene luces. He dicho que comienza con un poema, tengo que decir que algunos capítulos son también poemas en prosa, de esa manera tan francesa.
Poemas incluso “dialogados”, una fórmula nada exótica en la literatura relativamente reciente, porque no hay que olvidar que quizás la mejor poesía de García Lorca no se encuentre en sus poemarios como “Poeta en Nueva York” o “Sonetos del amor oscuro” o “El romancero gitano”, sino en su teatro el escritor guarda siempre monólogos -y bastantes diálogos- donde aparece una vigorosa y bellísima lírica luciendo sus mejores galas.
Ningún parentesco entre García Lorca y este libro de Charo Alonso, pero viene a cuento esta consideración para explicitar un aturdimiento general y un convencimiento personal: que la línea que separa los géneros literarios es a veces tan delgada que parece una constante transfusión de la que todos salimos ganando.
Y es porque Charo Alonso, a la hora de su literatura, resulta una multiplicación muy abundante, con el horno de su casa siempre encendido.
“Retazos del natural” no es un libro desordenado ni tumultuoso. El realismo que hay en él no es una sucesión de historias atormentadas, sino la galanura de quien deposita en él casi todo el amor, o todo el amor, que le queda. Amor que le canta en la sangre una familia numerosa de universos. La rueda gira. Y las palabras abren ventanas para sembrar mensajes como águilas. Y a veces el libro se quiere tanto a sí  mismo que parece que Charo Alonso lo ha escrito para ella.
Es sólo por el correr de su agua, tan fácil como una tarde que irremediablemente va pasando. Pero pasa dejando todo aquello que tenemos más a mano, lo que sucede mientras vivimos.
“Retazos del natural” es un libro tan hermoso y tan fresco que juraría se ha escrito en la calle. Como la tierra de pueblo, como el césped o las piedras, como los niños.
Nadie sabe ni nadie puede asegurar la eternidad, pero yo sí sé que este libro de Charo Alonso no va a oxidarse. O tardará tanto que no lo veremos, desde la finitud de una memoria que ahora mismo está muy contenta.


"APREHENDERSE" de Montserrat Villar y Juan Sebastián & "DOS ALMAS POR PALABRA" de Montserrat Villar y Álvaro Alves de Faria

UNCHAINED MELODYNo sé por qué me viene a la memoria esta hermosa melodía desencadenada al leer dos libros hechos a cuatro manos entre  la poeta Montserrat Villar González  y el pintor Juan Sebastián González (la sonoridad puede invitar a pensarlo, pero no son primos), y otro de la poeta de Cortegana de Baños a medias con el brasileiro Álvaro Alves  de Faria.
Tal vez se deba a que en los introitos que los acompañan hay una frase contundente  del pintor José María Larrondo en la que afirma que la poesía y la pintura se parecen mucho. Y tanto que yo no soy capaz de diferenciarlas.
Me pone contento que Larrondo en su merodeo por el libro “Aprehenderse” haya desmentido de nuevo al venerado Ortega y Gasset, el mismo que echó a Alfonso XIII (el Borbón se nos fue con 1.000 millones de pesetas de las entonces, como para  pasar hambre sus herederos) pero no condenó el golpe de Estado de Franco a la primera, exigió que todos los intelectuales antifascistas lo hiciesen a su manera, a la manera de Ortega. No sé si su nieta María Antonia, con la que a veces coincido en los rincones poéticos de este Madrid, me va a arrancar los ojos mañana mismo. Pero, al margen de la interpretación de la historia, lo que yo quería recordar aquí es la patochada del filósofo cuando dijo que no se podían mezclar la vida y la poesía. Si son lo mismo, Don José, como dice por extensión Larrondo. Al final vas desmontando estropicios que viviste como axiomas y lo que te queda de Ortega es la anécdota de El Gallo, que su hijo fundó “E País” y que tuvo una nuera francesa que cocinaba muy bien.Estoy claramente con Larrondo en cuanto al parentesco entre la poesía y la pintura, por eso la poesía de Montserrat Villar González no es consecuencia de la pintura de Juan Sebastián González -aunque la fórmula lo indique- sino que nacieron al mismo tiempo sin saberlo. Y lo que digo de Montserrat, digo de Juan Sebastián.  A la frase de Larrondo, yo le añadiría también la música, ahora que se ha perdido la vergüenza. No en vano el primer poemario de  Montserrat Villar González, “Tríptico de mármol”,  está prologado por Luis Eduardo Aute, ese gigante que alcanzó vida, poesía, pintura, y música. Ahora, que esa vida le tiembla conviene recordarlo, parar el solazo de la mañana y dedicar un instante al fecundo creador.
Ya parece natural que la poesía vuelva a vivirse a través de una  nueva juglaría que toma el rastro tan lejano de aquella medieval, tan maltratada desde la pureza cultural de entonces, que la había. Me acuerdo de que el otro día en Santa Inés yo le decía a Montserrat que el poder ha desamado siempre la cultura. Y mientras hablaba, pensaba yo en tantos poemas llenos de siglos y compuestos por caballeros aristócratas que no querían perder un gramo de prestigio dejando la espada y tomando en sus manos un laúd para cantarlos. Pagaban a los juglares para que lo hicieran por ellos.
Explico (o no sé si explico algo o nada) el por qué de “Unchained”, una canción hija de Alex North, que ha sido versionada (palabra horrorosa) 500 veces desde que nació en 1955. Fue un desahogo de Alex North, un hombre nacido para la música sinfónica (para ello estudió mucho y bien en Nueva York y Rusia) y acabó sucumbiendo al poder del dinero de Hollywood. Él no se atrevió, sujeto al yugo de los contratos (en aquellos años de oro,  músicos y escritores ponían sus oficios al servicio de las grandes productoras a cambio de hacerse ricos), pero Jerry Goldsmith sí se sirvió de la National Philharmonic Orchestra de Londres  para dar a conocer la otra la música de North.
Quizás más sangrante a la rendición del dinero es el caso de Max Steiner, que después de componer y dirigir óperas en Viena, donde nació, puso su sinfonismo clásico en manos del imperio americano. Allí fue un dios, eso es cierto.  Tan dios que intentó fulminar de “Casablanaca” la inolvidable canción “As time goes by”, sólo porque no era suya sino de Herman Hupfeld.  Qué error, qué inmenso error, como escribió Ricardo de la Cierva al día siguiente de que el Rey  nombrase presidente del Gobierno a Adolfo Suárez.
El dios de todos, y el que fortificaba la teoría de Larrondo, fue Charles Chaplin que escribía, dirigía, interpretaba, montaba y hacía la música de sus películas.
Bueno, tengo que volver a Montserrat Villar González, Juan Sebastián González, Álvaro Alves de Faria y hasta el mexicano Dante Medina que también habla en este espléndido mestizaje. Qué feliz ante dos libros donde no existen las fronteras, así debería ser la vida.
En “Aprehenderse” Montserrat y Juan Sebastián van de la paleta a la palabra y de la palabra a la paleta. Y en se viaje de ida y vuelta (que uno desearía no terminase nunca) hay un nacimiento infinitivo, como si la poeta entrase de puntillas o quisiese acudir a una abstracción para hacerse más universal, enseguida pasa al imperativo como si ya estuviese segura de hacer pie y de librarse del viaje de Virginia Woolf, luego se cuenta para volver a refugiarse en un infinitivo que case con todos, da un puñetazo en la mesa, deja columbrar algo parecido a la nostalgia, acude a la primera formulación como área de descanso o de expresividad de un lenguaje más extendido, va y viene de la mano de los cuadros de Juan Sebastián González.
Y en ese viaje de ida y vuelta, está ella misma. No sé si por la incitación de las pinturas, o porque se destapa sin darse cuenta ante la seducción  del ronroneo visual de los cuadros.
Los cuadros de Juan Sebastián González son imágenes para despertar instintos, sensaciones, sentidos, sensibilidades y poemas. A veces son como el paso leve de una muchacha que parece ser va a ir enseguida, pero queda su fragancia y la presencia de una crisálida en la pupila. Si no existiesen, si se esfumasen, habría un vacío entre las horas.
“Dos almas por palabra” (o “De maos dadas”) es un poemario de trigo y de mijo. Tiene la forma del contrapunto entre Montserrat Villar González y Álvaro Alves de Faria, con dos idiomas por  medio, que en el fondo son el mismo idioma, no porque la poeta hable los dos (el poeta brasileiro no sé) sino porque se percibe una corriente atlántica con las mismas pulsaciones, tan hermanas.
Yo creo que en este libro está la mejor poesía de  Montserrat Villar González. En cuanto a Álvaro Alves da Faria, me puede el dulzor de su sonoridad. En cualquier caso estamos ante un suceso poético que nos alarga la existencia.
Dos libros para abonar las noches, los días, los meses, los años, la vida. Tan necesarios como el amor completo que siempre estamos esperando.

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