Rolando Revagliatti nació en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la Argentina, el 14 de abril de 1945. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos y relatos y quince poemarios, además de otros cuatro sólo en soporte digital.
Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en http://www.revagliatti.com.
Ha sido incluido, entre otras, en las siguientes antologías: “Dramaturgia Latinoamericana: Argentina” (en República Dominicana, 2008); “Minificcionistas de ‘El Cuento’ Revista de Imaginación” (en México, 2014); “Poesía Argentina Año 2000” (Tomo 1, selección de Marcela Croce, 1999), “MeloPoeFant Internacional” (bilingüe castellano-alemán, coedición en Perú y Alemania, 2004), “Pequeña Antología de la Poesía Argentina” (selección de Jorge Santiago Perednik, 2004), “El Verso Toma la Palabra” (México, 2010), “Italiani D’Altrove” (bilingüe castellano-italiano, Italia, 2010), “El Cine y la Poesía Argentina” (selección de Héctor Freire, 2011), etc. Sus producciones en video se hallan en
Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en http://www.revagliatti.com.
Ha sido incluido, entre otras, en las siguientes antologías: “Dramaturgia Latinoamericana: Argentina” (en República Dominicana, 2008); “Minificcionistas de ‘El Cuento’ Revista de Imaginación” (en México, 2014); “Poesía Argentina Año 2000” (Tomo 1, selección de Marcela Croce, 1999), “MeloPoeFant Internacional” (bilingüe castellano-alemán, coedición en Perú y Alemania, 2004), “Pequeña Antología de la Poesía Argentina” (selección de Jorge Santiago Perednik, 2004), “El Verso Toma la Palabra” (México, 2010), “Italiani D’Altrove” (bilingüe castellano-italiano, Italia, 2010), “El Cine y la Poesía Argentina” (selección de Héctor Freire, 2011), etc. Sus producciones en video se hallan en
Rogelio
Ramos Signes nació el 14 de
diciembre de 1949 en La Rioja, capital de la provincia homónima,
República Argentina, habiendo transcurrido su infancia en San Juan,
capital, también, de la provincia homónima, y su adolescencia en la
ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Desde 1972 reside en San
Miguel de Tucumán, capital de la provincia de Tucumán. Es miembro
fundador de la Asociación Literaria “Dr. David Lagmanovich”. A
partir de 1982 dirige la revista “A y C” (Arquitectura y
Construcción). Obtuvo el Gran Premio Regional de Cuentos del
Noroeste (2011), otorgado por la Secretaría de Cultura de la
Presidencia de la Nación. Ha sido incluido en más de cien
antologías de poesía, narrativa y ensayos de diversos países
(citamos “La ciencia ficción en la
Argentina”, “Antología
del cuento fantástico argentino contemporáneo”,
“Sleepingfish”, “The
global game”, “El
verso libre”, “200
años de poesía argentina”,
“Minificcionistas de ‘El Cuento’.
Revista de Imaginación”, “Poesía
de pensamiento”, “El
Quijote de Tucumán”, “La
vita in brevi”). Fue el compilador
del volumen “Monoambientes.
Microrrelatos del Noroeste Argentino”
y co-compilador de “Ajenos al
vecindario” y “Cuaderno
Laprida”. En el nº 10 de la revista
“Minotauro” fue difundida su nouvelle “Diario
del tiempo en la nieve” (Segundo
Premio CACYF, Círculo Argentino de Ciencia Ficción y Fantasía, en
1984) y en el nº 13 de la revista “El Péndulo” su nouvelle “En
los límites del aire, de Heraldo Cuevas”
(Primer Premio “Más Allá” a la mejor novela publicada en
Argentina en el bienio 1985-1986). Publicó el libro de cuentos “Las
escamas del señor Crisolaras”, el de
microrrelatos “Todo dicho que camina”,
los de ensayo “Polvo de ladrillo”,
“El ombligo de piedra”
y “Un erizo en el andamio”,
las novelas “En busca de los
vestuarios” (Premio ALIJA, Asociación
de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina, al mejor libro
ilustrado, en 2005), “Por amor a
Bulgaria” (Primer Premio en el
Concurso de Novela Breve 2008 “Luis José de Tejeda”) y “La
sobrina de Úrsula” y los poemarios
“Soledad del mono en compañía”,
“La casa de té”
y “El décimo verso”.
1: ¿Cuál
fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se
trataba?
RRS: Mi
primer acto de creación fue antes de aprender a escribir,
cambiándole la letra a las canciones que cantaban mis hermanas.
Ellas (de ocho y diez años más que yo) se enfurecían. Una vez que
aprendí a escribir coseché los primeros beneficios porque inventaba
cuartetas obscenas para mis amigos, canjeándolas por aquellas
manufacturas para las que yo era un negado: una buena honda, un
autito fabricado con latas de sardinas, etc.
2: ¿Cómo te llevás con la lluvia
y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad,
con las contrariedades?
RRS: Con la lluvia y con las
tormentas me llevo muy bien. Ambas me gustan, porque me despiertan la
imaginación y me sumergen en un ambiente acorde con mis
sentimientos: por lo general no me agradan los días de sol extremo.
Sin embargo mis recuerdos en relación
con las lluvias son tristes y jamás pude escribir sobre ello. Pasé
mi adolescencia en las afueras de Rosario, cerca del arroyo
Saladillo, y sufrimos dos inundaciones. En la segunda, con más de un
metro y medio de agua dentro de la casa, perdimos todo.
Con la sangre me llevo mal, me
impresiona.
Detesto la velocidad. Me he
acostumbrado a conducir con mis hijos pequeños sentados junto a mí,
y siempre fui muy prudente. En síntesis: luego de cincuenta años
conduciendo sólo choqué una vez, en un pueblo sanjuanino, porque la
ruta estaba con arena y, a pesar de frenar con tiempo, el auto igual
se deslizó hasta dar contra un camión. ¡Única experiencia de ese
tipo! Eso sí, a mi vehículo lo chocaron varias veces.
¿Y cómo me llevo con las
contrariedades? Creo que son un clásico dentro de mi vida cotidiana.
Supongo que más o menos como en la vida de todos. Así que convivo
pacíficamente con ellas, a sabiendas de que en algún momento me van
a salir de improviso a ponerme palos en la rueda.
3: “En este rincón” el
romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro
rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído
hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus
consideraciones?...
RRS: Soy
de los que ignoran qué cosa es la inspiración, y abogo
permanentemente por el trabajo. Lo que otros llaman inspiración, si
es que estamos refiriéndonos a nuestro oficio, es la actitud que
tenemos los escritores frente a la vida como testigos de determinados
acontecimientos. Cosas que a otros se les pasan por alto, porque no
ven en ellas ni una pizca de fantasía, para nosotros es el germen de
una historia o de un texto que vendrá. Andamos siempre con las
antenas paradas. He ahí la diferencia, el terreno donde germina y da
frutos eso a lo que llaman inspiración.
4: ¿De
qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
RRS: Me
atrae cómo manejan sus contratiempos los músicos populares
que actúan en varios lugares diferentes en la misma noche, que
sufren las mil y una en el camino, pero que suben al escenario con
una sonrisa.
Me gustan las historias de los colegas
que, al igual que yo, produjeron alguna obra casi sin darse cuenta,
con piloto automático, y resultó que ¡es su mejor obra! para
lectores desprevenidos.
Me gustan los artistas plásticos que
tomaron imágenes de algún sueño sin saber que lo estaban haciendo.
Me gustan los descubrimientos casuales
en lo que respecta a avances en la salud. Esas historias tienen mucho
que ver con el realismo mágico de cierta literatura.
5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes,
proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
RRS: Por lo general me agrada
deconstruir los refranes y clichés de la lengua cotidiana, quitarle
su componente metafórico a ciertas frases hasta dejar las palabras
desnudas, a expensas del absurdo que genera la lógica en estado
puro. De hecho mi libro de microrrelatos “Todo dicho que camina”
es exactamente eso: situaciones lógicas y absurdas que cambian el
sentido de frases hechas.
Ahora bien, en la charla cotidiana uno
de mis clichés más usados es: “De algo hay que morir”,
cuando una conversación entre amigos se convierte en un insoportable
compendio de enfermedades. Es mi manera de cortar por lo sano.
¡Detesto hablar de esas cosas! También suelo usar, por oposición a
mi edad, cuando ya sé que nunca haré tal o cual cosa: “Ya
sabemos que tengo la vida por delante”. La mayoría lo toma
como una frase de esperanza y buena onda. Muy pocos se animan a
retrucar con alguna humorada afín. Pero siempre hay alguno que lo
hace. ¡Esos son mis amigos más queridos!
6:
¿Qué obras artísticas te han
—cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has
quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
RRS: Me sigue pasando con “El
Quijote”, que estoy leyendo por cuarta vez.
La primera vez fue una fea experiencia.
Hice una pésima lectura y por obligación en el colegio secundario.
La segunda fue por mi cuenta y por
simple curiosidad. Debo haber tenido poco más de treinta años y
recuerdo haberme reído muchísimo.
La tercera fue más o menos veinte años
después. Me reí muy poco y tengo presente que lloré en muchas
partes. Quizás tenía que ver con algún momento determinado de mi
historia, o con el hecho de aceptar el fracaso de algunos principios
que había mantenido durante toda mi vida. ¡La terrible
funcionalidad del arte!
Esta cuarta lectura es más calma: tomo
notas, comparo, busco términos en algún diccionario de palabras
olvidadas, produzco otros textos a partir de lo que leo. En fin, sé
que esta será mi lectura final.
Me sigue emocionando la poesía de mis
“maestros a distancia”: Antonio Cisneros, Pedro Shimose, César
Fernández Moreno, Gregory Corso, Ezra Pound, Antonio Machado,
Alfredo Veiravé, los poetas del Siglo de Oro Español. Textos muy
variados y de múltiples fuentes.
Me sucede lo mismo con algunas novelas,
además del Quijote de Cervantes; “La muchacha de las bragas de
oro” de Juan Marsé, “En la pendiente” de Markus
Werner, “Zama” de Antonio Di Benedetto, “Martedina”
de Giuseppe Bonaviri, “La señora Calibán” de Rachel
Ingalls, “El último encuentro” de Sándor Márai, “Pedro
Páramo” de Juan Rulfo, “Todos los nombres” de José
Saramago, “Lolita” de Vladimir Nabokov, “País de
nieve” de Yasunari Kawabata, varias novelas de Murakami, más
todas las que estoy olvidando en este momento. Con “Lolita”
me ocurre lo mismo que con “El Quijote”, requiere
diferentes lecturas en diferentes edades, a veces con resultados
totalmente opuestos.
Y cuentos: “Un día perfecto para el
pez banana” de J. D. Salinger, “El perro que nunca existió y el
anciano padre que tampoco” de Francisco Candel, “El evangelio
según Marcos” de Jorge Luis Borges, “Antártida” de Claire
Keagan, “Los destiladores de naranja” y “Tacuara mansión” de
Horacio Quiroga, “El perjurio de la nieve” de Adolfo Bioy
Casares, “Vecinos” de Raymond Carver, y algunos otros que ahora
tampoco vienen a socorrerme.
Y en cuanto a música, son incontables
los discos que necesito escuchar por lo menos una vez al mes; pero no
quisiera que esto se convirtiese en un listado de títulos y de
autores.
7: ¿Tendrás por allí alguna
situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y
que nos quieras contar?
RRS: Siempre hay algún fracaso,
en cualquier terreno y no sólo en el de la literatura, que es mejor
callar. Lo bueno es que se lo puede procesar, maquillar y envolver
para regalo. En fin, disfrazarlo hasta convertirlo en confesión
privada; escraches a uno mismo que seguirán siendo historias
secretas de las que nadie encontrará la llave exacta, sino apenas
una que otra ganzúa.
8: ¿Qué te
promueve la noción de “posteridad”?
RRS: Me produce incertidumbre.
Mi amor por lo fantástico tiene mucho que ver con eso. A veces
siento que la posteridad es un componente de la ficción, otras veces
la siento como lo opuesto, como una realidad que llega a destiempo,
que se ha convertido en una nueva metáfora de la tristeza. En el
mejor de los casos la posteridad es pariente cercana del azar.
9: “¿La rutina te
aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
RRS: Me aplastan los caminos sin
salida; no ver la luz al final del túnel; la falta de posibilidades
en el país que, por ser el nuestro, amamos; el esfuerzo gastado en
tareas inútiles dentro de una rueda de la que no podemos salir;
nuestro destino hámster.
De todos modos necesito una vida
tranquila, sin demasiados sobresaltos, para que mi imaginación pueda
correr a campo traviesa durante la escritura; para que allí dentro
se generen todas las tribulaciones y avatares, hasta convertirse en
palabras más o menos bien ordenadas.
10: ¿Para
vos, “Un estilo perfecto es
una limitación perfecta”,
como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y
siguió: “…un estilo es
una manera y un amaneramiento”.
RRS: Me gustan los estilos
cuando funcionan como un perfume, que algunos pueden descubrir sin
que sea algo demasiado visible. En cambio me molesta, y mucho, cuando
es un cliché; por más que sea un cliché personal, inventado por
ese autor.
Creo que la repetición es una manera
anticipatoria de la muerte. Es horrible leer un texto inmerso en la
obviedad.
11: ¿Qué
sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún
grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?
RRS: Me indigna (como a muchos,
pero no a todos) la injusticia que, por lo general, produce el
dinero. La falta de oportunidades en la que se mueve la gente de
nuestro entorno, nosotros incluidos; ni hablar de quienes no tienen
ni siquiera esas escasas perspectivas. No soy un tipo físicamente
violento, pero puedo serlo mentalmente y desearle cosas horrendas a
quienes se mueven con impunidad amparados en la injusticia reinante.
Así como los milicos asesinos son un tema que para mí divide las
aguas, sin posibilidades de reconciliación; siento que algo
parecido, aunque no tan duro, me está pasando con quienes manejan el
dinero de una manera mezquina y sin medida… Tal vez por eso también
escribo poesía, para tratar de cortar de alguna manera el vacío
discurso del poder.
Me hartan los ignorantes que, una vez
descubiertos, se jactan de su ignorancia; también la gente sin
opinión propia; los que no leen un libro o ven una película sin
antes haber tenido acceso a una crítica previa; esa repetición
(digamos, universitaria) donde tus trabajos sólo tienen valor si
están sostenidos por un andamiaje bibliográfico.
Me harta también el coro de seguidores
de gente mediocre. Los “me gusta” indiscriminados y los
comentarios sin freno que a diario vemos en las redes sociales.
Muchas cosas me hartan; tantas que
sería imposible cerrar la respuesta a esta pregunta.
12: ¿Qué
postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías
con nosotros?
RRS: La del niño lector, de
clase media, que se hizo culturalmente como pudo, a los ponchazos. La
del músico frustrado. La del tímido irrecuperable. La del inseguro
que se inventó un personaje con el mismo nombre, la misma edad e
idénticos rasgos personales.
13: ¿En
los universos de qué artistas te agradaría perderte (o
encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas
hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de
sus obras como personaje o de algún otro modo?
RRS: Me
hubiese gustado que existiera y haber conocido a la pulpera de Santa
Lucía, que inmortalizó Héctor Pedro Blomberg. También hubiese
deseado escuchar las arengas entre lógicas y desopilantes del
licenciado Vidriera, de Cervantes. Haber asistido a la Casa de las
Bellas Durmientes que imaginó Kawabata, habría estado muy bueno;
conocer a Francisco de Quevedo, de quien se dice que a veces hablaba
en perfecta rima, no en desprolijidad rapera, sino en inobjetables
alejandrinos, con sus correspondientes hemistiquios y la acentuación
exacta; intimar con las modelos del fotógrafo checo Jan Saudek
hubiese sido todo un galardón; o haber tocado un instrumento en
alguna pista de “Sgt. Pepper”.
14:
El
silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas,
la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan?
¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio,
orientación o sentido?
RRS: Todos esos puntos son
protagonistas de mi novela “Por amor a Bulgaria”.
Eso, llevado al acontecer cotidiano es,
en definitiva, una síntesis de la vida que vivimos; o al menos de la
vida que yo vivo, si dejamos fuera la intemperancia.
No sabría cómo recomponer tremendo
andamiaje cotidiano cuando siento que estamos obligados a correr sin
freno en un bosque invadido por la niebla. ¿Quién se salva de
llevarse un árbol por delante?
15: ¿A
qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el
ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
RRS: Varios, porque ellos son mi
espejo y envidia. Voltaire, sin dudas; Sarmiento, también;
Lichtenberg, eternamente; en lo literario, Conrado Nalé Roxlo, sobre
todo sus textos costumbristas y mordaces firmados como Chamico;
las anotaciones de Adolfo Bioy Casares que, de alguna manera, son la
puesta en palabras del insustituible humor de Landrú.
16: ¿Qué
apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
RRS: No aprecio (porque no sé o
porque no tuve una educación clásica) la evaluación de la música
con un sentido matemático, o como un hallazgo de la neurociencia.
Escucho música todo el día, y he llegado a producirla
intuitivamente, pero no dispongo de conocimiento para disfrutarla y/o
desmenuzarla desde otras perspectivas.
Me gustan las imprecisiones del “arte
encontrado”: la figura fugaz que nos entrega una nube, el
microrrelato oculto que aprisiona algún párrafo de una novela, el
humor involuntario que surge de hechos cotidianos.
En definitiva, me gusta y emociona lo
parecido, pero no lo simétrico. Dos senos femeninos ligeramente
diferentes podrían ser un buen ejemplo.
17: ¿Viste
que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora
poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te
perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
RRS: Aquello de “el hombre y
sus circunstancias” puede contener el quid de estas valoraciones, a
veces momentáneas, a veces injustificadas. No todo es igual en todo
momento ni en todo lugar.
El hecho de no tener siempre una
justificación para mis amores o mis fastidios no me entristece. Sí
me entristece ser consciente del origen de mis rencores, que es punto
tan distante del amor como del odio.
18: ¿El
mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo
afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
RRS: No desde mi punto de vista;
porque, así expresado, nos liberaría de responsabilidades a
nosotros que somos los verdaderos culpables de que el mundo haya
podido ser una porquería, o de que tal vez lo sea hoy, o de que
quizás lo siga siendo en el futuro.
19: Por la fidelidad y entrega a una
causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos
los ámbitos) te asombran?
RRS: Jesucristo, Johannes
Gutenberg, Miguel de Cervantes Saavedra, Voltaire, Domingo Faustino
Sarmiento, Camille Saint-Saëns, Patrice Lumumba, Dolores Ibárruri,
Albert Sabin, Ho Chi Minh, John Lennon, Amelia Earhart, Dmitri
Hvorostovsky, Jorge Luis Borges, Fidel Castro y varios que se me
escapan en este vuelo de pájaro, incluyendo igual a Marilyn Monroe
que no entraría en el casillero de “entrega a una causa o
proyecto”, supongo.
20: ¿Qué te hace “reír
a mandíbula batiente”?
RRS: El humor involuntario, sin
duda. El que surge de situaciones absurdas, que no fueron pensadas
como tales. Los avisos parroquiales, suelen ser un buen ejemplo en
este sentido.
21: ¿Cómo afrontás lo que sea que
te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas,
lejos de lo que para vos constituya un ideal?
RRS: No sé si llego a entender
correctamente la pregunta, pero creo que siempre estamos lejos del
ideal, y eso es lo que nos lleva a porfiar una y mil veces por
aquello en lo que creemos, si no nos bastaría con echarnos a dormir
una siesta interminable e imaginarnos que eso es la vida.
En lo que hace a la literatura
considero que es más o menos lo mismo. Suelo decir, y es verdad, que
me gusta la página en blanco; entrar en ella sin preconceptos ni
ideas. Tal vez ese sea mi mecanismo para luego sentirme medianamente
satisfecho con el resultado de lo que escriba. Tenerlo todo planeado
antes de ponerme a escribir me lleva indefectiblemente a la desazón:
mi imaginación siempre será mayor que mi capacidad para ponerla en
palabras.
22: El amor, la contemplación, el
dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando
con esos tópicos?
RRS: Con el amor, bien; siempre
estuve enamorado, aunque no siempre los finales fueran felices.
Con la contemplación, bien; creo que
esa es la previa de muchos textos que luego escribí.
Con el dinero, mal; como cualquier
argentino de clase media que vive de su trabajo en un país dominado
por políticos y empresarios insaciables.
Con la religión, bien; gracias a mi
padre no tuve una educación religiosa; y aunque a veces siento que
es una falta en mi vida, la he incluido en mis preocupaciones
literarias (un saco inagotable a donde va a parar todo) y leo sobre
diferentes religiones con cierto placer y respeto.
Con la política, mal; sufrí mucho en
el último y más feroz golpe cívico militar del 76, perdiendo casi
todo, y viendo en la actualidad que mis camaradas (compañeros,
correligionarios, etc.) de entonces se reciclaron sin cargos de
conciencia.
23:
¿A qué obras artísticas
—espectáculos coreográficos, films, esculturas, música,
pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.—
calificarías de “insufribles”?
RRS: Soy buen público para todo
tipo de manifestación artística. Si hay algo que me molesta en ello
no son las obras en sí, sino los presuntos entendidos y sus pavoneos
que terminan convirtiendo todo en pastiche de frases huecas.
Algo que suele aburrirme es eso a lo
que hoy llaman stand-up, pero que viene desde épocas inmemoriales
con otro nombre o sin nombre alguno. Son por lo general refritos de
cosas escuchadas hasta el hartazgo.
24: ¿Qué
calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu
infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño,
y por qué?...
RRS: Añoro el camino desde mi
casa hasta la escuela, en la ciudad de San Juan, con todas las
alternativas de su recorrido: casas de mi barrio, un gran descampado,
una calle de tierra profusamente arbolada, una avenida peligrosa
corriendo a la par de un canal de riego y finalmente la escuela.
25: ¿Cómo reordenarías esta
serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las
miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la
lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el
desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y
hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.
RRS:
La
ciudad, el pensamiento, la autenticidad, la visión, la lengua, el
bosque, la danza, la ceremonia, las miniaturas, el azar, el
desajuste, el sufrimiento, el sacrificio, la muerte.
Creo
que en ese orden ya está el microrrelato para mí, que a la vez es
el camino opuesto que añoro en la respuesta a la pregunta anterior.
26: “Donde
mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido
por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde
mueren las palabras?...
RRS: En el tormento, en la
enfermedad, en el hambre que no se modifican con el sana-sana de
algunas frases bien pensadas, aunque la intención sea buena.
27: ¿Podés
disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las
antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
RRS: Sí puedo. Lo que más
deseo, dentro de cualquier lenguaje artístico, es encontrarme con
una obra que me sorprenda, que me conmueva, que de alguna manera dé
en el centro de mi gusto y necesidad; eso es obvio. Si no se diese
así, también soporto lo contrario: una obra que me incomode. Lo que
verdaderamente me resulta inaguantable es una obra compuesta de
obviedades… Si imagino lo que va a venir y es eso lo que viene, no
me interesa.
Hay artistas ideológicamente opuestos
a mí que si en su lenguaje no insisten con cuestiones panfletarias
pueden llegar a interesarme.
28: ¿Cómo te
cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te
infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y
hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo
no cumple sino que jamás alude a la promesa?
RRS: Es
algo que siempre me ha dolido, y mucho, pero como se trata de una
actitud clásica en un gran número de las personas que conozco
(incluidos algunos amigos cercanos), he tratado de pasar esa desazón
a segundo plano, y ya no espero que se cumplan las promesas. Muchas
veces, también, me pregunto si yo no habré caído en ese formato
sin haberme dado cuenta; y, a pesar de que creo que no, cada vez hay
más cosas que no podría asegurar.
Me tranquiliza,
eso sí, saber que les doy a todos algo de mí; es decir, les doy mi
tiempo. Lo malo es que cuando soy consciente de eso, noto la
diferencia y la decepción a la que hacés referencia se hace
presente.
29: No
concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
RRS: Creo
que eso ya está incluido parcialmente en una respuesta anterior,
donde menciono a Jesucristo, Gutenberg, Lumumba, Sabin, Ho Chi
Minh y Fidel. Pero esto podría completarse con varias personas que
fui conociendo a lo largo de mi vida, gente cuyo nombre nada le diría
a quienes lean esto; simples trabajadores que hicieron su tarea con
eficiencia y respeto por los demás.
En áreas más banales, si es que esta
respuesta puede desviarse hacia allí, admiro a algunos futbolistas
de Independiente, el club de mis amores. Podría sintetizarlos en
uno: Raúl Emilio Bernao.
30: ¿Tus pasiones te
pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y
entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
RRS: Creo
que ambas cosas, dependiendo de diferentes momentos de mi vida.
Priorizando siempre el trabajo, como único medio de sustento para
criar a mis hijos, pude poner mis pasiones en segundo plano y
dedicarles las escasas horas que podía. Liberado parcialmente de
esas obligaciones tengo mucho más tiempo para entregarle a mis
pasiones, que son mías, que me pertenecen totalmente.
31: ¿Qué artistas
estimás que han sido alabados desmesuradamente?
RRS: Escucho
mucha música, de toda y casi todo el día. En ese terreno hay muchos
artistas que han sido alabados y que a mí no me conmueven en
absoluto, pero siempre pensé que es una cuestión de gustos. Y me
parece maravilloso que no todos gustemos de lo mismo, si no el mundo
ya se habría acabado en medio de guerras interminables por tener lo
que tiene el otro, o tal vez nos aburriríamos tanto por no poder
escuchar otra campana que nos sentaríamos a esperar el fin.
En música de
rock, sólo por dar algún ejemplo que complete la idea de esta
pregunta, considero que la capacidad de Jimi Hendrix y de Eric
Clapton está sobrevalorada. La pintura de Salvador Dalí no me
sugiere demasiado. El premio Nobel de Literatura a Bob Dylan me
parece una barbaridad. Si querían premiar a un músico popular que
hace literatura con la letra de sus canciones, opino que Leonard
Cohen lo merecía mucho más.
En nuestro
terreno también se da por épocas. Las novelas de Sándor Márai me
aburren tremendamente, salvo “El
último encuentro”, ni hablar de
las de Leonardo Padura. E históricamente, no termino de entender la
devoción por Marcel Proust.
32: ¿Acordarías, o algo así, con
que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por
naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito
lindo” de Luisa Futoransky?
RRS: El
amor, al menos desde mi experiencia, casi siempre fue asimétrico,
desnivelado, a destiempo; muchas veces, la añoranza del paraíso;
otras veces, la imaginación de lo que podía ser y que raramente
fue.
Eso no impide que
haya fugaces chispas de simetría en el amor, que sería el paraíso
añorado de la frase anterior.
33: ¿El amanecer, la franca mañana,
el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la
noche plena o la madrugada?
RRS: Depende
para qué. Para descansar, la siesta. Para alucinar, la noche.
34: ¿Qué
dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas
de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?
RRS: Por rubros: Mozart y Charly
García, Borges y Quevedo, El Bosco y Piet Mondrian.
Mezclados: Beethoven y Werner Herzog,
San Juan de la Cruz y Marilyn Monroe, Estanislao del Campo y Leo Dan.
35: Seas o no ajedrecista: ¿qué
partida estás jugando ahora?...
RRS: Mi partida actual, o la de
siempre, es la del peón eternamente enamorado de su reina, dispuesto
a jugarse la vida ante un rey ocioso, a caballo o a pie, a riesgo de
ser visto desde la torre por esos alcahuetes llamados alfiles,
incapaces de ir de frente.
*
Cuestionario
respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de San
Miguel de Tucumán y Buenos Aires, distantes entre sí unos 1250
kilómetros, Rogelio Ramos Signes y Rolando Revagliatti, 7 de agosto
de 2019.
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