Joaquin Campos Nacimiento: Málaga, 1974
Residencia: Santa María, Isla de Sal (Cabo Verde)/L’Eixample, Barcelona. Últimos doce años: China, Camboya, Tailandia, Taiwán.
Obras publicadas en verso:
"Cartas a Thompson (Island)", Editorial Renacimiento (2015). "Maëlys y todas las mujeres" Canalla Ediciones (2017). "Catres" Editorial Renacimiento (2018). "Poeta en Pekín" ¿? (2020)
Obras publicadas en narrativa:
"Faltan moscas para tanta mierda" Editorial Renacimiento (2014). "Doble Ictus" Editorial Renacimiento (2015). "La verdad sobre el caso Segarra" Los libros de FronteraD (2016). "Veinte brotes" Editorial Renacimiento (2017). "Últimas esperanzas" Editorial Renacimiento (2019). "Ajuste de cuentas (¿Cómo ser escritor?)" (2021) ¿?
Otros:
Ha colaborado con algunos medios serios y con revistas literarias como Turia y Oculta Lit.
Invitado por el COLEF a Nuevo Laredo y Tijuana a dar charlas ante universitarios y políticos.
Invitado para lo mismo por la Universidad Católica de Pereira y la Universidad Nacional de Manizales.
Presentado todas sus obras en el Centro Cultural de Rosarito, México.
Presentación de todas sus obras en el Instituto Cervantes de Pekín.
LA VOZ POÉTICA DE JOAQUIN CAMPOS
CIELO (2)
Desde el cielo irreflexivo,
como una túnica negra sin salidas,
me visto en mi penuria diaria
incapaz de ver siquiera sombra,
alejado de todo astro solar,
estrellas, lluvias no ácidas,
cuando la fruta sabe a muerte
y la muerte, a gloria nacionalista.
CIELO (3) o EL ÚLTIMO HUTONG
Desde el cielo de mi cielo
hasta el cielo de mi techo
pasando por el cielo de mi boca
me deprimo sin la luz de las farolas
que deprimen aún más a este hutong
que oscurece en vida.
Paseo sobre tus vetustos suelos
rodeado de tenebrosas modernidades
donde la gentuza posa
cegada por las luces de los móviles
que encienden mi ira
ante tanto pasado.
Te piso, hutong,
y me desangro:
por las comisuras de tus esquinas,
por tu arboleda que se ahoga,
por tu vecindad que se consume
y por tus hogares que se desploman.
PASEO POR CHANG’AN
El paseo se oscurece bajo
un manto de perversión
negruzca, donde los
coches son las balas
y el cielo su diana.
Edificios como aspiradoras
que tiran de mis piernas,
cariacontecidas,
al borde de un brote psicótico
con mi oreja convertida en claxon.
Luego el asfalto
levanta un vaho cómplice,
que de la mano de la polución,
me arroja una sola cara:
¡Es la misma muerte!
SANLITUN 2016
Tacones sin cerebros;
putas en las esquinas;
taxis sin taxímetro;
tabaco de dudosa procedencia.
Fideos a veinte dólares;
deportivos que derrapan;
calcetines de Mickey Mouse;
sonrisas enlatadas.
Sanlitun con embajadas
es un milagro no cotidiano
aunque sin ellas
sería la misma perversión:
aquella que dispone a tipos
maquillados, que revientan
sus visas por camisas a cuadros,
siquiera de once varas,
cuando el sol nunca sale
ni tampoco es que se ponga.
NOCHE
Cayó la noche y yo me incendié por
dentro,
momento en el que tomé las de
Villadiego,
para adentrándome en esa noche
saciar mi ira caminante.
Y camino de ninguna parte
transité por espacios únicos:
restaurantes callejeros carentes de
notas de prensa
y paseantes sin estola en su mirada;
cuando todo paseante debería llevar
una banda
que los diferenciara del resto,
de la misma manera que tú,
–¡Oh Pekín de mis amores y
dolores!–
me enturbias
por tanta polución como días
laborables.
CIELO DESPEJADO
Aquella mañana
el día amaneció límpido.
Era domingo.
Las fábricas cerradas
contribuyeron
a que el cielo despejado
ensombreciera mi alcoholismo.
Paseé hasta la extenuación,
que es cuando el mismo cielo despejado
aceptó a su sol como calefacción,
momento en el que comencé a sudar,
el corazón a salirse de tono,
los taxis a escasear
y mi suerte a planear junto a mis
tobillos.
ODA AL CHOPO
Te conocí el 14 de junio de 2007,
cuando tras aterrizar en Pekín,
debutaba escuchando el excelso sonido
de tus hojas aleteándose casi sin
viento.
Ya en Sanlitun palpé el delirio,
comprobando que superabas en número
a putas, bares, coches, timadores de
poca monta;
así como a construcciones, embajadas y
militares desfilando.
Muchas mañanas,
con el aliento aún apestando a vino,
palpé tu tronco
y besé tus ramas:
con lengua.
Porque contigo, chopo,
el invierno no es más crudo
que la pérdida de tus hojas,
que como a un pájaro sin plumaje
te dejan irreconocible.
Pero tú, chopo, ¡mi chopo!
eres la banda sonora de Pekín:
el refulgir de tu copa
que no se bebe
sino que se admira.
Y entre tanto rascacielos y centros de
ocio
sigues autentificando a tu especie
que consagra en mi cabeza
un asunto no precisamente de marras:
porque, ¡oh, mi chopo!,
me acostaría contigo para tras
desollarme,
escuchar las notas que el viento genera
en tus hojas
mientras el mundo no atiende a razones.
Porque mi chopo:
si no fuera por ti
no volvería cada cierto tiempo
a este Pekín sin cielo ni suelo.
TAXISTA EN LA NOCHE
Fumabas con el asiento entregado al
volante
cuando yo lo recliné para darle cuerda
a este poema
que creció en el parque de Chaoyang,
donde te encontré,
y feneció a la entrada de Sanlitun,
con los neones deslumbrándonos
y tu aliento en mi paladar.
Porque tú,
taxista de mis noches pequinesas,
entregado tanto al cigarrillo como al
ajo,
me lanzaste en el camino
esa pregunta que siempre quise recibir:
–¿Eres japonés?
–Ya quisiera yo.
LLUVIA QUÍMICA
Sin paraguas,
fui metiendo los pies
en todos los charcos,
cuando
–y a la vez–
bebía de tu cielo.
Y entonces,
y sólo entonces,
la devolución del placer:
quemazones en la piel,
ardor en la garganta,
ojos irritados.
Tras beber de aquel cielo muerto,
con mi paladar adormecido,
entablé conversaciones con tu coño,
que repleto de lagos internos,
promovió que volcándome sobre él
succionaría lo que no está escrito
que fue cuando comenzaste a emitir
sonidos como infantiles; grititos.
La lluvia dorada está penada
por esta sociedad progre,
cuando la ácida o de meteoritos
continua siendo emitida
en cada telediario.
Como si beber orina fuera un pecado
cuando el alcohol ya está en el punto
de mira,
tras el tabaco.
Y qué contaros de aquella belleza
de Hebei,
provincia gonza
que envía a sus meonas
apestando a huerta
al asfalto pequinés,
que las recibe humillándolas
cuando yo lo haría arrodillado.
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