Rolando Revagliatti nació en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la Argentina, el 14 de abril de 1945. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos y relatos y quince poemarios, además de otros cuatro sólo en soporte digital.
Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en http://www.revagliatti.com.
Ha sido incluido, entre otras, en las siguientes antologías: “Dramaturgia Latinoamericana: Argentina” (en República Dominicana, 2008); “Minificcionistas de ‘El Cuento’ Revista de Imaginación” (en México, 2014); “Poesía Argentina Año 2000” (Tomo 1, selección de Marcela Croce, 1999), “MeloPoeFant Internacional” (bilingüe castellano-alemán, coedición en Perú y Alemania, 2004), “Pequeña Antología de la Poesía Argentina” (selección de Jorge Santiago Perednik, 2004), “El Verso Toma la Palabra” (México, 2010), “Italiani D’Altrove” (bilingüe castellano-italiano, Italia, 2010), “El Cine y la Poesía Argentina” (selección de Héctor Freire, 2011), etc. Sus producciones en video se hallan en http://www.youtube.com/rolandorevagliatti
1: ¿Cuál
fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se
trataba?
MA: A los trece años mi primer
acto de creación fue inventar un alfabeto de signos que aprendí de
memoria y hoy no recuerdo, pero que tenía como finalidad evitar que
mi madre leyera mis secretos de amores platónicos, mis enojos, mis
rebeldías. Lamento no haber conservados esos textos o, al menos, el
alfabeto.
2: ¿Cómo te llevás con la lluvia
y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las
contrariedades?
MA: La lluvia y las tormentas,
decididamente, son un fenómeno para mirar por la ventana. No me
gusta mojarme ni permanecer con la ropa húmeda. Automáticamente, la
necesidad de orinar se apodera de mi vejiga y tengo que hacer
esfuerzos para no... Creo, más bien estoy segura, que se origina en
un trauma de la niñez donde mi padre, ofuscado por mi llanto y sus
retos para que “terminara de llorar”, producía que yo reculara
dos o tres pasos y al caer me orinaba, volvía a recular y otra vez
me orinaba, todo sin parar de llorar; entonces, en alguna
oportunidad, mi viejo me sumergió en la pileta de lavar la ropa
“para que me callara de una vez”; supongo que al sacarme y quedar
de pie, vestida, mojada y con frío, el pis calentito corriendo por
mis piernas era un abrigo. En realidad, no recuerdo el suceso, tenía
menos de dos años y mi hermano era un bebé: ¿estaría celosa? La
anécdota de cómo “no lloraste ni te measte más, tan maricona
como eras”, siempre fue contada por mi padre entre risas. Hay
que ¿entender? que esto ocurrió hace seis décadas, el contexto
cultural era otro y se aceptaban cosas que hoy son intolerables,
aberrantes. Sin embargo, aunque mi cuerpo, mi piel, conservan el
registro de ese trauma y pensar en la ropa mojada me da escalofríos,
no temo al agua. Si tengo toalla y ropa para cambiarme, apenas salgo
del mar o la pileta “todo está bien”. Caer en la nostalgia,
amasar pan o tortas fritas, escribir, no importa hacer qué,
decididamente, la lluvia y las tormentas son un fenómeno para mirar
por la ventana.
En cuanto a la sangre y las
contrariedades, lo tomo como metáforas de existencia en las que como
dice Almafuerte [Pedro B. Palacios, 1854-1917]: “Si te postran
diez veces, te levantas…”, porque este mundo, en esta vida
que me toca, todo lo que se percibe como pérdida es una muerte y
hasta que acurra la mía no puedo más que levantarme una y otra vez.
En ese estado permanente de pérdidas la poesía es mi soporte, la
que me salva resucitándome cada mañana.
La velocidad es una inquietud que se
presta a distintas respuestas: si la velocidad es producto de la
nafta o gasolina…, me perturba. Si hablamos de velocidad cognitiva,
hoy día, debido al dolor, la medicación, las fibronieblas, ando
como tortuga coja. Sí, desde hace unos años padezco de
fibromialgia. Solía leer cuatro novelas en forma simultánea. En la
actualidad la concentración apenas me permite, a medio coco, leer
algunas páginas del libro, debiendo retroceder unos párrafos cada
vez para retomar el hilo narrativo. Mis respuestas a veces no llegan
al instante, se me pierden las palabras en las catorce puertas y
hasta que encuentran la salida ya la conversación cambió de tema.
Al principio, no fue fácil lidiar con estas lagunas. Aprendí a
reírme de esos episodios que, en ocasiones, se tornan surrealistas y
le permiten a mi musa (Telma, mi vaca en la cocina), transformarlos
en poemas. También aprendí a “hacer la plancha” y dejar que la
corriente me lleve a la playa con las palabras encontradas como
salvavidas. De cualquier manera, decir que soy una superada en
manejar y elaborar estas situaciones, sería mentir. Hago lo que
puedo, hasta dónde puedo y cuento hasta veinte para aceptar mis
limitaciones y evitar sentirme peor que si tomara un purgante a
medianoche.
3: “En este rincón” el
romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro
rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído
hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus
consideraciones?...
MA: Como
concepto romántico es pegadizo y tierno. Un lugar común que
permite, de algún modo, justificar cuando te preguntan:
—¿Por qué
escribiste esto?
—Tuve una
inspiración y la seguí.
Lo que llamamos
inspiración no es más que un raptus, una emoción violenta que nos
impulsa a escribir tanto como a otros a encender un cigarrillo o
matar.
4: ¿De
qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
MA: ¿Puede
separarse obra de autor? En este instante mi memoria vuela,
aleatoriamente, de Charles Baudelaire a Edgar Allan Poe, Sylvia
Plath, Horacio Quiroga, Alejandra Pizarnik, Cesare Pavese, e
inevitablemente a Antonin Artaud declarando: “No
concibo la obra como separada de la vida”.
5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes,
proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
MA: “También se enoja el
chancho y se come”, “La envidia es peor que el hambre”,
“Ni la tierra guarda secretos”.
6:
¿Qué obras artísticas te han
—cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has
quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
MA:
Voy a nombrar dos: la obra artística
que me ha estremecido y continúa haciéndolo es una pintura: “El
grito” del noruego Edvard Munch, y cabal, inequívocamente, en
novela, “Cien años de soledad”
me sigue dejando azorada, opípara y me provoca mucha risa. Recuerdo
como metáfora genial, a Aureliano, diciendo: “Apártense
vacas que la vida es corta”.
7: ¿Tendrás
por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o
menos protagonista y que nos quieras contar?
MA: Todos
tenemos muchas historias o situaciones de ese tipo. La que marcó un
hito, un quiebre en mi vida personal y literaria, ocurrió cuando
luego de deambular de médico en médico y ya pensando que iba a
morir sin saber el nombre de mi enfermedad, finalmente, en 2011, me
diagnosticaron fibromialgia, al mismo tiempo que me noticiaban de su
incurabilidad y de que toda la medicación existente eran paliativos.
Tenía que aprender a convivir con el dolor muscular generalizado, el
insomnio crónico, la fatiga, amigarme con la enfermedad, continuar
con mi terapia psicológica, evitar las situaciones estresantes, los
esfuerzos físicos, etc. Así que lo primero que hizo mi especialista
fue medicarme con psicofármacos: uno para inducir el sueño y otro
para menguar el dolor y “no se preocupe si se siente rara, es
hasta acostumbrarse al remedio, en un mes nos vemos”.
Durante ese lapso
noté que la pastillita para el dolor, “Pregabalina”, aunque la
dosis era mínima, me producía falta de reflejos, tropezones, oír
voces, dialogar en voz alta con nadie, caerme. Al mes le referí esta
situación a mi reumatólogo, quien optó por recurrir a otra
medicación: “Duloxetina” y “en un mes volvemos a vernos”.
Fue genial, monstruoso, desopilante. Entré en una especie de locura
medicamentosa por intoxicación donde no distinguía el día y la
noche. Recibí amigos, parientes (vivos y de los otros), tomé mate
con ellos a las tres de la mañana, salí de caminata en la noche y
me encontraron los vecinos. Al volver mi marido de su trabajo
nocturno y encontrar el mate y galletitas sobre la mesa,
preguntándome qué había hecho yo, le contaba lo ocurrido en forma
muy natural (para mí lo era). Con 35 grados de temperatura junté
palitos, hice especies de carpitas y les prendía fuego en la esquina
de mi casa. Hablaba con las personas en una lengua inentendible y no
comprendía porqué me contestaban con estupideces. No recordaba
palabras y no podía pronunciar mi nombre completo. Por supuesto, no
recuerdo estas aventuras que luego, desintoxicada, me fueron
relatando (algunas imágenes, entre nebulosas, volvieron a mi mente).
Ahí entendí por qué mi hijo vino a dormir a mi casa y por qué
insistían en hacerme comer y comer cuando yo miraba el tenedor y no
acertaba a captar para qué servía (rebajé once kilos en veinte
días). De toda esta funesta y magistral experiencia, algo, sí,
recuerdo: estar durmiendo la siesta (aunque no puedo asegurar que
“fuera la siesta”) y de pronto oír un mugido, un extraordinario
mugido; me sobresalté, pero no me extrañó que una vaca estuviese
en mi cocina; lo que me desconcertó fue cómo había podido entrar
por una puerta tan estrecha. Tras meses de desintoxicación y
estimulación cognitiva para volver a hablar, escribir y reanudar una
vida “normal”, esa vaca, en mi delirio descollante de
resiliencia, se convirtió en mi musa poética y hasta tiene nombre:
Telma. Telma mi vaca en la cocina que me ha dado mucho cuero y
leche para poetizar y me lo seguirá dando.
8: ¿Qué te
promueve la noción de “posteridad”?
MA: La
noción de posteridad la traduzco en una palabra: tierra. Después,
quizás, alguien te recuerde para bien o para mal, pero ese no será
mi problema.
9: “¿La rutina te
aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
MA: Las tareas domésticas son
una rutina que si no me aplastan se le parece mucho. Aunque debo
reconocer que antes esas labores las hacía con el esfuerzo propio de
la labor y sin mayor disgusto. Ahora el dolor crónico de base (ni
hablemos de las crisis agudas), el cansancio que conlleva el mal
dormir y la fatiga muscular que mi enfermedad me generan, logran que
cualquier ocupación que emprenda posteriormente “me aplasten”, a
veces, por varios días; incluso escribir o leer me produce un
agotamiento que me tira en la cama pero, aun acostada, mi cerebro de
gusano barrenador sigue escarbando en las palabras para sacarles jugo
aunque estén deshidratadas, y cuando obtengo una gota tomo el
celular y la grabo porque sé que luego se me olvidará; quizás, mas
tarde, se conviertan en poema.
10: ¿Para
vos, “Un estilo perfecto es
una limitación perfecta”,
como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y
siguió: “…un estilo es
una manera y un amaneramiento”.
MA: El estilo es nada más que
una forma de decir en un momento determinado. ¿Cómo puede un ser
imperfecto realizar algo perfecto? ¿Quién lo evalúa? ¿Desde qué
perspectiva? ¿Con o sin lentes? ¿En ayunas o desayunado?
11: ¿Qué
sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún
grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?
MA: Me
indigna, en mi Argentina, la pobreza social en un país donde el
hambre debería ser una palabra desterrada de los hogares. Cuando se
pronuncia esa palabra, debajo de su superficie también se dice
destrabajo, insalubridad, ignorancia, cordero de la política,
muerte.
Hace unos meses,
en ocasión de un robo dentro de la casa de unos vecinos, mi hijo y
yo acudimos a sus pedidos de auxilio, gritando, llamando al 911,
parando autos; llegaron más personas y esto hizo que el ladrón
escapara arma en mano y en la huida disparara (el tiro no salió)
directo al tórax de mi hijo. Aunque presenciando como en cámara
lenta el suceso, mi cerebro se adelantó a todo el desastre que
finalmente no ocurrió, y de haber tenido un revólver mi grado de
violencia estaría, en estos momentos, determinada por los años de
condena que me hubiera dado la in/justicia.
Me hartan
instantáneamente los poetas petulantes y soberbios que luego de leer
lo suyo en un evento o en un café literario se retiran pomposamente
sin escuchar a los demás.
12: ¿Qué
postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías
con nosotros?
MA: Tenía cuatro años y
vivíamos en Villa Domínico, Avellaneda, provincia de Buenos Aires,
nuestra casa era de chapa cartón prensado negro. Negras las paredes,
negro el techo, piso de tierra. No hace falta decir que con las velas
apagadas, todo dentro de esas cuatro paredes era muy oscuro; pero
acostada, mi cama en un rincón de la casa, el agujero que había
dejado un clavo me permitía ver una estrella cuya luz no se colaba;
para mí era algo así como un acto mágico: movía mi cabeza unos
milímetros para acá o para allá y la estrella desaparecía, me
corría y de nuevo estaba ahí. Esa estrella logró que jamás le
tuviese temor a la oscuridad. La oscuridad de la pobreza también
tiene momentos de luces y esa estrella era mía, mi brillante
riqueza.
13: ¿En
los universos de qué artistas te agradaría perderte (o
encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas
hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de
sus obras como personaje o de algún otro modo?
MA: Pienso
que Telma y yo bien podríamos haber sido protagonistas en una prosa
de Oliverio Girondo o un poema de Nicanor Parra. No dudo que mi amigo
y admirado poeta Jorge Luís Estrella [1944-2014], hubiera escrito
algo agudo, sarcástico y regocijante sobre “mi musa” si la
vaciadora no se hubiese llevado su
lengua haciéndolo cruzar la línea.
14:
El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las
sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te
resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún
criterio, orientación o sentido?
MA:
Son
emociones muy fuertes y hasta contradictorias, difíciles de
analizar.
El
fervor, el silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad de
los ojos, las sorpresas, la desolación, la intemperancia.
15:
¿A qué artistas
en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la
acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
MA:
De los ya
citados:
Nicanor
Parra: con él he sentido en “propia sangre” que el poeta vive
imaginando
y que de esa imaginación
poética se acrecientan las armas de la resiliencia para elaborar
cuanto pueda lastimarme. Además, su acidez, su ironía, fueron el
puño sin guantes de la denuncia social.
Oliverio
Girondo: me lleva al onanismo cerebral, me orgasmisea, me luminiza
con sus neologismos máscaracú que he leído.
Jorge
Luís Estrella: un poeta que ha sabido reunir el surrealismo, la
antipoesía y los neologismos para escribir desde el absurdo y el
divertimiento poemas profundos.
16: ¿Qué
apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
MA: El
ser humano es pura imprecisión, es arduo efectuar apreciaciones.
17: ¿Viste
que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora
poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te
perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
MA: Esas
situaciones suceden, generalmente no necesito resolverlas, suceden y
ya.
18: ¿El
mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo
afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
MA: Te respondo con otra
pregunta: ¿Tenés alguna duda?
19: Por la fidelidad y entrega a una
causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos
los ámbitos) te asombran?
MA: Teresa de Calcuta.
20: ¿Qué te hace “reír
a mandíbula batiente”?
MA: Las ocurrencias o chistes
tontos y fuera de contexto de mi marido, mis hijos, mis nietos y mis
sobrinos Lucas y Sabrina.
21: ¿Cómo afrontás lo que sea que
te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas,
lejos de lo que para vos constituya un ideal?
MA: Lo ideal es una utopía.
Tengo proyectos cuyas metas, en razón del tiempo o sus
frustraciones, no me afligen demasiado; sé que dejarán algo
positivo. Me gusta el tránsito, el camino que siempre es
aprendizaje. Esta misma pregunta tres décadas atrás, obviamente, la
contestaría desde otro lugar de lo por venir.
22: El amor, la contemplación, el
dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando
con esos tópicos?
MA: El amor y la contemplación
siempre me han dado la mano, agradezco esa ventura. El dinero, si es
para encanutarlo o poseer más de lo que puedo gastar no me interesa.
De hecho, una silla de madera, un árbol, yerba y azúcar para el
mate con quien compartir, pueden ser un tesoro envidiable. La
religión como acto de fe si buenifica al creyente bienvenida sea.
Yo, allí, soy mala. La política, si no apunta a combatir el hambre,
a otorgar bienestar, servicios de salud, trabajo, educación, se
transforma en un trajín personal de enriquecimiento, es un medio
para robar al que menos posee y ¿cómo relacionarte con eso? Supongo
que lo hago a través de la poesía como forma de denuncia y descarga
emocional porque duele.
23:
¿A qué obras artísticas
—espectáculos coreográficos, films, esculturas, música,
pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.—
calificarías de “insufribles”?
MA:
Todo es “sufrible” (aun desde el
placer): por eso nos gusta o nos disgusta.
24: ¿Qué
calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu
infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño,
y por qué?...
MA: En mi infancia, mis padres
se mudaron tantas veces que son muchas las calles de nostalgia y
cariño que atesoro. ¿Cómo nombrarlas a todas?
25: ¿Cómo reordenarías esta
serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las
miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la
lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el
desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y
hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.
MA: El pensamiento, la lengua,
la visión, la autenticidad, el sufrimiento, el sacrificio, la danza,
el bosque, las miniaturas, la ceremonia, la ciudad, el azar, el
desajuste, la muerte. ¡Con eso basta para mi desgaste cerebral!
26: “Donde
mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido
por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde
mueren las palabras?...
MA:
¿Dónde
mueren las palabras? Si tomamos las
palabras como
forma de lenguaje comunicacional desde la lengua como órgano, los
gestos, los silencios, los actos, entonces, las palabras existen
desde que existe el hombre y con el último hombre morirá.
27: ¿Podés
disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las
antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
MA: Si
el arte está presente (no el pancartismo), todo es disfrutable.
28: ¿Cómo te
cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te
infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y
hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo
no cumple sino que jamás alude a la promesa?
MA: Lo
que se promete y no se cumple (o se intenta cumplir) es una mentira y
las mentiras me dan como patadas en los ovarios.
29: No
concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
MA: A mí, por haber llegado
hasta hoy sin que el odio o rencor prevalezcan.
30: ¿Tus pasiones te
pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y
entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
MA: Ya sabemos que la gravedad siempre es para abajo. No sé
si supe distinguirlos pero sigo de pie.
31: ¿Qué artistas
estimás que han sido alabados desmesuradamente?
MA: Los
medios de difusión del empresariado de la literatura, las grandes
corporaciones, producen best seller de obras que no necesariamente
son “artísticas” y, en cambio, artistas que merecen el rotundo
elogio permanecen anónimos o prácticamente olvidados, como Enrique
Banchs [1888-1968], poeta destacado de la lírica en tiempos del
modernismo, elogiado por Jorge Luis Borges. Compartamos la primera
estrofa de su libro “La
urna”:
“Entra
la aurora en el jardín; despierta
los
cálices rosados; pasa el viento
y
aviva en el hogar la llama muerta,
cae
una estrella y raya el firmamento”
32: ¿Acordarías, o algo así, con
que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por
naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito
lindo” de Luisa Futoransky?
MA: Si
no fuera “asimétrico” sería muy aburrido, tanto como decir “mi
media naranja”. Prefiero un entero de octavos diferentes
manteniendo su propia libertad de octavo.
33: ¿El amanecer, la franca mañana,
el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la
noche plena o la madrugada?
MA: Padeciendo fibromialgia y,
por lo tanto, insomnio crónico, cualquier hora es buena si puedo
dormir. El resto es un regalo.
34: ¿Qué
dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas
de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?
MA: En vez de reuniones propongo
un ring:
Primer round: el ego.
Segundo round: la envidia.
Tercer round: los premios.
Cuarto round: brindemos!...
puesto que
nos admiramos.
35: Seas o no ajedrecista: ¿qué
partida estás jugando ahora?...
MA: ¡Defendiendo mi rey!
Cuestionario
respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de
General Rodríguez y Buenos Aires, distantes entre sí unos 55
kilómetros, Mónica Angelino y Rolando Revagliatti, noviembre 2019.
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