L’Espluga
de Francolí, 1971 es poeta y traductor. Traduce del polaco y del
esloveno. Cabe mencionar sus traducciones de Czesław Miłosz (Travessant
fronteres. Antologia poètica 1945-2000, Proa, Barcelona), de Adam
Zagajewski (Tierra del Fuego/Terra del Foc, Deseo, Antenas, todas en
Acantilado, Barcelona) y los ensayos de Zbigniew Herbert; y del
esloveno, las traducciones de Aleš Debeljak (La ciutat i el nen,
Barcelona, Edicions la Guineu) y Lojze Kovačič (Los inmigrados, Siruela,
Madrid).
Como poeta, ha publicado Llocs comuns (Lugares comunes) (2004); Retorns
de l’Est (Tria de poemas 1990-2001) (Retornos del Este –Poemas
escogidos, 1990-2001) (2005); Inventari de fronteres (Inventario de
fronteras) (2006). En 2008 aparece su último libro de poemas: La
disfressa dels arbres (El disfraz de los árboles). Algunos de sus poemas
han sido traducidos al croata, esloveno, inglés, polaco y sueco.
DARIUSZ SUSKA. ANTE NUESTROS OJOS PASA LA MUERTE IMPASIBLE.
En septiembre se empieza a notar en Polonia que el otoño quiere hacer su aparición. Bajan las temperaturas, sobre todo cuando el sol desaparece, las mañanas se despiertan con unos tonos grisáceos que se van desperezando, la luz es más tenue, y pronto ya oscurece. Las farolas lagrimean un pálido reflejo anaranjado que a veces no basta para poder guiar el camino a casa. Las cornejas negras se van haciendo dueñas de los espacios verdes, cada vez menos verdes (después pasarán al tono de la tierra congelada), y sus graznidos son cada vez más audibles. Por ahora, se ven amortiguados por otros ruidos. El cambio también se percibe en el oído. El zumbido de las segadoras que han trabajado durante todo el verano deja paso a una especie de petardeo de las máquinas para ir acumulando las hojas en pequeños montículos. Unas hojas que se van desprendiendo de los árboles como con desgana, como si quisieran detener el tiempo. Unos segundos aletargados. El ciclo de la vida y de la muerte es perceptible en los paseos por la ciudad, preferiblemente matutinos. Cada año se repite, y cada año es diferente. Una evolución que se basa en la repetitividad.
Hay poetas que basan toda su obra en un solo tema, que va obteniendo variaciones. En una repetitividad que nos muestra que ésta no existe, porque siempre encontramos puntos de vista diferentes. Crean un mundo de tema casi unívoco, al que le van añadiendo aproximaciones diferentes a cada nueva entrega. Otros poetas siguen una construcción del poema siempre muy similar pero en el que introducen una gran variedad de temas. Dariusz Suska pertenece a la primera categoría, su mundo, claramente otoñal, se basa en fugacidad del paso del tiempo y en la inevitabilidad de la muerte. Pero la aproximación al tema resulta sorprendente en los ciclos de poemas que constituyen los 4 libros que ha publicado hasta la fecha. Nace el año 1968 en una pequeña ciudad de Silesia, Zlotoryj, que cuando se encontraba bajo el poder prusiano llevaba el nombre de Goldberg. No sé si el nombre de montaña dorada habrá marcado parte de la poética de Suska, puesto que la comunión de la naturaleza con la muerte se hace perfectamente palpable en sus versos. Publica su primer libro el año 1998 y ahora, en la distancia, uno se puede imaginar la gran convulsión que debió de provocar en aquella época. La poesía de Suska no se parecía en nada a lo que escribían sus contemporáneos en Polonia, ya fuera por el tema, que ya hemos mencionado, como por la manera de cómo lo trataba. Ya desde aquel primer libro presenta unos rasgos de mirada infantil, de ingenuidad que explotará en libros sucesivos hasta llegar al celebrado Llena de arena (2004), al que pertenece el siguiente poema:
ESTÁS LLENA
DE ARENA, HAY QUE SACUDIRLA
Estás llena
de arena, hay que sacudírsela
del pelo y de
las botitas, el poso en los párpados
durará hasta
el aguacero que cambiará muchas cosas
(también los
bolsillos llenos de piedrecillas,
porque la
oscuridad te quiere), cogemos las piedrecillas,
las calentamos
en las manos, y al cochecito bajo la manta,
allí estarán
calentitas y no se mojarán, pipí
(seguro que
no conseguimos que los pantalones no se mojen),
cuando
termine de llover iremos a buscar gorriones
al balcón,
desmenuzaremos galletas, pan,
si nos escondemos
bien seguro que vendrán
con el correr
de los meses (de la ciudad bajo el párpado)
[1]
Es un camino
que puede ser sólo transitado por un autor, ya que cualquier intento de
continuidad por otros autores topará con las acusaciones de no hacer nada nuevo.
La novedad la introduce con este hallazgo Dariusz Suska, todos los poemas del
libro están focalizados en la visión de la hija del autor (aunque el aspecto
biográfico aquí no es lo relevante, ya que lo relevante es el hecho de prestar
la voz a una niña pequeña, a medio camino de un poema ficticiamente infantil),
y la protagonista experimenta un viaje iniciático en el que la muerte,
omnipresente en la naturaleza que envuelve al observador, juega el papel
principal. Todo desaparece, en la poesía de Suska, la melancolía de la pérdida
se infiltra por las rendijas de los versos para impregnar todo el texto.
TRECE AÑOS
El futuro
pertenece a los asesinos
De gatos.
Ellos ruedan la historia,
Para qué
muñecas, osos en colecciones
de cuentos de
escopetas y soldaditos.
Con trece
años, vuelas en el columpio,
Copos de
herrumbre caen en la arena orinada,
Y en el pote
de mermelada avispas encerradas
Zumban como
locas: ¡Es el apocalipsis!
Mejor no
saber que la dulzura mata,
Y que los
pequeños jefes aprenden en las citas.
Vendrán las
vacaciones y se abandonarán
Las primeras
locas lecturas de los jefes.
Vendrán las
vacaciones, conocerás el sabor de las sandías
Cuando
naveguen felizmente de la patria de Fidel,
Y del té
inglés en el platillo de flores.
Esta lluvia
está en todos sitios, que no te toque.
Las colas de
los gatos golpean las aceras.
Otra vez el
mundo infantil, en este caso de un poema del primer libro de Suska presenta la
crueldad haciendo frente a una supuesta inocencia. Todo se convierte en una
metáfora del mundo adulto, pero que no comprende lo que ocurre a su alrededor,
y lo que tiene es la pérdida, los abandonos, la prevalencia de un mundo donde
la violencia domina las relaciones. No busquemos aquí una relación simple del
mundo infantil. Alguno de estos poemas puede recordar los versos de otro poeta
muy relacionado con el mundo de la naturaleza, el escocés John Burnside, donde
la violencia que lleva a la muerte es un motivo de reflexión acerca de la
manera de estar en el mundo. Tanto uno como otro autor se disfrazan de
observadores impasibles, sólo relatan lo que ven, cómo es el comportamiento
humano, el comportamiento también de la naturaleza, donde no hay justificación
alguna. La natura devorans, natura
devorata que guía los actos. Por la violencia, por la muerte, se puede ver
la futilidad de las construcciones abstractas del pensamiento, porque al final
un acto se reduce a un instinto. La impasibilidad, porque se revela inútil
cualquier acto, también se puede ver en los otros poemas de Suska donde no aparece
la voz infantil. Estos poemas hacen de contrapeso dentro de los libros
anteriores a Llena de arena, mientras
que en este libro citado desaparecen por completo, creando un universo mucho
más tonal de acorde con la mirada infantil. Uno de estos poemas contrapeso es
el titulado “Dice A.”, donde la primera impresión, un recuerdo de las ciudades
a partir de la voz del protagonista, desaparece violentamente con una imagen
final llena de violencia, pero completamente normal para el curso de la
naturaleza. Es un poema que puede recordar “Un explorador polar” del poeta ruso
Joseph Brodsky:
DICE A.
Desde que
vive en el Polo y
se llama
Marcel P. se han congelado
los aparatos
que tenía cerca, se ha congelado
el Mar
Mediterráneo. De la infancia, no recuerdo
los coches,
dice A., tan sólo
frágiles
carruajes y caballos aún más
frágiles,
pero en un mundo de porcelana todo
es posible,
incluso que la hija del último
emperador
francés coja una pulmonía,
cuando en el
Marne estalla la metralla
y los
gorriones vacían los ojos de los soldados.[2]
Miro por la
ventana, se va apagando el día. Los últimos rayos de sol buscan un lugar donde
cobijarse en las hojas que han caído, que se convertirán en el humus para la
nueva renovación. Pero ahora es el tiempo de la muerte, que sigue su curso en
la naturaleza. Le otorgamos belleza a estos momentos, pero la naturaleza, y la
muerte, seguirán su curso, ajenas a nuestra mirada, ajenas a nuestro afán
calificador. Y sólo podemos sentir su indiferencia. Darle algún sentido para
que nuestro pasar también lo tenga. Con los poemas de Dariusz Suska y las voces
infantiles que los pueblan, voces que también fuimos nosotros una vez.
[1] Traducción
de Gerardo Beltrán, Abel Murcia y Xavier Farré, en Poesía a contragolpe (Antología de poesía polaca contemporánea - poetas
polacos nacidos entre 1960-1980), de próxima aparición en Prensas
Universitarias de Zaragoza.
[2] Traducción
de Gerardo Beltrán, Abel Murcia y Xavier Farré, en Poesía a contragolpe (Antología de poesía polaca contemporánea - poetas
polacos nacidos entre 1960-1980), de próxima aparición en Prensas
Universitarias de Zaragoza.
(Artículo reeditado. Publicación original del 2010, ciclo Poesía del Este)
0 Comentarios