HABLAMOS DE LIBROS con BORIA EDICIONES

 

El arte de mantenerse a flote puede leerse como un manual de subversión laboral, como una crítica a este sistema económico darwiniano, como una oda al problema ontológico de no encajar en los perfiles de búsqueda de Infojobs o como un diario de viaje por los caminos inescrutables a los que nos conduce nuestra particular búsqueda de sentido.

Porque es en los ángulos muertos, en las esperanzas que los protagonistas de estas historias callan por miedo a que alguien las haga trizas y en qué les deparará el destino más allá del punto y final de cada relato donde se encuentra esa extraña belleza que tanto anhelan estos personajes.

Con tonos que oscilan entre la comedia, el drama cotidiano y el horror, se presentan en este libro doce relatos donde tienen cabida tanto el realismo, como la prosa poética o la ciencia ficción blanda. Todo en torno a un tema común: sobrevivir a aquello que estamos dispuestos a hacer por dinero. Y lograr salir indemnes.

 

Eric Fernández-Luna Martínez (Alhama de Murcia, 1984) ha tenido trabajos tan dispares que enumerarlos aquí sería una pérdida de tinta. Diplomado en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad de Murcia y posgraduado en Creación Narrativa por la Escuela Superior de Comunicación de Granada, ha publicado (y autopublicado) varios poemarios y plaquettes (Poesía de guerrilla, Finísimos hilos de araña lo envuelven todo, Caviar para gusanos e Introvisores) y un libro de relatos en clave de pulp (Negra, fría, dura y en tu boca). En 2017 escribió y dirigió su primera obra de teatro (Animales que evitan la lluvia). Imparte talleres de escritura en dos institutos, y para adultos a través del proyecto Storyville – Laboratorio de Ficción. Aprendió sobre la caza del búfalo leyendo a Bolaño. 

 

NIGHTHAWKS


No sé si hago bien contándote esto, pero cuando me enfundo el uniforme y los guantes… Cuando me pongo la máscara y saco del cajón mis herramientas de trabajo, me convierto en lo que algunos llamarían un héroe. Uno de la working class. Como De Niro en Una Historia del Bronx…

O como De Niro en Taxi Driver. No sabría decirte.

Vale… Sé exactamente lo que estás pensando: que tienes delante a un chalado. Créeme, tengo muchos nombres y chalado no es ninguno de ellos. Tú puedes llamarme Barman.

Escúchame… ¿Me estás escuchando? Sí, ya sé que mi uniforme es cambiante. He formado parte de varias alianzas. Ya sabrás que nos lo impone el Sindicato. Si fuera por mí, iría siempre de negro. Un verano me obligaron a llevar uno color flúor. ¿Me imaginas? Bueno, pues hasta a eso te acabas acostumbrando. De lo que nunca debes prescindir es del mandil. El mandil lo es todo en este negocio.

Pero no quiero aburrirte con detalles… La causa. Lo importante es la causa. Dar de beber al sediento. Suministrar cafeína al exhausto. Largar al borracho que no sabe comportarse.

Las armas son escasas y desproporcionadas. Siempre es así en nuestro gremio.

Dime tú cómo te defenderías de una turba de villanos, pongamos por caso al Escuadrón de la Despedida de Soltero, con un descorchador de vino, un abridor de botellas y un comandero. No es éste un trabajo para pusilánimes. No, señor. No.

Uno echa en falta disponer de un revólver, o qué menos que un látigo, para lidiar con según qué situaciones. He visto a compañeros hacer añicos una botella en cabezas ajenas, por no tener a mano nada mejor.

¿Te ríes? ¿No me crees?

Todos en el gremio conocen de sobra mis habilidades. ¿O qué te pensabas? Mira: súper paciencia para aguantar a indeseables, dedos elásticos para transportar torres de platos, habilidad para lanzar cafés sobre la barra como si fueran shurikens, dotes de acróbata para esquivar niños y beodos, vista de pájaro, ¿sabes? Para evitar que los gorrones se vayan sin pagar.

Yo no elegí ser un héroe. Ningún héroe lo elige. Es tu destino, o no lo es. Estudiar una carrera de letras me trajo a mí aquí. Los caminos son variopintos… La Llamada, eso sí, es única.

Y pese al dolor de los golpes que uno recibe, o al esfuerzo de tener que levantarte cada mañana a salvar el mundo, no creas que espero aplausos o recompensas. Bueno, mi sueldo, sí, claro. Porque también pago mis facturas, oye. Y mis impuestos. A ver qué remedio. Dime un héroe que no los pague. Son los súper villanos los que mejor evaden impuestos. Pero eso tú ya lo sabes. Tienes pinta de ser inteligente.

Tú sí me entiendes, ¿verdad? ¿Qué se sabe de la Banda del Tardeo del Viernes? La última vez que estuvieron por mi distrito se dedicaron a regurgitar fuego y algo de bilis en el baño. No fue difícil saber que habían sido ellos. Van dejando su tarjeta de visita, impregnada de babas, en la papelera.

En casos así, no hay otra que arremangarse. ¿Me oyes? Jamás doblegarse.

Aquí donde me ves, sólo soy un tipo cualquiera, sin demasiadas habilidades sociales. Alguien que preferiría estar en su casa leyendo un libro, en lugar de en sitios como éste, lidiando con según qué seres.

Pero pobre de aquél que decida buscarme las cosquillas cuando estoy de guardia. Si estoy en mi turno, asumo los riesgos. Sólo pido que lleguen de uno en uno, para que pueda darles a todos su merecido. Uno no puede confiarse. El mal no descansa. Se esconde en cada esquina por la que dobla, de vez en cuando, ese tipo de gente que pretende tomarse una infusión a la una y media de la mañana.

¿Cuándo me darán las llaves de la ciudad? Es lo que pienso algunas noches, al meterme en la cama, después de comprobar si me han ingresado la nómina.

En serio, amigo. Algunos nos toman por villanos. No entienden por qué este semblante de acero. Por qué este rictus. Pero lo harán. Lo comprenderán el día que nos alcemos.

Ya es tarde, ¿no te parece? Deberías deshacerte de estos clientes que se resisten a largarse. Mira qué caras. Esto parece el café del Noctámbulos de Hopper. ¿Qué tal si das las luces, quitas la música y vemos la decepción en sus ojos, mientras les hacemos así con la mano y les decimos: Se acabo la fiesta, amigos?

Que paguen lo que deban y se vayan por donde han venido.

Y después, echamos la verja.

Puedo avisar a los chicos y celebrar aquí la reunión de la Liga del Turno de Noche. Avisar al Descorchador. A La Decantadora. Al Capitán Daiquiri. A Shot Woman y a Black Caipirinha. Que podamos quitarnos las máscaras un rato. Poner los pies en alto. Que nos cuenten sus hazañas, mientras terminas de cerrar y nos sirves unos chupitos.

Bueno, o unas cervezas, que se beben rápido y así no te manchamos la vajilla.

Luego te ayudamos a recoger, no te preocupes.

¿Qué? ¿No dices nada? ¿No te fías de mí? Tengo aparcados en la puerta, dentro de un saco de basura, los restos del único idiota que esta noche se ha atrevido a pedirme el libro de reclamaciones.

Así que, ahora te ayudo a sacar tu basura también.

Y te ayudo a fregar. Prometido.

Luego salimos levitando, y así no dejamos huellas.

Pero, sírveme otra y no me pongas esa cara, anda. Dale de beber a un compañero que llega cansado tras cumplir con su deber.

Oye… ¿Nunca has pensado en unirte a la Fraternidad? Lo cierto es que me vendría bien un compañero.

Incluso los héroes necesitamos a alguien en quien apoyarnos.

(Hic)

¿No?


Enlaces de interés:

Compra on line: https://boriaed.com/producto/el-arte-de-mantenerse-a-flote/ 

Información y fragmentos: https://boriaed.com/el-arte-de-mantenerse-a-flote-de-eric-luna/



 

SINOPSIS:

En la década de los 80, en un pequeño piso en Cartagena se apagaban las luces del salón y, como en un teatro de sombras, se encendía un proyector de diapositivas. Sobre la pared desfilaban entonces imágenes de celebraciones, tardes de playa, cumpleaños y escenas del día a día de una familia de clase obrera. Sin embargo aquel proyector, años después, se guardó en un trastero y ahora sólo queda de ese montón de fotografías el recuerdo de una época que se desvanece con el tiempo, como una aparición espectral.

Personas que desaparecen para siempre junto al lugar en el que vivieron, la magia de la cocina, una boda sin apenas invitados, mirar las estrellas desde la azotea, miedos que se manifiestan en los sueños, una carta de amor, la muerte de un ser querido o la pérdida de un hijo. A través del recuerdo de escenas familiares, Ismael Orcero Marín invoca aquellos días para leer su propio presente.

Todo sucede en ese teatro de sombras. Todo tiene sitio en el Teatro Fantasma.

 

BIOGRAFÍA DEL AUTOR:



Ismael Orcero Marín nació en Cartagena en 1978 y actualmente reside en Molina de Segura. Trabaja como ingeniero técnico naval y con sus cuentos ha sido finalista y ganador de varios premios literarios. Es autor del libro de cuentos El fin del mundo (2018), publicado también por Boria Ediciones, de la novela juvenil Historias de una ciudad inundada (2018) y de la novela corta El tesoro de Jacinto Montiel (2019). Además, ha publicado en revistas literarias como la revista Fábula de la Universidad de la Rioja (2002 y 2003) o la revista digital Spoonful (2013).

 
PRÓLOGO (Por Javier Tortosa)

Hay determinadas cosas que nos definen. Gestos, querencias, manías. Costumbres que arraigamos, patrones que repetimos, amuletos que veneramos. No están en nuestra vida por casualidad. Ni por capricho. Forman parte de ella. Son reflejo de nuestra forma de comprenderla.

Conocí a Ismael en la presentación de su Fin del Mundo. Sentado (¿recostado?) en una butaca, saboreando el momento, poniendo mimo en cada una de las dedicatorias. Con una pluma estilográfica. Sí, con una pluma estilográfica. En esta época de mensajes instantáneos, de pictografías codificadas, Ismael continúa rascando el papel, confiando en la tinta, tratando de no emborronar renglones. ¿Entienden lo que les digo?

A Ismael le gustan los detalles, percibe que encierran la esencia de lo importante. Los cuida. Se fija en ellos. Lee entre sus líneas. Ve más allá que todos nosotros. Y deja constancia.

Ismael Orcero es un cuentista. Con todas las letras. Sin quitar un ápice. En el buen sentido. Capaz de aparcarnos cualquier urgencia, de hacer olvidar que el mundo afuera estalla en mil pedazos. Ismael es un gran contador de historias. Fantásticas, inventadas, imposibles. Y también reales. Ismael es un niño grande. Un tipo sin complejos que transmite lo que irrumpe por sus ojos, coincida o no con la versión de los mortales. Un coche, un gnomo, un silencio que desgarra, una pócima envenenada, un robot de tres cabezas, una vida que se ahoga. Sin artificios, sin giros rebuscados, de manera sencilla. Palabras justas, precisas, certeras, en su lugar exacto. Y, ante esto, los demás callamos. Y leemos. Y no hacemos preguntas estúpidas. Y nos trae al pairo si es verídico o sólo un producto de su imaginación.

Teatro Fantasma se nos presenta como un libro basado en hechos reales. Un diario a mitad de camino entre el barro y la entelequia. Nunca sabremos en qué proporción. Ni falta que nos hace. En literatura, como en cualquier tipo de arte, lo sustancial no debería ser el argumento, sino los efectos provocados. La capacidad del escritor para ofrecer sus textos de tal manera que seamos nosotros quienes cerremos la historia. Hacernos jugar el papel de narradores. Un acto de renuncia, de generosidad. Algo que Ismael consigue con maestría. Por eso, Teatro Fantasma no es una simple colección de relatos. Es bastante más. Es un alto en el camino. Un remiendo en las costuras. Una bocanada de aire. Nostalgia y ternura, miedo y desesperanza, tristeza y desconcierto, ingenio e ironía, pérdida y liberación…

Teatro Fantasma somos nosotros. Es una vida adulta. Es un texto que se lee a la vez que se escribe. Es lo que hay. Nada más. Y nada menos.

Acabemos con esto, no hay tiempo ya para más cuestiones. Estimado lector, hágame caso. Siga la flecha, pase adentro. Deje atrás estas líneas intrascendentes. A un golpe de página le espera Tom Waits. Le espera Chet Baker.

¡Ah! Y Diana, claro. Siempre Diana.

ENLACES DE INTERÉS:

Venta on-line: https://boriaed.com/producto/teatro-fantasma/

Fragmentos:

http://revistapenultima.com/invasiones-adelanto-del-libro-teatro-fantasma-de-ismael-orcero/

https://boriaed.com/teatro-fantasma-de-ismael-orcero-marin/




 




SINOPSIS:

[…] el padre del abuelo ralph miraba las bombas desde la azotea había una trampilla al entrar en la cocina el botón de la quinta planta descansaba boca abajo el niño quedó postrado en una silla de ruedas paul mc archer colocó un gusano entre sus dientes joe carrot esperaba junto a la tienda de máquinas de escribir el cobalto no funcionó para tío joseph…
Aquella noche, Harvey llevaba rato sentado cuando entré por la puerta del bar de Austin. Sobre la mesa, un bloc completamente atestado de notas escritas a mano. (…) son pensamientos escritos a vuelapluma. Imágenes, flashes que me han venido a la mente en estos diez últimos años. Mi manera de volver a trazar el camino desde el principio. De recoger del arcén los momentos importantes que quedaron olvidados. Mi segunda convocatoria, mi diario de redención. (…) Eso dijo Harvey.

[…] sonaba la radio a todas horas popeye era un imbécil el día que murió el payaso no pude dejar de llorar muñecas rusas en la casa de tía amelie la luz de una linterna rasgaba el polvo y las cabezas…

BIOGRAFÍA DEL AUTOR:


Harvey Townshend (Albert Lea, Minnesota, 1971) aprende, con apenas cinco años, a tocar de oído Red River Valley en una flauta Honner de madera de cedro. Este hecho, junto con el de no ser capaz de mantenerse erguido sobre unos patines, marca el devenir de buena parte de su infancia y adolescencia. Superada la educación secundaria, marcha a Boston y consigue una licenciatura en Literatura Inglesa por la Universidad de Massachusetts, tras la que pasa de puntillas por diversos trabajos de dudosa proyección, hasta verse envuelto en un escabroso suceso que no viene al caso. Hastiado de caminar sin dejar huella, decide regresar a su pueblo natal para establecerse de manera definitiva en la casa que perteneció a sus abuelos, no sin antes despedirse de la realidad underground, junto con Dean Moriarty, en un viaje de costa a costa del país, atravesando la práctica totalidad de estados norteamericanos. Es en el trascurso del mismo donde se inicia en el mundo de los viajes astrales.

Su carrera literaria, totalmente inédita, comienza a tomar forma precisamente en uno de esos desplazamientos incorpóreos, tras conocer a Javier Tortosa (España), persona afín a Harvey en devociones e inquietudes. Después de varios encuentros astrales, en los que terminan forjando una entrañable y confidente amistad, ambos reconocen sus limitaciones como literatos de manera individual y sellan un acuerdo tácito por medio del cual Harvey trasladará sus ideas y experiencias a la tinta y al papel de su alter ego en el otro lado del charco. Trazos en falso (2017, Boria Ediciones) y el presente Here’s looking at you son el resultado del citado acuerdo hasta la fecha.

PRIMERAS PÁGINAS

Albert Lea, diciembre de 2011

No hubo primavera en el noventa y cuatro. Al menos, yo no tengo constancia de ello. Sí del invierno. Duro, frío, áspero. Y del verano. Excesivo, abrasador, indecente. Fueron días difíciles, puedes jurarlo. Días sin nombre, sin calendario. Duros de digerir, imposibles de olvidar. Aquí siguen, a flor de piel. Como el roce de una ortiga, como labios cuarteados por el viento. Una ventana abierta en noche de tormenta, el eco de unos tacones desmontando el silencio... En el noventa y cuatro hubo invierno. Y verano. De la primavera, ni rastro.
El hígado de Bukow hizo aguas. Los sesos de Kurt saltaron por los aires. Nixon cruzó la puerta. Johnny Temple se fue por donde había venido. Despedidas, fin de emisión. No sé muy bien por qué pienso esto, por qué ahora, por qué no antes. Será que hace años que no piso las tablas, que bajé del escenario, que abandoné el plano secuencia y empecé a mirar a través del visor. Sentado en tu silla, con tu chaleco gastado, observando la escena, sujetando la red. Apuntando palabras olvidadas. Sí, probablemente ese sea el motivo. Los tiempos han cambiado, viejo, el enano me puso en tu lugar. Y he vuelto a bajar la ventanilla. Al camino de hierbas aplastadas, a la grava bajo los neumáticos. A los días de ruta, a las noches en guardia, a las tardes de menta, a la tierra batida. A todo lo que quedó pendiente. Al maldito tiempo perdido.
El noventa y cuatro se fue sin primavera. Nos la quitaron de cuajo, sin anestesia, ni previo aviso. Con alevosía. Y nocturnidad. No quisimos darnos cuenta, no pudimos, más bien. Costaba creer que todo aquello estuviera sucediendo. Mejor mirar para otro lado, taponar la herida, huir hacia adelante.
Más tarde llegaron las lluvias. Las brigadas de limpieza ocultaron el rastro, lavaron la ropa. Pero no, no fue un sueño, un mal sueño. Ocurrió de veras, nos la quitaron. La primavera. Para no devolverla. Acto seguido, ardieron las nubes. Cincuenta grados. El cielo crujía, el asfalto sudaba. Todas las calles quedaron cuesta arriba. Miro mi rostro en el espejo… es cierto, he tomado alguna curva de más. Y bastantes rodeos. Pero aquí estamos. De nuevo, de siempre. En cierto modo, los pasos que no damos también nos enseñan el camino. Eso creo. Y, sí, lo sé, te debo una. No me olvido, viejo, no pienso hacerlo. Nos ha costado, pero nunca es tarde. Qué diablos...

*****


[…] el balón subía cien metros y faraday remataba de cabeza mary wave nació de madrugada josephine nos prohibió beber en el lavabo del baño el vestido del bolsillo en el pecho en aquella balsa no había ranas el abuelo ralph limpiaba mis zapatos una luz roja en la mesilla de noche el sabor amargo al estampar las cartas alquitrán en el patio del colegio el silbido al abrir la puerta las manos de tía mary…

*****
kilómetro cero

es confuso el momento
en el que dejaron de crecer
las piedras
sobre nuestra carretera


fue
fundiéndome en sepia
rodeado de flashes que surgen
de cientos de rincones clandestinos

los recodos cobran vida
se difumina el dibujo
de los neumáticos
y todo acontece a nuestro paso
árboles
casas
serpientes vacías
iglesias cerradas
perros somnolientos
viejos inmortales

adivino tu mirada a través del retrovisor
y respiro aliviado
consciente
de que en cada parada
tomarás mi hombro
cuidarás mis pasos
y yo te veré
te seguiré viendo-
enorme

puertas selladas marcan el rumbo
hasta llegar al umbral
donde una dama de negro
nos sale al encuentro

afila sus iris
atrapa los míos
y muestra descarada sus perlas
de oro macizo

las postales se suceden
fluyen como agua
sobre cantos rodados
el viento se esfuerza en agitar
a imagen
pero todo permanece inmóvil
en un mismo fotograma
en un único intervalo
de espacio-tiempo

afuera está oscuro
el motor se incorpora al silencio
y yo reconozco la casa

cuento los días para la siguiente ruta
sé que la llave descansa en mis manos

ya nada puede sucederme


nada
nada
nada
 
Fragmento: https://casabukowski.com/poesia/harvey-townshend/

Publicar un comentario

0 Comentarios