CRÍTICA LITERARIA: CUANDO REALIDAD Y FICCIÓN SON EQUIVALENTES, por Anna Rossell

 

Anna Rossell Ibern (Mataró, Barcelona, 1951) es filóloga, crítica literaria, gestora cultural y escritora:poesía, novela, microrrelato, teatro. Licenciada en filología alemana por la Universidad de Barcelona, cursó estudios de doctorado en la Universidad de Bonn y en la Universidad de Barcelona, por la que se doctoró el año 1981. Es miembro de la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña) y de la tertulia literaria El laberinto de Adriana. Profesora de lengua alemana en el Instituto Goethe y en la Escuela Oficial de Idiomas de Barcelona. Profesora e investigadora de la lengua y la literatura alemanas en la Universidad Autónoma de Barcelona hasta diciembre de 2009. Investigación en teatro alemán (Volksstück y Relaciones del director teatral alemán Erwin Piscator con la Guerra Civil Española) y narrativa alemana (literatura de la posguerra) en la Universidad de Bonn, la Freie Universität de Berlín y la Akademie der Künste, también de Berlín. Se dedica en la actualidad plenamente a la poesía, a la literatura creativa, a la crítica literaria y a la gestión cultural. Como crítica literaria es Jefe de Sección en el semanario de artes, ciencias y humanidades Las nueve musas y miembro del Consejo Editorial. Cuenta en su haber entre poemarios publicados, novelas, libros de viaje, manuales de traducción y traducciones mismas, más de 20 volúmenes. 

Créditos fotografía : @Gerard Àvila

https://es.wikipedia.org/wiki/Anna_Rossell_Ibern

 

 

 



CUANDO REALIDAD Y FICCIÓN SON EQUIVALENTES




Brenda Navarro
Ceniza en la boca
sextopiso, 2022, 193 pp.


Buena cohesión entre fondo y forma es clave para la literatura de calidad. Brenda Navarro los ensambla, y, si bien a menudo la realidad supera la ficción, ella nos ofrece la ficción de una vida que es realidad de muchas vidas; realidad y ficción devienen equivalentes.

Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982), socióloga, especializada en género y economía feminista, novela una biografía que conoce bien, la de una joven mexicana de ascendencia humilde, inmersa en penurias y violencia, que, huyendo de ambas, emigra a Madrid con su hermano menor, Diego, para reencontrarse con su madre.



Como la autora, la heroína ha nacido en Ciudad de México, donde vive pocos años con su madre, hasta que esta emigra a Madrid, dejándola a ella y a otro hijo, menor, de distinto padre, con los abuelos. Siendo la mayor, aunque aún niña, el lazo que se forja entre los dos, y entre ambos y los abuelos, será el único calor humano de referencia que tendrán. Con tan frágil punto de partida, y en un ambiente social donde la violencia es cotidiana, es de esperar que lo que haya de depararles el futuro no sea una existencia deseable.

Narrada en primera persona, la joven ocupa el centro de la crónica. Su voz se oye con potencia por las características que la autora confiere al personaje. Resoluta, sensible, de ideas claras, franca y directa, su energía es desbordante. Marcada por el asesinato de amigos y familiares y el suicidio de su hermano adolescente, que la hiere también a ella de muerte, acompañamos a unas criaturas que subsisten apenas al filo del abismo. Ella y tantos otros, la mayoría con singladuras similares, son antes de venir al mundo carne de cañón, seres sin horizonte.
El lector empatiza con la joven, que nos lleva a sus escenarios y nos contagia su alegría o su conmoción: la casa de los abuelos, el papel vigilante de ella hacia Diego en ausencia de la madre, los pícaros juegos y aventuras con el, las anécdotas escolares, los primeros amoríos de la adolescencia… Pero también la extrema violencia, que en México lo invade todo: la corrupción, la violación, los narcos, las balaceras, las venganzas, los abusos sexuales infantiles en la familia, las desapariciones. Pero también la otra violencia, de que son objeto como inmigrantes en el país al que huyen y en el que nunca arraigarán, el país de los otros, los prejuicios, el bullying escolar, el aislamiento y la soledad a la que se ven abocados en Madrid y después ella también en Barcelona.

Conoceremos el espinoso contexto en el que están inmersas, sin salida, tantas vidas de mexicanos por la experiencia descarnada de quien la ha sufrido, pero el lector español también se ve a sí mismo reflejado: el trato del español hacia la persona inmigrante y cómo lo percibe esta, que intenta escapar de aquel infierno como última salida y pone sus esperanzas aquí. El reflejo que nos devuelve el espejo no es precisamente halagador.

El tiempo de la narración no es lineal: se alterna el presente con el recuerdo, que vuelve la mirada hacia atrás y alterna espacios temporales. El registro no es autocompasivo. Las emociones y los recuerdos que salen a borbotones, irrefrenables, de boca de la apasionada protagonista no se regodean en lo morboso ni lo trágico. Al contrario, su voz relata los momentos felices con igual intensidad y euforia que los infortunios; predominan las risas compartidas con el hermano y los amigos. La prosa es fresca y directa, auténtica, soslaya el melodrama.
Escrita en puro español de México, en auténtica jerga juvenil, Navarro pone en boca de su personaje un lenguaje potente. Su sintaxis es lapidaria, elíptica, con tendencia a la parataxis. No utiliza guiones ni comillas de diálogo, logrando así mayor realismo, una desbordante corriente textual oral apenas interrumpida. El resultado es un híbrido entre el fluir de la conciencia y el estilo indirecto libre, que facilita la empatía.
La lectura atrapa.


© Anna Rossell

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