LAS DENOSTADAS NECESIDADES NATURALES DEL SER HUMANO


El ser humano está lleno de prejuicios, que le conducen irremisiblemente a crear a su alrededor una serie de tabúes que delimitan su existencia a mesuras incomprensibles.

Sobradamente conocemos que todo ser racional está dotado de un cuerpo, el cual responde a los dictados de la naturaleza, y lo que se denomina alma, que constituye la parte esencial de su comportamiento humano, que está regido por la razón, la cual se nutre del conocimiento y del raciocinio.

Son funciones esenciales de la naturaleza, las que tienen como misión primordial el mantenimiento y conservación de la estructura corporal: comer, beber, digerir, defecar, orinar, fornicar. Si paramos mientes en ello, enseguida nos damos cuenta que la sociedad humana recusa tratar de todas ellas de una forma abierta y sincera. Tal vez el comer y beber, se alejen un tanto de ese repudio. Pero se considera de muy mal tono el introducir en la conversación cualquiera de los otros temas. Y entra dentro del ultraje, el realizar alguno de dichos actos ante la presencia ajena.

Se puede afirmar con rotundidad que ese sentimiento ominoso que para el ser humano supone el tratar de los actos de su propia naturaleza, surge inmanente de lo que se denomina civilización, que cabría definir como el resultado de aprehender una serie de conocimientos, unos empíricos y otros epistemológicos, que se transmiten de generación en generación, y que regulan, rigen, marcan y obligan a todos los seres denominados civilizados.

El ser humano nace desnudo. Pero desde la cuna se cubre su desnudez, diferenciándose desde ese momento la forma de vestir del varón de la hembra. A partir de esa edad van aprendiendo una serie de tabúes que regirán su vida entera: que los genitales, tanto de uno como de otro sexo son sagrados, y el mostrarlos sin más ni más representa un acto de incivilidad que en determinadas épocas ha sido corregido carcelariamente; que al momento de comer, hay que hacerlo bajo normas que marcan con exactitud el uso de cada uno de los artilugios: cuchara, tenedor, cuchillo, vaso que se emplean para ese menester; que debe cuidarse la higiene corporal; vestir de acuerdo con las distintas estaciones del año; no vulnerar las normas cívicas que rigen en cada caso. En definitiva, ser una copia cabal y exacta de los demás miembros que forman la sociedad donde uno vive.

Hoy en día se nota una relajación de determinadas costumbres, hábitos y tabúes. Puede ser debido al distanciamiento que el ser humano va sintiendo cada día más de las doctrinas religiosas, que durante siglos han trazado las normas de conducta. Ya no solo, en según que playas, se practica el desnudismo integral, sino que, de vez en cuando, se advierte por la vía pública a personas completamente desnudas, sin que nadie se oponga a ello, ni tampoco creen un rechazo contundente y visceral. El tabú que durante siglos ha supuesto la relación intersexual fuera de determinadas situaciones, como el matrimonio o la prostitución, de un tiempo a esta parte se ha ido relajando, de tal modo, que los abortos en niñas casi en edad de la menarquia se repiten de forma alarmante. También en la manera de vestir se va notando una cierta vulneración de las antiguas costumbres, de tal modo que aquella uniformidad en el traje que fue norma de conducta hace pocos años, ahora cada uno viste a su modo y manera, observándose, sin embargo, en la juventud femenina, una marcada tendencia a enseñar sus carnes sin velos ni tapujos.

Ello, no obstante, no supone para nada que los actos que responden de forma inmediata a la naturaleza, vayan a tener un distinto trato del que desde siglos ha venido marcando su desenvolvimiento. Es natural y comprensible, que alguno de ellos, por la repugnancia y asco que supondría su presencia, sigan manteniéndose en la más estricta intimidad.

Ángel F. FÉLIX TORRES

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