CERTAMEN LITERARIO "VERBO AZUL"


Primer premio: Ricardo Desola Mediavilla, con el poemario "El animal que nombra"
Primer accésit: Juliana Mediavilla Pablo, con el poemario "Color sepia"


el animal que nombra

Somos quienes ponemos los nombres a las cosas,
el animal que nombra.
Armados de palabras solamente,
como dardos de luz que atravesaran
corazones de piedra,
o escucharan
una voz en el fondo del silencio.
Somos quienes decimos a la rosa
ése será tu nombre desde ahora.
Y así te llamará siempre el rocío.
Y así te llamará siempre la aurora.
Somos quienes preguntan quiénes somos
y el mundo es porque lo hemos enunciado
desde la más remota de sus sílabas.
Somos quienes contamos esta historia.
Somos quienes hacemos cada día
del olvido, memoria.

Ricardo Desola Mediavilla


color sepia

Del carnet de familia numerosa
en la foto, color sepia,
apenas si cabemos,
agrupados en torno a las figuras
secas del padre y de la madre,
detrás, la puerta vieja de la Iglesia.
Los chicos junto al padre:
una mano recia apenas roza
el frágil hombro de Felisín
-aquel que se nos fuera
un mal invierno.
Las chicas con la madre:
junto al regazo, la pequeña,
en su pelo azabache, blanquea el lazo
-mariposa quieta-
y no sonríe su carita asombrada de muñeca.
Abrigos viejos no sé de qué colores
desvaídos, quizá
dados la vuelta.
Está la madre como avejentada
y hay en el padre una expresión muy seria.
Del carnet de familia numerosa
en la foto, color sepia,
los padres, con una guerra a cuestas,
tienen cansada la mirada
y en el gesto, la digna dignidad
de la pobreza.
Es una foto triste, nunca supe
por qué sale en las fotos la tristeza.

principio

Hubo un tiempo sin dioses ni palabras
donde el mundo esperaba
ser dicho entre tinieblas, y las cosas,
desprovistas de nombre, simplemente
aparecían ante la mirada.
Entonces no existían,
del modo en que ahora existen, los fenómenos,
las verdades, las causas. El olvido
regaba su jardín con nuestras lágrimas
sin que pudieran escribirse crónicas,
poemas o epopeyas. Resultaba
tan sencillo vivir que ni siquiera
era preciso contemplar la muerte,
porque nada era nada. Solamente
un devenir desnudo y perezoso
que no dejaba huellas en el alma.
Quién sabe en qué lugar de aquel remoto
yermo sin esperanza quiso el hombre
trazar en el oráculo sus signos,
romper el yugo ciego del silencio
y edificar su casa.


bautismo

Su origen fue confuso;
engendrada en el útero de una tormenta airada
y gestada en el vientre de una bestia sin nombre.
Como una maldición, su nacimiento
tuvo lugar al fin,
mientras el alba se desperezaba.
Criatura vulnerable como una herida abierta,
abrió sus ojos a la luz arcana.
Pronto quiso aprender todas las cosas:
¿a qué se debe el don de la mirada?
¿cuantos secretos no dice el silencio?
¿dónde guarda el dolor todas sus lágrimas?
Y enumeró la lista interminable
de los objetos y las circunstancias:
viento, piedra, trabajo, lluvia, casa,
tristeza, perro, corazón, olvido,
árbol, camino, círculo, esperanza.
Después (así lo cuentan
las crónicas atávicas),
cuando hubo bautizado el mundo entero,
pensó en sí misma
y se llamó Palabra.



ya se habían marchado las cigüeñas

Los viejos compartían la caricia
de aquel sol fugitivo de la tarde
en las paredes del poniente.
Ya se habían marchado las cigüeñas
-barruntaban el frío-
y en la calle
-patria compartida-
jugaban los chavales:
a rayuela, al escondite, a las canicas...,
arañando minutos a la luz,
hasta que el día
se moría de viejo y tras las ascuas
dejaba su ceniza.
A las puertas del temprano tardío
la dejaste sola
con sus baratijas:
muñecas recortables con vestidos
de quita y pon,
cuentos de hadas,
Azucenas y Floritas.
Sola, con los primeros fríos.
Sola,
como si te avergonzaran de pronto
sus pecas insolentes
y sus ridículos calcetines cortos.
Allí está todavía,
en el umbral lejano del recuerdo
del temprano tardío
de aquel año
(suele venir si sales a su encuentro),
aún lleva calcetines
y se abriga
con el manto raído de los sueños.

olores

A veces trae el aire en sus delgados dedos
el perfume sutil de los olores viejos;
el alma se abre entonces como una novia en celo
a la memoria viva y olorosa del tiempo:
siempre van de la mano el olor y el recuerdo.

Hoy me ha llegado nítido, no sé por qué sendero
un olor a mañana tibia y dulce de enero:
un olor a cocina, junto al cálido fuego,
a las sopas de leche, al café de recuelo...
Aleteo cercano de pájaros inquietos,
las manos de la madre, si paraban el vuelo
olían a jabón, a pan y a caramelo.

Juliana Mediavilla Pablo

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2 Comentarios

  1. Me ha llegado más la primera, el ritmo te arrastra hasta la infancia de los calcetines cortos raídos ya por la distancia

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  2. ¿Ha pensado usted en hacer una edición en miniatura de su libro, para que puedan leerlo las hormigas? Tengo muchas amigas hormigas y me pidieron que se lo preguntara. Gracias por su maravillosa manera de descomponer los ojos de las moscas en verso. Y disculpe mi torpe manera de expresionarlo o impresionarlo... ahora no recuerdo... en fin que me gustan sus versos.

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