CLAUDIO MONTEVERDI por Francisco Javier Irazoki

Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue miembro del grupo surrealista CLOC. La Universidad del País Vasco editó en 1992 toda la obra poética que Irazoki había escrito hasta el año 1990. El volumen, titulado Cielos segados, comprende los libros Árgoma, Desiertos para Hades y La miniatura infinita. La editorial Hiperión le publicó en 2006 el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado diversos estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc.










             He aquí un caso de consenso: Claudio Giovanni Antonio Monteverdi (1567–1643) es, con Guillaume de Machaut, Ludwig van Beethoven y Claude Debussy, uno de los principales innovadores del lenguaje musical. Tiene herederos audaces, pero todos ellos se guían con la brújula del creador italiano.

         Nacido en una familia culta y acomodada de Cremona, ciudad de Lombardía célebre por ser la patria de fabricantes de violines, se educa al lado de Marc-Antonio Ingegneri. Su padre, Baldassare, es un médico prestigioso; el hermano Giulio Cesare, también compositor, alcanza cierta notoriedad al defender la obra de Claudio en un debate. Monteverdi, adolescente de quince años, publica Sacrae Cantiunculae tribus vocibus, poco después aparecen sus Madrigali spirituali y Canzonette a tre voci, y en 1590 se pone al servicio de Vicenzo Gonzaga, duque de Mantua, a quien acompaña durante más de dos décadas. Desempeña diferentes cargos (cantor, violista, maestro de capilla) y, aunque solamente tenemos noticias del carácter de este músico en su etapa crepuscular, cuesta imaginarlo satisfecho con las empresas de disparate o los caprichos bélicos de su mecenas, que ayer combatió contra los turcos y hoy se pavonea en bodas florentinas. En 1595 Monteverdi se casa con la cantante Claudia Cattaneo. Algo más tarde se inicia una controversia estética, el «affaire Artusi», entre el canónigo y teórico Giovanni Artusi, reaccionario que analiza con metódica lucidez, y Claudio y Giulio Cesare Monteverdi, que proponen la experimentación revolucionaria. La polémica dura cerca de ocho años.

         1607 coincide con un momento importante en la historia de la música: Monteverdi estrena en Mantua su ópera Orfeo; ahí nace el espectáculo lírico, que los musicólogos consideran lo más estimable del siglo XVII. Ha sido una complicada gestación, porque desde el siglo X la iglesia católica usa técnicas teatrales en sus oficios (las misas de Navidad y Pascua incorporan elementos de la dramaturgia griega), mientras que los juegos laicos contienen pastorales dialogadas, o los bailes incluyen fragmentos de canto, pero esas ceremonias siguen aisladas. Tras los primeros intentos de Jacopo Peri y Giulio Caccini, sólo la inteligencia de Claudio Monteverdi sabe unirlas con calidad.

          Monteverdi divide en dos partes su obra: la prima prattica, con estilo polifónico renacentista, libertad rítmica y disonancias, está vinculada al Ars Perfecta de Josquin Desprez; la seconda prattica, con estilo melódico nuevo y supeditación de la música al texto, le permite una vía personal. Y como en el prefacio del Libro VIII de madrigales dice que no halla el género para expresar la emoción vehemente, estudia la métrica poética clásica de los griegos e inventa el stile concitato, adecuado si quiere describir la furia de las batallas. Su Combattimento di Tancredi e Clorinda sería el modelo.

           La rápida difusión de la fama de Monteverdi en Europa queda ensombrecida por la muerte de Claudia Cattaneo, y el músico sufre depresiones. Se recupera para quejarse de la cicatería económica con que lo retribuyen. Cuando fallece el duque protector, Monteverdi se traslada a Venecia, donde imparte clases y es, durante los últimos treinta años de su vida, maestro de capilla en la basílica de San Marcos. También allí las desgracias lo cercan: Francesco, el mayor de sus dos hijos, muere víctima de la peste; el otro, Massimiliano, astrólogo y médico, será detenido por la Inquisición; en los saqueos de Mantua desaparecen los manuscritos de varias óperas compuestas para la corte. A los 65 años se ordena sacerdote. L’incoronazione di Poppea, fechada en 1642, pone la base del drama lírico actual.  

          De su obra se citan dieciocho óperas (de las que únicamente conservamos seis), nueve libros de madrigales, música religiosa (la bellísima Vespro della beata Vergine, dos misas a cappella, otra para cuatro voces con bajo continuo), etc. y el conjunto, escrito en una frontera, resume el Renacimiento y funda la modernidad barroca.

                                                                   

                                        FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
                               (Del libro “La nota rota”; Hiperión, 2009)


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